martes, 18 de mayo de 2010

El cubano Waldo Leyva ganó el X Premio Casa de América de poesía


Comunicado de prensa de Casa de América


Reunido en Granada el 15 de mayo, el jurado calificador del X Premio Casa de América de Poesía Americana integrado por Jorge Boccanera (Argentina), Julia Escobar (España), Luis García Montero (España), Jesús García Sánchez (España), Andrés Pérez Perruca (España), Benjamín Prado (España), Juan Manuel Roca (Colombia) y Anna María Rodríguez-Arias (secretaria), concedió por mayoría el Premio de Poesía Casa de América al libro El rumbo de los días del poeta cubano Waldo Leyva.
Casa de América y Editorial Visor Libros comparten la convicción de que la poesía es la más alta expresión artística y que en su cultivo y difusión radica una de las claves de la educación para la democracia. Más aún, en las fronteras de la palabra creadora se juega hoy el destino de la cultura misma como testimonio supremo de la aventura humana. Por ello, el X Premio «Casa de América» de Poesía Americana aspira a estimular la nueva escritura poética en el ámbito de las Américas, con especial atención a poemas que abran o exploren perspectivas inéditas y temáticas renovadoras.
Waldo Leyva, nacido en 1943, es poeta, ensayista, narrador y periodista. Ha publicado, entre una veintena de libros, De la ciudad y sus héroes (Premio de poesía, Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1976); Breve antología del tiempo (Cuadernos el Vigía, Granada, España, 2008); Remoto adagio (Ediciones Unión, La Habana, 2008); Asonancia del tiempo (Fundación José Manuel Lara, Ediciones Vandalia, Sevilla, España, 2009); Los signos del comienzo (Monte Avila Editores, Caracas, 2009.
El jurado destacó la emotividad profunda de los poemas de Leyva, la variedad de registros, su intenso lirismo y el dominio de la métrica clasica que contrasta con su modernidad expresiva.


Tres poemas de Waldo Leyva



La distancia y el tiempo


Tú estás en el portal, apenas has nacido.
Caminas hacia el mar y, cuando llegas,
tienes el pelo blanco y la mirada torpe.

Desde la costa se ven las tejas rojas de la casa.

Si quieres regresar, ya no es posible;
a medida que avanzas se borran los caminos.

Tu camisa de niño aún está húmeda
y la veleta de abril en el cordel
indica para siempre la dirección del viento.

Qué gastadas las uñas,
qué frágil la memoria,
qué viejo tu zapato por la arena.

*

Utopía


¿Qué color puede tener mañana el día?
Estamos en verano,
si te detienes a pensar,
si juntas todas las horas de tu vida
tal vez logres imaginar
los olores del amanecer.

¿Qué color puede tener mañana el día?
El canto de algún pájaro perdido,
los ojos del que va a tocar tu puerta.
Ningún día es igual, y tú lo sabes,
pero quieres que mañana
y todos los mañanas de mañana
se parezcan a un día de hace tiempo.

¿Qué color puede tener mañana el día?
Quizás no todo el día, ni siquiera una hora,
sólo el minuto aquel, el segundo preciso
en que pudiste ver como en un sueño
el azul intocable de esa isla.

*

Asonancia del tiempo

Si ya no estoy cuando resulte todo,
cuando el tiempo en que vivo ya no exista,
cuando otros se pregunten si la vida
es el triunfo del hombre, o es tan solo

un perenne comienzo, un grito sordo,
un rasguño en la piedra, la porfía
inútil del abismo, pues la cima
puede llamarse altura porque hay fondo.

Cuando todo resulte sólo quiero
que alguien recuerde que al fuego puse
mi corazón, el único que tuve,

que yo también fui un hombre de mi tiempo,
que dudé, que confié, que tuve miedo,
y defendí mi sueño como pude.

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