domingo, 8 de abril de 2012

Traducir la noche, traducir la muerte




José María Blanco White (1776-1841) tenía unos treinta años y una promisoria carrera diplomática en su España natal cuando debió buscar refugio en Inglaterra. Hijo de un vicecónsul inglés y una madre española, Blanco se vio obligado a huir cuando los franceses invadieron Andalucía.
Ese hecho político acabó teniendo una importancia crucial para la poesía inglesa del siglo XIX, puesto que el español Blanco, formado en un hogar bilingüe, profundamente católico, decidió adoptar la lengua del país que lo acogió para expresar su formidable talento literario. La añoranza de su país natal y las crisis religiosas por las que atravesó no impidieron al poeta escribir algunos de los textos más notables en el inglés de su tiempo.

En otra lengua
La fama de Blanco White (cuyo albo apellido intenta, en esa traducción incluida, reflejar el carácter también bilingüe de su personalidad) se debe fundamentalmente a un poema en inglés firmado en 1825, que está considerado «el mejor y más notable soneto escrito en nuestra lengua», según Coleridge.
Este soneto llegó a mis ojos en otoño de 1998. Fue en un número del Diario de Poesía de esa época, dedicado a la traducción, y junto con una noticia biográfico-literaria firmada por Guillermo Piro (de la que he tomado los datos de los primeros párrafos), se publicaba el poema original, acompañado por una serie de traducciones célebres del mismo, además de dos versiones novísimas de Leónidas Lamborghini, realizadas por encargo de la revista.
Por ese entonces yo mismo ultimaba los detalles de lo que iba a ser mi primer libro de poemas, y mi pensamiento estaba, creo recordar, particularmente sensible a la vibración estética. Y, sin dudas, Night and Dead, es un soneto de tal perfección que no pudo menos que impresionarme, no sólo por la magnitud de su belleza, sino por lo que había representado para diversos traductores, la mayoría de ellos también poetas, durante tantos años. Un magnetismo, seguramente, potenciado por los polos de las dos lenguas en pugna, que Blanco White ejercía en carne propia.
Un difundido retrato a lápiz del poeta.
No se sabe que el propio poeta haya volcado a su lengua natal ese soneto sobre la noche como un ropaje de la muerte. Pero sí está claro que de inmediato fueron muchos los que se abocaron a la febril tarea de trasladar la punzante y ominosa música del pentámetro inglés a los, acaso, más sedosos endecasílabos o bien alejandrinos castellanos.
Piro anotaba y comentaba, en su artículo, algunas características de las traducciones incluidas en la publicación. A las rimadas y endecasílabas de Alberto Lista (1837) y Rafael Pombo (c. 1882) las aludía con una cita de Menéndez Pelayo. Era «poco feliz» la primera y «una paráfrasis» la segunda. Apunto al margen que, además, la de Lista utiliza la vía de los antónimos para traducir el título: El sol y la vida.
A la versión en alejandrinos y sin rima realizada por Antonio Elías en 1954, como una reacción al desagrado que a éste le provocaba la de Pombo, el autor del artículo le achacaba con justicia «reiteradas asonancias». Luego venían dos versiones de Jorge Guillén, ambas con versos de catorce sílabas, sin rima la primera y rimada la segunda, en las que se busca «conservar los valores formales» del soneto original pero cuyo principal defecto es ser «excesivamente guillenianas».
Luego Piro compartía, sin comentarla, la versión que Jesús Díaz preparó en 1986 para una edición de la obra poética de Blanco White editada por Visor (1994). Mi comentario podría parecerse al que dedicó Menéndez Pelayo a la de Pombo, aunque la de Díaz es más musical, pero no por ello menos cargada gratuitamente de adjetivos psicológicos que exageran el «pasmo» mucho más sutil del poema original.
La versión de Esteban Torre, que mereció, informaba Guillermo Piro, un premio de traducción en 1988, era quizá la mejor de las consignadas, aunque para mi gusto cometa un desplazamiento injustificado hacia la primera persona (sólo tácita en el original de Blanco White), lo cual hace de la suya una versión cuyas resonancias enigmáticas terminan atenuadas.
Sobre la traducción de Eliseo Diego (1991), Piro incorporó un comentario del propio poeta-traductor sobre su versión: «Me pregunto qué diría Blanco White si pudierse leer su poema inglés en el español que él abandonara. No me atrevo siquiera a imaginarlo. El soneto perdió sus rimas en el vuelo de un idioma a otro, Dios nos valga».
Por último, en las dos versiones de Leónidas Lamborghini aparece, como en el par de las de Guillén, un exceso de intervención del traductor. Aunque en este caso, se supone, el «lamborghinismo» es deliberado y entonces, en esos términos, el resultado tiene buen nivel.

