domingo, 18 de diciembre de 2011

El último de los molinos de viento

Enseñar poesía en las escuelas




por Cecilia Restiffo

1.
En el intento diario de romper el cerco entre el lector «de hoy» y la palabra, andamos por carreteras a veces principales y otras por caminos inhóspitos y desconocidos en los que solo los perros deambulan al calor de la siesta.

Si he de decirlo, este texto intenta ser una propuesta, una cronología y un ensayo al mismo tiempo; aunque sé de antemano que este último rótulo es quizás demasiado grande , como así la expectativa que genera.

2.
La palabra poética es, digamos, un desafío para todo aquel que desee comprenderla, asirla, capturarla. Pero lo es más para aquellos que anhelan «enseñarla». Delimito con esto mi campo de investigación-acción: lectores niños, jóvenes y adultos que «aprenden» a leer poesía por fuerza más que por gusto, como todas las actividades que se practican en el ámbito escolar, tal vez así dispararía la tesis sobre si «la escuela debería ser un espacio de libertad o de límites», pero esto es harina de otro costal.

Entonces, el punto es que, ante la experiencia de enseñanza en distintos ámbitos de nuestra educación, pongamos por caso: el aula de una escuela de primer ciclo, un salón de clases de la carrera de magisterio o un curso de escuela media; el asombro y la alegría se fusionan al observar que, contra todo pronóstico, los alumnos/lectores/oyentes disfrutan y comprenden la poesía tanto o más que cualquier otro género literario.

3.
La lectura de la palabra poética provoca un grado de asombro y miedo que el docente/lector/guía debe y tiene que «dejar ser», es decir, en la primera lectura el poema apela a los sentidos exclusivamente y esto se reviste de miedo cuando el lector intenta comprender rápidamente algo que sabe que está ahí pero no puede descifrar. Este estupor deviene luego en incomodidad, es entonces cuando la mirada del «experto» debe guiar una segunda lectura, un recorrido acompañado, que hará alto en los lugares donde el camino se angoste o se precipite una curva peligrosa.

En la poesía el acercamiento debe darse con paciencia y sin prejuicios, sin guías de extracción de recursos ni trabajos prácticos que diseccionen la metáfora o análisis exhaustivos e inexactos sobre tal o cual interpretación; pero por sobre todo debe tener un pausado ritmo de exploración: leer mucho en clase, leer y que escuchen, leer y que opinen, leer y callar hasta que alguien arriesgue una explicación, leer e interrumpir para preguntar. En definitiva: leer.

4.
La propuesta de todo poema está incompleta sin su interlocutor, nada en la poesía está dicho totalmente. Los lectores inexpertos llegan al poema con la misma actitud que se llega al trabajo de todos los días, a la lectura de un periódico, a la cola del rapipago, a la novela de algún autor brasilero, a la revista de alguna diva vernácula y a todos esos lugares que nos esperan para ofrecernos la misma «rutina de destejido o indigestión». Sin embargo cuando «entran» en el texto poético descubren que la desnudez de esas palabras sin frío, los acomete sin piedad, es allí cuando la mirada de socorro indica que es tiempo de salir del espanto para pasar al descubrimiento del significado, al completamiento del sentido para apelar a lo que cada lector ya conoce del mundo, a lo que, también, ha experimentado a lo largo de su recorrido vital; porque todas esas «cosas» que ya sabe están latiendo en el poema, en la mirada del poeta que no es más que un ser humano mirando el mundo para después nacerlo en palabras.

Por lo tanto, abiertos los canales de atención, habituado el oído a la cadencia poética, podemos decir que estamos en condiciones de pasar al intelecto, al desciframiento de ese verso que nos habla:

«...¿Pero el alma qué puede explicar?
Por eso mi vecino tiene tormentas en la boca,
palabras que naufragan,
palabras que no saben que no hay sol
porque nacen y mueren
la misma noche en que amó,
y dejan cartas en el pensamiento
que él nunca escribirá
como el silencio que hay entre dos rosas…»

Fragmento de Lluvia de Juan Gelman


5.
El trabajo con el género lírico implica tirarse al barro, dejarse de postulaciones editoriales fragmentarias, vetustas y analíticas, para pasar a una selección de textos con sentido y significado para el alumno/lector, no para el docente que lleva prendido en la solapa el “Romance del prisionero” desde su más tierna edad; texto por demás hermoso si lo hay, pero que se instala en el sinsabor de la gelatina, cuando se lo presentamos de improviso a un remoto lector «en ciernes». Por ello, búsqueda y selección del material de lectura con el que iniciaremos al lector/oyente de poesía, será el caballo de troya que debamos construir para vencer el acostumbramiento que tienen nuestros alumnos a consumir lo precocido, lo preanunciado, lo predigerido, lo periférico de las ideas que muchas veces es el único «recurso-método-pedagogía» de la enseñanza. Si renunciamos a la comodidad de don Santillana y don Kapelusz podremos iniciar un camino de descubrimiento con almas que, aunque adormecidas, no pueden resistirse al «cross en la mandíbula» de un buen par de poemas:

