viernes, 6 de agosto de 2021

Benítez lanza su palabra para romper la ventana del idioma

Luis Benítez



por Rubén Valle

Las últimas publicaciones del poeta, narrador y ensayista literario argentino, Luis Benítez (Buenos Aires, 1956), orientadas fundamentalmente hacia la novela y la investigación, parecían haber dejado en un inmerecido segundo plano su producción poética. Y como si ese supuesto tiempo en blanco llevara implícito una deuda a saldar, su nuevo poemario, Nadie sabe dónde estuvimos, editado por ascendente el sello santafesino Palabrava, sale a luz —nunca más oportuna la metáfora— con una abundante cantidad de poemas. 

Benítez es, a la par de un escritor prolífico, un poeta de tiempo completo y esa praxis literaria de vida y obra queda necesariamente plasmada en cada uno de sus libros. Sin necesidad de explicitarlo, este distópico presente marcado a fuego por la pandemia del Covid-19 asoma, se camufla o directamente grita, en distintos puntos del trayecto que invita recorrer este trabajo de largo aliento. «La muerte es una desorientada mensajera», alerta el poeta en guardia. 

Ya desde su título, el autor de La tarde del elefante desafía a los arqueólogos del futuro, convencido de que «en la palabra ayer todas las cosas de hoy son el mañana». Cuando pase esta pesadilla del virus global, probablemente los que queden en pie se pregunten «dónde estuvimos» cuando la pandemia nos metía tanto dentro de nuestras casas como de nuestras mentes y sus implacables laberintos. Dónde, cuando estos poemas se cocinaban en un caldo espeso de desasosiego y preguntas retóricas. Dónde, cuando las palabras eran el único salvoconducto, el abrazo prohibido, el café postergado, los brindis asordinados. Quizás a la conclusión a la que arriben es que «la nuestra es una conspiración sintáctica / y quien reordena las palabras está ordenando el mundo».

Consciente o inconscientemente, Benítez nos habla a todos, se habla a él mismo, le grita a los indolentes poderosos, se enoja con el mundo y con aquellos que lo sabotean todo el tiempo. Se piensa y nos piensa. Es escéptico y esperanzado y (nos) advierte: «Lancé mi piedra a lo desconocido / y rompí la ventana del idioma». Porque no es de otra forma que empoderado por la palabra que pueda uno protegerse ante lo indecible ya que «nada importante viene a nosotros montado sobre un dragón sino en sigilo». 

Con 42 libros de poesía, ensayo y narrativa publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay, Benítez cuenta con una sólida y profunda obra que amerita conocerse, seguirse, o revisitarse en todo momento, porque pase lo que pase con el planeta y cada uno de nosotros, inquilinos siempre al borde del desalojo, «como un témpano de hielo en el whisky de un dios es el deseo ferviente de vivir». 

Razón más que suficiente, entonces, para que «salvemos a la poesía de la ciencia y que no tenga sueños reales como antes». 



Dos poemas de 
Nadie sabe dónde estuvimos, de Luis Benítez 
(Editorial Palabrava, 128 páginas, junio 2021).


una voz que creció omitida en las palabras 


lancé mi piedra a lo desconocido 
y rompí la ventana del idioma 
todo de una vez      la herramienta y el sitio 
los árboles los olores el seguro de vida se entregarán 
en esta respiración única 
lo que estamos viviendo ahora es un retroceso 
una voz que creció omitida en las palabras 
pierde sus pistas de distancia entre los matorrales 
hay un golpe en la puerta y se abre la vieja historia 
esta ilusión de que todo empieza siempre 
es un exilio donde se encuentra una figura olvidada 
y para un huésped que no se espera 
allí un grano de arena pesa como una bendición 
nos encontramos con el disfrute 
como con un desconocido que tropieza 
con nosotros en la calle y sin pedir disculpas 
ni sacudirse la ropa comienza una conversación 
caminamos siempre por la patria de lo imprevisto 
lo posible es una nueva versión de lo imposible 
y la primera vez que alumbró un sol 
el cielo estaba lleno de nada


nadie sabe dónde estuvimos 

toda la tarde llovió 
y nadie sabe dónde estuvimos 
de ahora en más 
me quedaré en tu sombra 
viviré el fin de las estaciones cuando 
el insecto retorna a su estado de larva 
listo para creer que cada uno que anda 
por la calle es uno que yo conozco 
pero yo me quedaré en mi cuarto 
hecho de tu sombra 
en una habitación oscura
onde la muerte es una desorientada mensajera 
donde entraré en esa pobre tan mínima luz 
sea como eso sea 

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