domingo, 26 de abril de 2009

Poesía desde los bordes




Dos nuevos libros de la editorial artesanal de Mendoza carbónico ediciones;mza: las heras, de Claudio Rosales y Nunca fui tan feliz como cuando era dark, de Leonardo Pedra.


Con una tirada pequeña, pero que apuesta a la circulación de mano en mano y a la calidez de lo “hecho en casa”, aparecen estos breves poemarios que se suman a una interesante lista de diez obras publicadas por la editorial.

La propuesta es una poesía que juega con el humor irreverente, en el caso de Pedra; y Rosales intenta darle una vuelta de tuerca a lo telúrico y al coloquialismo. Los dos libros presentan personajes borders y cucurtianos que deambulan en un realismo sucio a lo Carver, además se manifiestan con un lenguaje de fuerte resonancia en los poetas beatniks de los ’60.




Algunos poemas

*-***

si salís al picante bulevar
o cauce seco de mafia y amnesia.
y no hay nadie;
¿a quién matás entonces?


manzanita: la mano toda
tatuada con comillas,
empeda a su maricón
que llegó ayer de Santiago.

Palomas de galpón
frente al canal:
putas del desguarecer
y su calambre alcohólico.


**-*hola loco

madrugada de los enamorados:
el viejo Monte le enjuaga
las bolas
al pibetravesti
sentado
en el Ferrum
blanco del baño
de la Gorda Pao.

Pimpantes o algo parecido,
por la conversa del sobrino, tomamos cerveza.

-traete unos vasos Shirly…


las heras, de Claudio Rosales


***


Método para apagar la luz de mi mente

Me siento en la cama
enciendo el velador
abro los ojos tanto como puedo
apago el velador
dejo que la oscuridad penetre en mi cráneo
es lenta
se mueve como humo
como nubes en negativo
espero pacientemente
que todo brillo se extinga
luego cierro los ojos
me acuesto
me tapo y ya.

Lobo

Tirado de costado acaricio al lobo dormido,
es tan suave su pelaje.
Temo que despierte.
Lentamente me acomodo a su lado,
lo abrazo con mucho cuidado,
siento su enorme cuerpo relajado
respirar profundamente,
siento sus músculos hechos
para correr contra el viento,
regados con agua bebida del río
y sangre tibia de corderos.
Hundo la cara en su tibio cuello,
me pierdo en su perfume salvaje,
cuando despierte sé que me comerá.

Nunca fui tan feliz como cuando era dark
, de Leonardo Pedra

sábado, 18 de abril de 2009

Cuando la poesía no es un poema



Estás apestando todo el valle con tu ñoñez…

(Jimbo a Nelson en Los Simpson, episodio 156)



Con frecuencia leo en los diarios o me llegan por e-mail, gacetillas de presentaciones y concursos de dudosa reputación donde se confunde, sin ton ni son, un vocablo con otro: poesía y poema. En unos reza infamemente “La autora, Nélida Rosa Gómez de Manzur, presentará en la SADE su undécimo libro de poesías”. En otros con impunidad solicitan “…de 6 a 8 poesías que no excedan los 50 versos”. Al mismo tiempo me he encontrado con una cantidad variopinta de antologías de poesías publicadas y también con las que arman sin criterio las inocentes y siempre apuradas profesoras de la secundaria. Qué decir, entonces, de las “Poesías completas” de José Asunción Silva, de Antonio Machado o de Rubén Darío. Uno siente que “La realidad y el deseo” de Cernuda, que reúne toda su obra poética, es un plato volador que aterrizó sobre el obelisco de las librerías.

Basta. Me cansé. Como hace ya varias décadas se hastiaron de ser llamadas “poetisas” las mujeres que escribían poesía como un acto que las justificaba y no como un hobbie entre la radionovela y la llegada del marido de la oficina. Estoy más que harto de que para referirse a los textos construidos por versos que pertenecen al género lírico se les llame irresponsablemente “poesías” y no poemas.

Me explico. Como la música o la pintura, la poesía es el género. Por lo tanto, su significado es semejante al término lírica, ya que no se refiere a un texto o a muchos, sino a su especie o conjunto que incluye a los himnos, las canciones, las odas y, casualmente, a los poemas. Sin embargo, uno podría pensar que popularmente se ha impuesto la palabreja, que a nadie le importa la diferencia, que “poesía eres tú”, y entonces, todos felices. Grave error.

