martes, 11 de enero de 2011

Antes y después de María Elena Walsh


La fotógrafa Sara Facio, última pareja de María Elena Walsh, es la autora de este retrato.




Por Fernando G. Toledo


No hay en la historia de la literatura argentina una pluma como la de María Elena Walsh (1930-2011). Refinada poeta, activa polemista: era todo eso. Pero su lugar especial en este panteón está bien ganado por lo que es su costado más popular: el de autora (e intérprete) de canciones infantiles.
Canciones, éstas, que conforman un universo literario único, de un nivel lírico pocas veces alcanzado en autores que quieren hablar para niños y muchas veces lo hacen como lactantes. María Elena, en cambio, no hizo más que escribir para niños como lo que era: una poeta, ante todo. Y por eso sus poemas (luego, canciones) están repletos de hallazgos estéticos, de métricas precisas, de giros poéticos acordes con el nivel de su talento.
Quizá esa sea la clave para que la potencia de sus creaciones pensadas para el público infantil hayan calado hondo en tantas generaciones. Desde sus inicios, a dúo con Leda Valladares, sus versos y sus personajes se instalaron en la cultura argentina, y mucho más allá de las fronteras de nuestro país.
Detenerse en cualquiera de sus canciones para niños, ir más allá de cantarla como la canta cualquiera para quien esas canciones hayan formado parte de su infancia, representa un verdadero descubrimiento de todos los pliegues de las mismas. Veamos, por ejemplo, la Marcha de Osías y estos versos:

«Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol
y también una galera con conejos
y una pelota que haga gol».


Allí se combinan la vena romántica e intimista del primer verso con el efecto surrealista y juguetón del segundo, para acabar con una alusión tan asequible como inocente en el último de estos cuatro.
En la más célebre canción, El reino del revés, María Elena consigue un efecto particular: celebrar la fantasía más absurda, propia de los juegos imaginarios de los chicos, con la fuerza de una alusión capaz de encerrar una verdadera radiografía de los vicios de una sociedad:

«Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres».


La poesía a veces llamada «para adultos» de la autora es de un enorme nivel, y sin embargo, a pesar de haber recibido elogios célebres (de Juan Ramón Jiménez, de Jorge Luis Borges), no tuvo la influencia de sus otras creaciones.
En cambio, la literatura infantil en español, en especial la lírica, tiene en esta escritora que el 10 de enero murió una bisagra insoslayable. Hay un tiempo antes y un tiempo después de María Elena Walsh, y todo aquel que vaya a escribir o leer pensando en los chicos lo hará, sin dudas, bajo la luz de su obra.

Poemas y canciones de María Elena Walsh

Término

Yo sé que estoy en vísperas de lo desconocido:
un presagio madura tristemente en mi pulso.
Por él ¡oh despiadado! ya imagino las noches
en que andaré descalza por pasillos oscuros.

Retoños de dolor que imaginó mi frente
en rojas certidumbres florecerán mañana.
Tengo el presentimiento de mi infausto bautismo,
de la amarga parcela que me está reservada.

Que el silencio presida mi pavorosa angustia,
que nada en mí pretenda huir de lo inevitable.
Para sufrir más tarde el tiempo de las lágrimas
vivo ahora esta edad de sed y aprendizaje.

Todas las cosas deben florecer. Que el augurio
se nutra de mi sangre y cumpla mi presente.
Como él es el paisaje que habitará mi dolor
yo soy un sitio que habitará la muerte.

(de Otoño imperdonable, 1947)


Balada del tiempo perdido

«Yo dormía pero mi corazón velaba…»
Cantares


Como a sus vanas hojas
el tiempo me perdía.
Clavada a la madera de otro sueño
volaban sobre mí noches y días.

Poblándome de una
nostalgia distraída,
la tierra, el mar, me entraban en los ojos
y por ociosas lágrimas salían.

Cuántos papeles ciegos
en la tarde vacía.
Qué multitud de imágenes miradas
como a través de una mortal llovizna.

Entorpecidas sombras
en vez de manos mías,
de tanto enajenarse en los espejos,
todo lo que tocaba se moría.

Memorias y esperanzas
callaban su agonía:
un porfiado presente demoraba
siempre las mismas ramas amarillas.

Qué tiempo sin sentido
el que mi amor perdía.
Qué lamentable primavera inútil
haciendo en vano flores que se olvidan.

Pero mi corazón
velaba y no sabía.
Recuperada su pasión secreta
ahora enamorado resucita.

Y el tiempo que hoy me guarda
entre sus hojas vivas
es un tiempo feliz desde hace tantos
sueños que nacerán en la vigilia.

(de Baladas con ángel, 1952)


La reina Batata

Estaba la Reina Batata
sentada en un plato de plata.
El cocinero la miró
y la Reina se abatató.

La Reina temblaba de miedo,
el cocinero con el dedo
–que no, que sí, que sí, que no–
de mal humor la amenazó.

Pensaba la Reina Batata:
–Ahora me pincha y me mata.
Y el cocinero murmuró:
–Con esta sí me quedo yo.

La Reina vio por el rabillo
que estaba afilando el cuchillo.
Y tanto, tanto se asustó
que rodó al suelo y se escondió.

Entonces llegó de la plaza
la nena menor de la casa.
Cuando buscaba su yoyó
en un rincón la descubrió.

