sábado, 1 de agosto de 2015

También la oscuridad es otro sol

El lado oscuro del mundo, Marta Miranda. Bajo la Luna, 2015. 56 págs.





por Hernán Schillagi


En Nadadora (2008), el libro anterior de Marta Miranda (Mendoza, Argentina), la propuesta era registrar toda una jornada de ejercicios acuáticos donde «la que nada alcanza la orilla». Entonces, tracción a sangre de por medio, el cuerpo de la que hablaba unía los dos lados con la voz, pero elegía volver al centro para soñar con «aguas más profundas». Es así cómo, en El lado oscuro del mundo, Miranda elige colocar en la superficie un grupo de poemas que, en apariencia, resultan una miscelánea efectiva; sin embargo cada palabra será dicha desde el hilo tensado de una relación a distancia.  

La presencia del agua (y su poder) genera su influencia desde el comienzo. Aquí la soledad es caudalosa y se encuentra bajo la lluvia. El «otro», por tanto, está en otro lado, es más, «del otro lado del mundo». Así, oscuridad y luz se irán batiendo a duelo en poemas de una extrema precisión, ya que cada verso es un destello fugaz para tanta noche: «para salvarte / una luz se hizo / en el fondo de tus ojos / y nueva en tu boca, una palabra: / agua…». Esa claridad en el decir se expresa, además, con cierta sequedad, sin adornos innecesarios; porque la respiración de la que corta los versos tiene que ser escuchada -fuerte y claro- por alguien ausente, distante en la inmensidad de la Tierra.  Su lirismo es contenido, pero potente. Aparece la hipérbole para exagerar situaciones cotidianas -la nieve, las cenizas de un volcán, el recuerdo del padre-, sin embargo «la sujeta», como le gusta decir a Tamara Kamenszain, equilibra el efecto de grandilocuencia con descripciones impasibles  y lo transforma en revelación: «Apuro el trago / dejo un hielo en la boca / y en la lengua estalla / tu parque nevado // Que la nieve del mundo / se lleve este ardor…». 

En el libro, Marta Miranda se permite un período más amplio en el desarrollo y la cantidad de los poemas. Un hipervínculo hasta La misma piedra (2002) se hace necesario, porque en ese poemario anterior, la autora proponía -más allá del estilo similar- que: «En algunas situaciones / pensamos en lo otro / como algo amenazante…», para terminar afirmando: «cuando la propia sangre / se vuelve contra una / es imposible / detenerla…». Es por eso que, cerca del final de El lado oscuro…, aparece el viaje como una posibilidad de encuentro, imaginar la vida del «otro lado», pero hay situaciones/murallas que impiden que esta relación soterrada encuentre su lugar de contacto luminoso (más allá de la pantalla virtual), porque la que se preguntaba qué había tenido que matar antes de trasladarse, ahora se da cuenta que: «acá o allá /cero respuesta/ aunque seguís apareciendo / puntual / cada tantas líneas / tantos poemas…», para decir más adelante: «que no vuelva / a salir el vuelo/ sin mí…».  

Por lo tanto, en el recorrido deslumbrante por libro, la vista se impone como algo lúcido, resplandeciente; sin embargo, una ceguera elegida termina siendo la respuesta para la que tapa el sol con un dedo. De este modo, el deseo, la tristeza, el encierro y la pérdida serán expuestos al sol más abrasador para que, en ese exceso, no quede ninguna sombra. De este material oscuro e inquietante están compuestos los poemas de Marta Miranda.

 ***




Algunos poemas de 
El lado oscuro del mundo 




EL RÍO PODEROSO

En medio de la isla
sola
en una cama que no es mía
escucho la tormenta

Para amainar el miedo
trato de identificar los ruidos:
prevalecen
ante todo
el chasquido potente
de la rama de los sauces
y el enorme caudal
del río poderoso.

Miro el Paraná
calculo
a lo sumo unos cuarenta metros
hasta la otra orilla
en medio
corre fuerte el río
trayendo
lo que trae

en su anchura 
lleva y deja
las partes
de una misma
la gente que se quiere

aquello
que no veremos más

*

NO RECUERDO LA SONRISA DE MI PADRE

 

Aunque la enfermedad lo devoraba
siempre ponderé
la belleza de mi padre:
sus grandes ojos
sus manos alargadas
el aire irónico con que miraba el mundo

Desde su silla de ruedas
si alguien cometía una torpeza,
cosa frecuente dado el lugar
las circunstancias,
si me miraba en esas circunstancias
sonreía calladamente
yo tomaba ese gesto como una señal de bienvenida,
de ser parte de su mundo

Sin embargo
no recuerdo su sonrisa, digo,
lo material
de su sonrisa

¿Sus dientes eran amarillos
o parejos?
En el recuerdo
la sensación es de felicidad
pero la imagen congelada
al mirarme
es la sonrisa que ofrecemos al perro abandonado
que al cruzarnos en la calle nos sigue
mueve la cola, no nos muerde

Creo que es suficiente
con saber que mi padre sonreía
más allá del recuerdo
para poder creer en la regla de bondad
de todas las sonrisas
de todos los perros
de todos los padres de este mundo

   
*

NIEVE


Hace días que el mundo es otro:
llueve en esta parte del mundo
y el aire es caldo
sensación de una cosa
que subiendo por la tráquea
enmudece, deja
la lengua como un charco

Hace días que llueve y me gustaría
saber si va a parar
y no lo sé
porque clavado en la pantalla
aparece siempre el pronóstico
de la ciudad donde estás
Grados de temperaturas
nubecitas de colores,
hoy
y durante toda la noche
copos blandos empezaron a ocultar tu casa
si sigue así
mañana tendrás que palear la nieve
para poder salir

Aquí
la lluvia cesa y sale el sol
ruge como venido del infierno
una bocanada caliente y húmeda
que nada logra sofocar

Apuro el trago
dejo el hielo en la boca
y en la lengua estalla
tuparque nevado

Que la nieve del mundo 
se lleve este ardor 

*

CENIZAS


Las cenizas del volcán
hicieron que todo
se convirtiera en sombra
estatua colosal
que iba esculpiéndose con lentitud
a cada respiro de la boca

Vos y yo
lo vimos por tv

igualmente
y aunque lejos
a miles de kilómetros de allí
una nube espesa
entró en la casa
cubrió la foto
de tu cara junto a la mía

y allí quedó

la ceniza, gris
el peso de las cosas
nos ahogaron
hasta volvernos sombra
 

1 comentarios:

Fernando G. Toledo dijo...

Muy buena reseña. No me sorprende que se te ocurra relacionar «El lado oscuro del mundo» con «La misma piedra». Yo también encontré una resonancia similar, una contundencia provocada (en ambos) por la densidad de lo que se dice. He tenido la suerte de leer todos los libros de Miranda Mirandita y será por todo eso que tengo a estos dos («La misma piedra», «El lado oscuro...») como mis dos preferidos de su bibliografía.