viernes, 18 de junio de 2010

El año de la muerte de José Saramago




A los 87 años murió el Premio Nobel de Literatura, José Saramago. Fue novelista, poeta y periodista. Sus cenizas serán esparcidas en Portugal, su país natal, y en la isla española de Lanzarote, donde residía junto a su esposa.
El escritor portugués murió este viernes en su casa de la localidad de Tías, en la isla española de Lanzarote, donde residía, tras una larga enfermedad a pesar de la cual se mantuvo activo casi hasta el final de su vida.
Nació el 16 de noviembre de 1922 en el pueblo rural de Azinhaga, cerca de Lisboa, bajo el nombre de José de Sousa Saramago. Fue más conocido por el apodo de su familia paterna, Saramago, que el funcionario del Registro Civil añadió al inscribirlo.
A pesar del prestigio que ganó con sus libros anteriores, obtuvo una fuerte popularidad cuando su novela El evangelio según Jesucristo no participó del Premio Literario Europeo por prohibición del gobierno de Portugal, que lo catalogó como una «ofensa a los católicos». Como acto de protesta, Saramago abandonó su país en 1993 y se instaló en la isla de Lanzarote, con su mujer.
En 1998, la Academia Sueca de las Letras encontró a Saramago merecedor del Premio Nobel de Literatura en mérito a un trabajo que «con parábolas sustentadas con imaginación, compasión e ironía continuamente nos permite captar una realidad fugitiva». Fue el primero y hasta ahora único autor de Portugal que recibió éste premio.
Cualquiera que se acerque a leer alguna de sus novelas como La balsa de piedra, Todos los nombres o La caverna podrá reconocer la poderosa pluma lírica y reflexiva que recorre sus historias. Sin embargo, el portugués contaba con un grupo de poemarios que en 2005 recogió Alfaguara en su Poesía completa. De ese libro compartimos estos poemas.




Hasta el fin del mundo

Ya es tiempo, Inés, el mundo acaba
En que el amor fue posible y urgente;
La promesa tallada en esa piedra,
O se cumple hoy, o todo miente.


Aquí la piedra cae

Aquí la piedra cae con sonido distinto
Porque el agua es más densa, porque el fondo
Se asienta firmemente en los arcos
Del horno de la tierra.
Aquí se refleja el sol y roza la superficie
Una rojiza canción que el viento esparce.
Desnudos, en la orilla, encendemos convulsos
La hoguera más alta.
Nacen aves en el cielo, los peces brillan,
Toda la sombra se fue, ¿qué más nos falta?



Vértigo


No va el pensamiento a donde el cuerpo
No va. Emparedado entre rocas,
Hasta el propio grito se contrae.
Y si el eco remeda una respuesta,
Son cosas de la montaña, son secretos
Guardados entre las patas de una araña
Que teje su tela de miseria
Sobre la piedra suspendida de la cuesta.

1 comentarios:

Cecilia Restiffo dijo...

Querido José:
Que triste enterarme de tu partida tan abrupta, como no alcancé a despedirme te escribo esta breve esquela.
Has de saber que allá por el año 1998 cuando nos conocimos a propósito del Nobel quedé muy impresionada por tu prosa, cosa que no es novedad para vos, eso te lo deben decir a cada rato; pero también además de la admiración que me generan los argumentos de cada una de tus novelas, sobre todo las de tesis, me maravilla y me emociona cómo te las ingeniás siempre para que "la poesía" esté presente en cada hecho contado aún en los más tremendos y digo LA POESÍA porque es así como la siento sin categorización, ni posturas, ni metros, LA POESÍA está allí pura, inocente, bella, esencial.
Esto José, me ha llevado a leer compulsivamente cada uno de tus libros no sólo con un hambre voraz por las historias sino por la gula que me significa descubrir y degustar el lirismo de algunos pasajes.
Bueno, amigo mío, sé que esta despedida es transitoria pues la semana que viene comienzo a releer "Todos los nombres", y allí nos veremos para charlar seguramente de todas esas cosas que nos gusta descubrir juntos.
Ah,sabés que me gusta esa forma directa y franca de pensar y de decir, últimamente estoy pensando en vivir bajo la filosofía Saramago: "digo lo que pienso siempre". No sé tal vez esto de cumplir años me esté poniendo más radical que de costumbre.
Te quiero! Todavía no hace unos días que te fuiste y ya te extraño.
UN BESO, Cecilia.