LA AUSENCIA ES UNA FORMA DEL INVIERNO


Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve,
Con ese mismo invierno que hiela las canciones
Cuando la tarde cae en la radio de un coche,
Como los telegramas, como la voz herida
Que cruza los teléfonos nocturnos,
Igual que un faro cruza
por la melancolía de las barcas en tierra,
Como las dudas y las certidumbres,
Como si mi silueta en la ventana,
Así duele una noche,
Con ese mismo invierno de cuando tú me faltas,
Con esa misma nieve que me ha dejado en blanco,
Pues todo se me olvida
Si tengo que aprender a recordarte.


de Luis García Montero


*


UNA NOCHE DE VERANO


Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
-ni siquiera me miró-,
con unos dedos muy finos
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¿Ay, que lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

de Antonio Machado


6.
¿Y si el alumno no es siquiera un lector «en ciernes»? Allí también el texto poético tiene algo que decir, porque en los lectores más pequeños que leen -o solo escuchan- la cadencia poética resulta ser un arrullo que despierta la curiosidad y el placer por la palabra. La poesía es el género más adecuado para enseñar a leer y a escribir, es decir, a descubrir la mitad del mundo que un niño interpela cuando se adueña de las palabras, como explica Ana María Borzone: «El conocimiento de rimas se relaciona con la conciencia fonológica, es imprescindible que la poesía ocupe un lugar fundamental pues contribuye a la reflexión sobre las posibilidades materiales de la lengua. La lectura asidua de poemas tiene un efecto inmediato en los niños...» Para eso, la lírica ofrece a los infantes el ritmo, el juego, la libertad de sentidos y sobre todo la reflexión revestida de canto; el poema desafía al pequeño y le guiña un ojo porque sabe que en esta escondida nadie vuelve a contar.

El texto lírico permite que el niño diga y lea las palabras sintiendo su sabor, su color, sus distintas formas; y así, ese lenguaje que se le presentaba antes ajeno es ahora una estrategia que el chico ha comenzado a manejar con soltura pero sobretodo con felicidad. Porque el poema dicho, cantado, recitado y leído permite descubrir un mundo y, al mismo tiempo, descubrirse en ese mundo. Las palabras dicen algo y lo otro también:

EL SHOW DEL PERRO SALCHICHA 

Perro Salchicha, gordo bachicha,
toma solcito a la orilla del mar.
Tiene sombrero de marinero
y en vez de traje se puso collar.
Una gaviota medio marmota,
bizca y con cara de preocupación
viene planeando, mira buscando
el desayuno para su pichón.
Pronto aterriza porque divisa
un bicho gordo como un salchichón.
Dice “qué rico” y abriendo el pico
pesca al perrito como un camarón.
Perro salchicha con calma chicha
en helicóptero cree volar.
La pajarraca, cómo lo hamaca
entre las nubes y arriba del mar.
Así lo lleva hasta la cueva
donde el pichón se cansó de esperar.
Pone en el plato liebre por gato,
cosa que a todos nos puede pasar.
El pichón pía con energía,
dice: –Mamá, te ha fallado el radar;
el desayuno es muy perruno,
cuando lo pico se pone a ladrar.
Doña Gaviota va y se alborota,
Perro Salchicha un mordisco le da.
En la pelea, qué cosa fea,
vuelan las plumas de aquí para allá.
Doña Gaviota: ojo en compota.
Perro Salchicha con más de un chichón.
Así termina la tremolina,
espero que servirá de lección:
El que se vaya para la playa
que desconfíe de un viaje en avión,
y sobre todo haga de modo
que no lo tomen por un camarón.*
 de María Elena Walsh

7.
Nada hace suponer que esta sea la pócima para desentrañar el desafío de «enseñar» poesía, pero si creemos que solo con la palabra podemos cambiar el mundo, si necesitamos remover el «alma dormida» de ese que nos espera sentado en un aula, si disfrutamos cuando otro aprende, si deseamos que cada ser humano de este mundo descubra la felicidad que otorga un texto poético, si enseñar, por tanto, es la forma que hemos elegido para vivir para ser completamente; es entonces cuando este texto comienza a tener sentido, a convertirse en el primer paso para enarbolar la espada y, cual hidalgo de carne flaca embestir a los molinos que siguen girando para hacernos creer que esta real locura todavía es posible.



* Los poemas y canciones que forman parte de este ensayo han sido leídos -y probados- en distintas aulas, tanto de colegios secundarios como en CENS de jóvenes y adultos, así como también en capacitaciones en afabetización en el Nivel Inicial y Primer Ciclo.

5 comentarios:

Natalia dijo...

¡Impecable! ¡Sincero! Leer poesía y poder compartirla en el curso siempre es un desafío. Adhiero a la certeza que es mayor la dificultad para el docente que para el alumno. Se trata de leer poesía y seleccionar el material que les sea a ellos significativo. Este año me he sentido muy gratificada con las producciones poéticas de mis alumnos y su interés en seguir leyendo y que les prestara mis libros. ¡A seguir en el camino del verso con buena rima!

sergio dijo...

¡Qué lindo texto!