El juego de la traducción
Pero visto ese espectáculo de versiones, traducciones y, por qué no, traiciones, el poder que emanaba del soneto original seguía produciendo en mí una seducción difícil de eludir. Mis experiencias con la traducción se reducían, por aquel tiempo, a tareas menos arduas. Apenas había volcado al español una veintena de poemas (de verso libre) de Paul Auster, junto con algún otro ejercicio sin importancia.
Retrato al óleo de Blanco White.
Esa inexperiencia no impidió que me animara, después de varios años de titubeos y traslaciones literales en verso libre y luego en verso blanco, a una traducción que sirviera de exorcismo para el hechizo de este soneto irresistible.
El hechizo no fue conjurado. Pero algo se formó de ese trabajo de destrucción y rehechura. Juntas y en explosión, la lengua y la poesía parecen dictar preceptos a cumplir. Fascinación mediante, la tarea de la traducción, maldita y hermosa, putrefacta, ineludible, es entonces un juego en el que sólo se triunfa haciendo trampas.
Así, mi versión endecasílaba del soneto resigna rasgos, anécdotas y elementos del poema original de Blanco White en pos del rigor métrico, para el cual también son convocadas palabras ausentes (aunque en lo posible, no ajenas) en el soneto primero. La acentuación clásica ha sido respetada en la medida de lo posible, aunque apartándola en algún caso cuando resultara más importante el crescendo propio de Blanco White: el último verso es el mejor ejemplo de esto.
La segunda versión (¿o, también, «paráfrasis»?), en alejandrinos de laxos hemistiquios, se acomoda mejor a la comparación con Night and Death en cuanto a expresiones, vocablos y giros. Incluso, quizá, a la combinación de sonido y sentido, por cuanto el inglés posee mayor expresión en un espacio menor de tiempo –las palabras suelen ser más cortas–. Aun así, hay concesiones, aunque el objetivo es que se diluyan en el todo y, mejor todavía, formen parte integral sin delito de extranjería. Es indispensable, en cualquier caso, una lectura acompañada por la presencia del original.
Si hay que hablar de preferencias, todo depende del parámetro elegido (lo cual delataría cierto principio de imperfección implícita en toda traducción). Supongo que en mi versión endecasílaba funciona mejor la armonía sonora; y en la alejandrina, alcanza mejor cariz el desarrollo lógico de la idea de la noche como una metáfora de la muerte. Creo preferir la primera porque a veces la música acompaña y completa los sentidos. Creo preferir la segunda porque el sentido compone su propia música con la simple repetición de su secuencia. En definitiva, prefiero el original para volver a traducirlo, una y otra vez, hasta que la noche nos separe.


Night and Dead

by José María Blanco White


Mysterious Night, when the first man but knew
Thee by report, unseen, and heard thy name,
Did he not tremble for this lovely frame,
This glorius canopy of light and blue?

Yet’neath a curtain of traslucent dew
Bathed in the rays of the great setting flame,
Hesperus with the host of heaven came,
And Io! creation widened in his view.

Who could have thought what darknes lay concealed
Within thy beams, oh Sun! Or, who could find,
Whilst fly, and leaf, and insect stood revealed,

That to such endless orbs thou mad’st us blind!
Weak man! Why to shun death this anxious strife?
If light can thus deceive, wherefore not life?


Noche y muerte

por José María Blanco White
Versiones de Fernando G. Toledo, 2002


(Versión 1)

Noche extraña, cuando el hombre primero
Supo sin conocerte que vendrías,
¿Tembló al mirar el marco que ofrecías,
Temió perder su toldo azul entero?

Pero, bajo el rocío duradero,
Llegó Héspero cuando el ocaso ardía,
¡Y lo creado en sus ojos crecía,
Con las huestes del cielo justiciero!

¡Oh Sol, quién descubrir así pudiera
La oscuridad en tu rayo emboscada!
¡O quién adivinar que está escondida

En las hojas e insectos la ceguera!
¡Débil criatura! La muerte no es nada.
Si engaña la luz, ¿por qué no la vida?