La nena en un trono de lata
la puso a la Reina Batata.
Colita verde le brotó
(a la Reina Batata, a la nena, no).

Y esta canción se terminó.

(de En el país de Nomeacuerdo, 1967)



La cigarra


Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí,
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez,
y seguí cantando.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

(de Como la cigarra, 1972)


Complicidad de la víctima

Besé la mano del guardián
y lo ayudé a bruñir cerrojos
con esa antigua habilidad que tengo
para borrar innecesariamente
toda huella de bien habida corrupción.
Permití las tinieblas,
rigores me tranquilizaron.
Saludé agradecida al aumentado déspota
y agité flores y banderas
en honor de su rango
de sembrador de oprobios para prójimos
pero no –quizás– para mí.
Odié a las otras víctimas
en lugar de hermanarme
y no quise saber qué sucedía
en el vecino calabozo
o tras los diarios, más allá del mar.
Por eso me dejé vendar los ojos,
sencilla y obediente.
¡Es tan dulce la vida sin saber!
Acepté el castigo
con hipocresía de estampa
por si lo merecía mi inocencia
y fui capaz de denunciar
no al amo sino a la insensata esclava
que desdeñaba protección y ley.
Por pereza me dejé coronar
de puños o serpientes
y admira sin fisuras
a ujieres y embalsamadores,
el fascinante escaparate de los serios.
No supe compartir el sufrimiento
y orgullosa de su exclusividad
inventé argucias contra la rebelión
y jamás en sus aguas dudosas me metí.
Fui custodia del fuego
–a mucha honra– para pequeños meritorios
y santones cubiertos de moscas.
Juro que nunca vertí veneno en su sopa
y en mis tiempos de bruja les alivié las llagas,
favor que me pagaron con incendios
pero yo perdoné
porque ¡es humano quemar!
La razón del verdugo
justifiqué callando y otorgando
y preferir durar decapitada
que trascender a mi albedrío
porque la libertad, ya sabéis, amenaza
con alimañas de perdición
como abismo a los pies de un paralítico.
Dormí con la conciencia
engrillada pero limpia
¿Qué culpa tiene una sombra?
Quise investirme de prestigio ajeno
y el sometimiento era vínculo,
me contagiaba un solemne resplandor.
Por eso permanezco
fiel a iniquidades y censores.
Al fin y al cabo me porté bien,
supe negociar
mi pálida y frágil sobrevivencia.

(de Poemas 1978-1982)

3 comentarios:

jose dijo...

Ha sido una curiosa casualidad ... ahora mismo mis hijos acaban de terminar de ver una película que se llama "Manuelita" y que está basada en una canción de María Elena Walsh. Nunca antes había oído hablar de esta fabulosa poeta, gracias por el descubrimiento. Todo un hallazgo esta flor adentro de un raviol.

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: indudablemente, habrá un antes y un después de María Elena. Para mí ha ido sido un descubrimiento esporádico, a cuentas gotas, pero de un disfrute enorme en cada encuentro con sus canciones y poemas.

Creo que nuestra generación de los treinta y pico nos vimos un poco perjudicados. Yo entré al Jardín de infantes en el '81 y las canciones de la Walsh no se cantaban ni se la nombraba en la escuela. Ni si quiera "Manuelita". Aunque, como la buena poesía, se filtraba siempre por lados laterales. Y en un libro de mi hermano mayor estaba el poema/canción (la vine a escuchar décadas después) "La familia polillal" que me fascinaba y me empeñé en memorizarla:

La familia polillal

La polilla come lana
de la noche a la mañana.

Muerde, come, come, muerde
lana roja, lana verde.

Sentadita en el ropero
con su plato y su babero,
come lana de color
con cuchillo y tenedor.


Sus hijitos comilones
tienen cuna de botones.

Su marido don Polillo
balconea en un bolsillo.


De repente se avecina
la señora Naftalina.

Muy oronda la verán,
toda envuelta en celofán.

La familia polillal
la espía por un ojal,
y le apunta con la aguja
a la Naftalina bruja.

Pero don Polillo ordena:
--No la maten, me da pena;
vámosnos a otros roperos
a llenarlos de agujeros.


Y se van todos de viaje
con muchísimo equipaje:
las hilachas de una blusa
y un paquete de pelusa.

Como analizás tan bien vos, esta inocente canción podría leerse además entre líneas como una metáfora del exilio. Me acuerdo la tristeza que me daba cuando se iban "a otros roperos".

Como dije, para mí ha sido un descubrimiento espontáneo y casual. Escuchando el último disco de la enorme Teresa Parodi, "Corazón de pájaro", me enamoré de una canción que se llama "Barco quieto". Cuando leo el librito, la autora era María Elena Walsh que, como la cigarra, me estaba cantando subterráneamente en la voz de otra cantante.

Dejo la primera estrofa:

No te vayas, te lo pido,
de esta casa nuestra donde hemos vivido.
Qué nostalgia te puedes llevar
si de la ventana no vemos el mar.
Y afuera llora la ciudad
tanta soledad...

sergio dijo...

Digamos que alguna gente no le perdonó aquello del País jardín... Pero más allá de que tal vez la protegía su notoriedad había que tener ovarios para decir algunas cosas que dijo. Tal vez, con la perspectiva que dan los años, dos o tres líneas no fueron muy afortunadas, pero el resto es un alegato muy fuerte contra la censura. Era una mina bastante power.