Tal vez pueda decirse también que, ante tanta proliferación del término como un hongo nocivo, estoy negando la realidad. Que tengo que aceptar que poema tiene un simpático sinónimo. Puede ser. Pero lo que yo estoy tratando de combatir es una realidad. Porque poesía no es el sinónimo, sino el gemelo malvado y burdo de poema.

Pasa que, luego de machacarle a los alumnos y corregir con disimulo a colegas, me di cuenta dónde radica el peligro, en qué grieta se cuela el virus mortal de esta palabra. Pues en la ñoñez, queridos amigos. Si alguien viene y me espeta, sin más, que acaba de publicar un libro con 50 poesías, enseguida pienso que este autor perpetró versos que remedan torpemente el octosílabo, con rima asonante, pero que a veces confunde y mezcla con la consonante y la libre, entre otras barbaridades del montón. Que además ese libro tiene primorosas poesías dedicadas a la madre fallecida, a su terruño dorado, a la niñez perdida, a algún prócer olvidado, a las estaciones del año. ¡Cuánta zalamería! ¡Qué “útil” para leer en los actos escolares! Pero qué tristemente alejado de la lírica.

Por eso es que tomo con firmeza la lanza de la poesía (cuidado, hablo sólo del género). Poesía escrita con conocimiento de causa, construida compulsivamente como un taxidermista que quiere capturar un instante de la existencia. Aquella poesía, finalmente, que, en cada uno de los poemas, despierte al monstruo agazapado en cada lector y le renueve la sed. Esto que escribo “no es para el mal de ninguno, sinó para el bien de todos”, como dice el inmortal poema de José Hernández.


***

Para deleitarse, la "declamación" de la poesía Numen de amor

viernes, 17 de abril de 2009

Un mendocino en el Festival de poesía de Buenos Aires




El escritor mendocino Juan López leerá sus poemas en la segunda jornada del IV Festival Internacional de Poesía 2009 que se desarrollará en la Feria del Libro de Buenos Aires. Este encuentro, que reúne a escritores nacionales y extranjeros, comenzará el miércoles 29 de abril, a las 20.30. Ese día, la Fundación El Libro, organizadora del festival, entregará una distinción a la editorial Último Reino por su 30 aniversario, y un recuerdo al poeta Daniel Chirom. Además, Graciela Aráoz presentará al gran poeta mexicano José Emilio Pacheco (1939), quien leerá sus textos y dialogará con el público. A partir del jueves 29 y hasta el sábado 2 de mayo, los poetas invitados leerán en dos turnos (18.30 y 20 el jueves, y 19 y 20.15 el viernes y el sábado) en la sala Rincón de la Lectura. El cierre del festival será el sábado 2, a las 21.30, y estará a cargo de la poeta Luisa Futoransky (Buenos Aires, 1939).

La lectura de Juan López será el jueves 30 de abril, desde las 20, presentación en la que se destaca la poeta Diana Bellesi.

sábado, 11 de abril de 2009

Noche de ronda, poesía y música

Presentación de la revista Serendipia N° 11. Recital de Patricia Rodón, Rubén Valle (poesía) y Jorge Martín (música).



por Paula Seufferheld

Las gacetillas informaban que la presentación de la revista literaria Serendipia nº 11 sería el viernes 3 de abril, en el Museo del Área Fundacional a las 22. Incluiría, nada menos, un recital donde se reunirían Rubén Valle y Patricia Rodón (poemas) y Jorge Martín (teclado). ¿La entrada? Un libro para una biblioteca popular, uno más de los gestos solidarios de Alejandro Frías y Lorena Puebla, responsables de esta publicación cultural.

Esa noche, todavía en su casa, esta cronista debía afrontar dos problemas: ¿qué libro llevaría?, ¿cómo llegaría al Museo del Área Fundacional desde Palmira? Miró su biblioteca: 3 volúmenes de El Principito, regalos de distintos cumpleaños y 2 ejemplares de El Perfume. El libro de Saint Exupery le pareció infantil, en cambio, el thriller de la Edad Media era una buena intriga, alguien sabría disfrutarlo.

Ya en el centro, esta redactora de incógnito, encontró el Museo y dio dos vueltas por la plaza Pedro del Castillo. Solo veía novias y quinceañeras sacándose fotos en las distintas fachadas del edificio. Detuvo su auto y se limitó a observar. De pronto un joven cruzó la calle con un libro en una de sus manos. Había que seguirlo. Sin que percibiera el acoso visual, el muchacho y la que escribe llegaron al bar Don Hilario casi al mismo tiempo. Al aire libre se habían dispuesto las mesas alrededor de una pérgola iluminada. Allí estaba montado el pequeño escenario donde los artistas darían su recital de poesía y música. ¿Público?, mucho. 60 personas que colmaban todas las mesas y los espacios de césped. ¿Clima? ¡Qué decir de este eterno verano! Parafraseando unos versos de la Rodón, daban ganas de dejarse estaquear por las estrellas hasta la mañana. A este marco se sumaron el vino, las empanadas y las picadas para dar consistencia, aroma y sabor a la previa de este encuentro.