(Versión 2)



Extraña noche: cuando tuvo  el hombre reporte
De ti, sin verte supo, o le fue revelado,
¿Tembló tal vez por este admirable bordado,
Este brillante, azul, y glorioso soporte?

Mas traído en un velo de gotas su transporte,
Por el ardiente fuego del ocaso bañado,
Con la hueste del cielo ya Héspero ha llegado:
¡Su vista la creación del sur extiende al norte!

¡Quién iba a sospechar que había oscuridad
Entre tus rayos, Sol! ¡O entrever la verdad
oculta entre las moscas, los insectos, las hojas,

La ceguera del orbe a la que nos arrojas!
¡Débil hombre! ¿Por qué negar la muerte tienta?
¿No engañará la vida si la luz aparenta?

* * *


Otras versiones

El sol y la vida

¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
¿no temió que enlutase tu estandarte
el bello alcázar de zafir dorado?

Mas ya el celaje etéreo, blanqueado
del rayo occidental, Héspero parte;
su hueste por los cielos se reparte,
y el hombre nuevos mundos ve admirado.

¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta
la brizna más sutil tu luz mentida,
esos orbes sin fin que nos velabas?
¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?

Versión de Alberto Lista, 1837



La noche

Al ver la noche Adán por vez primera
Que iba borrando y apagando el mundo,
Creyó que, al par del astro moribundo,
La Creación agonizaba entera.
Mas luego, al ver lumbrera tras lumbrera
Dulce brotar y hervir en un segundo
Universo sin fin... vuelto en profundo
Pasmo de gratitud, ora y espera.
Un sol velaba mil; fue un nuevo Oriente
su ocaso; y pronto aquella luz dormida
Despertó al mismo Adán, pura y fulgente.
...¿Por qué la muerte al ánimo intimida?
Si así engaña la luz tan dulcemente,
¿Por qué no ha de engañar también la vida?

Versión de Rafael Pombo, antes de 1882


La noche

¡Oh noche misteriosa! Cuando tu imperio y nombre
a nuestro primer padre fue por Dios anunciado,
¿no tembló por la fábrica adorable del mundo,
por la luz y la gloria de la bóveda azul?
Mas, cuando tras un velo de rocío que enciende
con sus rayos la gran llamarada poniente,
surge Véspero al frente del ejército celeste,
¡oh!, a la vista del hombre la Creación se ensancha.
¡Quién hubiera pensado la tiniebla escondida
dentro de tus fulgores, oh sol, y quién creyera
que al revelar la flor, la hoja y el insecto
nos cegabas al brillo de orbes innumerables!
¿Por qué, pues, nos encoge la angustia de la muerte?
Si así la luz engaña, ¿no ha de engañar la vida?

Versión de Antonio Elías, 1954


Noche y muerte (versión I)

¡Oh Noche de misterio! Cuando te conoció
Nuestro padre inicial, según sacra noticia,
Y tu nombre escuchó, ¿no tembló -ya nocturno-
Ante el dosel glorioso de fulgor y azul?

Pero tras la cortina -traslúcido rocío-
Que traspasaban los rayos de occidental hoguera,
Héspero con la huestre de aquellos cielos viene,
Y a los ojos del hombre la creación se ensancha.

¿Quién imaginó que dentro de los rayos
Se ocultase tal sombra, quién, oh Sol, pensaría,
Mientras se nos revelan hojas, moscas, insectos,

En orbes invisibles, porque tú nos cegaste?
¿Y tan ansiosamente luchamos con la muerte?
¿Si así la luz engaña, no habrá engaño en la vida?



Noche y muerte (versión II)

¡Oh Noche misteriosa! Cuando el varón primero
Conoció hasta tu nombre, informe era divino,
¿No se apresuró temblando frente a frente al destino
Del glorioso dosel con tanto azul entero?

Pero tras el rocío -cortina transparente-
Que atraviesan los rayos del crepúsculo en llama,
Héspero a los ejércitos del firmamento llama:
Más Creación descubren los ojos y la muerte.

¿Y cómo presentir que en tus rayos alojas
Oculta oscuridad, oh Sol, y convertida,
Después de revelados insectos, moscas, hojas

En orbes invisibles tras tu mismo esplendor?
Si así la luz nos miente, ¿no nos miente la vida?
A nuestro fin mortal, ¿por qué oponer horror?