Yo, como me enamoro muy fácilmente de distintos poetas, suelo irme de mambo cuando elijo poemas para mis antologías (nunca de nunca tuve tratos con don Puerto de Palos). Así, a veces, elijo poemas muy extensos o muy complejos para un lector en ciernes.




A ver, a ver, a ver, repetía antes de morirse
como si algo le tapara la visión del otro camino
ése que ella ya tenía delante de las narices
pero que la dirección de su cuerpo aún se negaba a tomar.
A ver, a ver, a ver, siguió insistiendo hasta el cansancio
mientras los que rodeábamos su cama queríamos ver también
si es que realmente algo visible,
un ángel o cualquier otra aparición,
metida de lleno en la asepsia de ese cuarto
podía darnos la clave médica de que algo estaba por pasar.
Después de que murió me sentí culpable
de haberla confrontado con sus fantasmas
a ver qué, mamá, a ver qué, a ver qué.
Y aunque nada había para ver, eso es seguro,
ella encontró, parece, el objeto que buscaba
porque de un minuto para otro se quedó muda
mientras yo con la pregunta en la boca
me fui rumiando las razones de todos los asuntos del mundo
que en la cadencia insoportable de su repetición
no tienen, no tienen y no tienen
ninguna respuesta.
Tamara Kamenszain






Pero otras veces creo que suplo esta miopía con mucha onda y con algunos aciertos. Este año, por ejemplo, mis alumnos disfrutaron mucho de los siguientes poemas:


XI

Con un solo brazo, Billy
¿te asustan los árboles?
Tu brazo perdido para siempre
por haberte colgado del cable
de alta tensión ¿todavía te duele?
Los otros orangutanes
apenas te miran, y los cuidadores
repiten sin cesar la historia
a los visitantes con bocas abiertas
en oes gigantes. Poco importa.
Porque Billy, el mono de ojos
tristes y pelaje ralo, trepará
de noche los troncos, y mirando al cielo
verá las estrellas que hacen la hermosa
constelación del mono manco.

Bárbara Belloc (Argentina 1968)




ROCÍO BALDÍO

9 en una pieza para 3
por eso ella se siente libre
por las noches.

Cuando vuelve
de su prolija cacería de cartones
siempre para en una plaza desierta
taciturna
allí abre los brazos, cierra los ojos, respira la sombra,
contempla en calma las almas del verde,
la ausencia de los pájaros que duermen.

Durante esos segundos
olvida un poco el hambre.
el sinsabor
de manos extrañas en su ropa.

Entonces juega -sin saber-
la ritual comunión del desamparo:
y es la novia que lleva

algo viejo (casi todo)
algo azul (el frío en sus pies descalzos)
algo robado (manojo de flores rancias que oficiarán de ramo).

Suspira cuando piensa, resignada,
qué perra suerte tuvo
qué lejos ve pasar por su costado
la fastuosa nave de los pocos.

En cambio,
mientras siente en los párpados cerrados
el aire libre de la noche fresca,
en su comarca de ratas y luciérnagas
ella sueña que es la reina buena
del final feliz de un cuento
que nunca le contaron.

Débora Benacot (Mendoza, 1976)










Estación abierta, retorno.
En la vida no hay retorno.
Césare Pavese. Diario.




AHORA QUE VIENE EL TIEMPO DE LOS PÁJAROS

Ahora que viene el tiempo de los pájaros
y de los brotes en las ramas y la blancura
del almendro,

ahora que salgo al aire por las tardes
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe
el agua,

ahora que se agitan las polleras
al murmullo de la brisa,

ahora que los niños conquistan el baldío
y construyen refugios y saltan vallas,

ahora que en el barrio las mujeres se sientan
a la sombra de los fresnos y toman mate
y hablan,

yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia
tu casa.


Primavera 1992
In memorian Clara Rut Crimber

María Teresa Andruetto (Argentina 1955)




La cosa es, como ud dice, seguir leyendo, porque solo así mantendremos la pasión, componente imprescindible para transmitir (algo).

Marisa Perez Alonso dijo...

¡Que lindo leer poesía! ¡Qué lindo leer sobre poesía! ¡Qué lindo leer sobre otros que leen poesía para otros! También yo creo que la palabra poética es capaz de seducir a cualquier oído. Que la literatura en general no debería ser obligatoria en la educación, pero si faltara ese espacio en las escuelas, muchas personas no conocerían el placer por la palabra en ningún otro lugar. Creo que a veces leemos poesía para nosotros (casi como un acto terapéutico) y ese es un acto individual e instranferible; y en otras oportunidades leemos para otros y dejamos de ser nosotros para ser el poema. Gracias Ceci por tus reflexiones tan claras y certeras aunque sean a fin de año,

jnj dijo...

Hola. Mi nombre es Juanjo y soy profesor de literatura en un instituto de Girona. Mis alumnos de bachillerato están realizando un trabajo descriptivo en torno a plasmaciones y representaciones visuales quijotescas. Uno de ellos ha elegido el dibujo que ilustra su entrada en su comienzo. No sé si usted es su autora o, de no ser así, si sabe quién puede serlo. ¿Podría informarme al respecto, si es tan amable?

Anónimo dijo...

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