Versiones de Jorge Guillén, 1969 y 1971


La noche y la muerte

El día aquel que Adán, noche sombría
De tu llegada al serafín oyera,
Temblando estuvo por su alma esfera,
Por la bóveda azul que relucía.
Tembló hasta que, lumbre que caía
Y el relente de seda que cayera,
Salió el lucero con su hueste entera
Y, era de ver: ¡la creación crecía!...
Oh quién pensado hubiera tal negrura
Dentro del sol; quién pulga iluminada,
O mosca o flor de cada luz sentida,
Y tal inmensidad del orbe oscura.
La angustia ante la muerte es para nada.
Como engaña la luz, miente la vida.

Versión de Jesús Díaz, 1986


La noche y la muerte

Oh noche oscura, si por vez primera
te viera yo venir, ¿no temblaría
temiendo que esta clara luz del día,
este milagro azul se deshiciera?
Pero, si ya el lucero reverbera
al caer la tarde, y la alegría
de mil estrellas nace, ¿negaría
que brilla más la creación entera?
¡Quién hubiera pensado, oh noche oscura,
que el propio Sol pudiera ensombrecerte,
tenerte entre sus rayos escondida!
Eres gloria de paz y de hermosura.
¿Por qué temer, entonces, a la muerte?
Igual que el Sol, ¿nos cegará la vida?

Versión de Esteban Torre, 1988



A la noche


¡Extraña noche! Cuando el primer padre
tuvo de ti noticia, oyó tu nombre,
¿tembló quizás por la adorable forma,
la regia cúpula de luz y azul?
Mas bajo un velo de rocío translúcido,
entre los rayos del poniente en llamas,
Héspero con la hueste etérea vino,
¡y el hombre vio ensancharse la Creación!
¿Quién pudo imaginar tales tinieblas
allá en tus rayos, sol, o quién pensó,
mientras insectos y hojas se perfilan,
que a innumerables orbes nos cegaras?
¿A qué rehuir la muerte, pues, ansiosos?
Si engaña así la Luz, ¿qué hará la vida?

Versión de Eliseo Diego, 1991



¿Se apagó esa gran luz?... (I)

«¿Se apagó esa gran luz? ¿Volvíame ciego?;
fue tan honda la angustia desatada,
que muy adentro mío oí mi nada
sin consuelo gemir: era mi ruego».

«(Hablo desde ti mismo y no lo niego,
el misterio de hablarte me anonada,
porque es mi voz de Génesis trucada,
de aquel tiempo a este tiempo, sin sosiego)».

«Asomándome, luego, luces en lo alto
vi cambiar; no, esa luz no era la misma,
pero alcanzó a calmar mi sobresalto».

Desde aquel primer mono fue la duda
y el terror de un final que nos abisma:
¿mas no será cual luz que en otra muda?


¿Se apagó esa gran luz?... (II)

¿Se apagó esa gran luz? ¿Volvíame ciego?;
fue tan feroz la angustia desatada,
que hondo desde la cueva aullé mi nada:
como un loco gemía, era mi ruego.

(Hablo desde tu adentro y no lo niego,
el misterio de oírme me anonada,
porque es mi voz de Génesis trucada,
de aquel tiempo a este tiempo sin sogiego).

Asomándome, empequeñecidas,
vi en lo alto luces, no la misma,
mas sospeché una argucia repetida.

Desde el principio, entonces, fue la duda,
el engaño, el terror que nos abisma
y a que a mi grito el tuyo propio anuda.

Versiones de Leónidas Lamborghini, 1995

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Fernando, y camaradas desaguaderistas, la verdad es que está muy bueno el blog. O al menos,personalmente lo voy leyendo porque aprendo. El artículo sobre Blanco es muy interesante. La verdad es que ver las diversas y variadas traducciones de un mismo soneto es un aporte raro en los blogs.
Un abrazo y felicitaciones desde Córdoba.
leandro calle

Fernando G. Toledo dijo...

Leandro:
Muchas gracias por tus palabras, que nos dan un empujoncito para seguir con esta gustada que es El Desaguadero. Me alegra que te haya gustado, también, el artículo sobre este soneto. Es un honor.

Fernando G. Toledo dijo...

Autobombo:
http://edimpresa.diariouno.net.ar/2012/04/14/nota298057.html

Anónimo dijo...

I used to be suggested this blog by way of my cousin. I'm not sure whether or not this post is written by way of him as no one else understand such precise approximately my difficulty. You're wonderful!

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