Con su bonhomía y calidez marca registrada, Alejandro Frías abrió la presentación comentando las distintas secciones de la revista, hizo hincapié en las nuevas como “El duelo” que consiste en desafiar a 4 escritores para que elaboren un relato a partir de una frase disparadora y “Ayer te vi” donde distintos autores irán develando sus rostros. ¿La intención de esta sección será que las letras den la cara? El responsable de Serendipia, también contó con orgullo el interesante intercambio literario que se está gestando entre escritores mendocinos y mexicanos en el contexto de la revista y del Grupo Café Literario del D.F., “menducos” y “defianos” se conocen y publican sus materiales aquí y allá, ¿qué tal? Después de este breve paneo por la publicación, Alejandro sacó bombos y platillos para presentar a los dos poetas convocados, las estrellas de la noche. Hacía mucho tiempo que no entrelazaban sus voces y Serendipia lo logró. ¿Exageró Frías cuando comparó este encuentro con una reunión de ex-Beatles? Cada lector-oyente del dúo habrá tenido su juicio, lo cierto es que este tipo de presentaciones rim-bom-bantes además de controvertidas son muy divertidas.

En un tono pausado, donde palabras y silencios se intercalaban con justeza, Rubén Valle leyó algunos de sus poemas. Brevedad e ingenio brillaron en “Monólogo exterior”, “Vox Populi”, “Legado”, “Darwin” y “Un poeta por día”. En este último texto el poeta revela una pesadilla: Anoche soñé con perros/se comían un poeta por día.

Patricia Rodón demostró otra vez que una voz dulce puede cohabitar con una lengua descarnada. Presentó algunos poemas de su libro inédito Colores primarios como “De pasos” y “Agua clara”.

A medida que se sucedían los poemas, algo resultaba extraño: nadie aplaudía. Incluso la Rodón, cuando escuchó el primer aplauso agradeció este gesto que ya no esperaba. ¿El público fue poco expresivo o no quiso interrumpir el fluir de las palabras que iban de un poeta a otro? Creo que todos los presentes optamos por el silencio que permitió que paladeáramos desde los títulos hasta las inflexiones de voz de los puntos finales. (¿Todo esto no será una sanata de esta redactora para justificar la modorra etílica de varios asistentes?).

El dúo Rodón-Valle subió tres veces al escenario. Este concierto se completó con la participación del pianista Jorge Martín que desplegó un repertorio de temas ágiles y contundentes como “Migración de pájaros”, basado en textos de El Principito (sí, el mismo libro que la que escribe no quiso donar), “Aquellos días”, “Rojo sobre rojo” y “43 puestas de sol”. El músico sorprendió al final con una tranquila canción de cuna desprovista de los toques dramáticos del resto de sus composiciones.

¿Por qué estos 3 artistas no se unieron en algún momento de la noche? ¿Qué resultado se hubiera obtenido de este cruce de fuerzas poéticas y musicales? Es algo que muchos de los presentes nos quedamos con ganas de saber.

La presentación concluyó con la venta de la revista, el pan más sabroso para aquellos que editan y escriben. Con ese manjar, 80 páginas de olorosa tinta fresca, nos fuimos del bar, borrachos y efusivos de palabras abundantes y justo vino.



Algunos poemas de los autores



Monólogo exterior

Creo en las verdades piadosas
En el tic tac de la hoja en blanco
En que uno más uno es uno
Y que poco importa si venimos de Eva
los monos o los barcos
Creo que dios es una luciérnaga en pleno día
y que los padres son magos antes que reyes
Creo que la fe es una ventana
y hay quien se tira y quien no
Quien habla un idioma propio
y quien calla en la lengua del otro
Creo en caminar por el filo de una palabra
Tropezar dos veces con el mismo poema
Y blasfemar contra las putas musas
Creo en la duda y su recompensa
Creo que creo
Creo que todo está dicho
Tanto que vale decirlo una vez más.


Rubén Valle, de Tupé (inédito)


Los misterios que merecen ser salvados



El resplandor que sale de la voz de los cantantes
La confusión del adn de los muertos
La canción de una niña a su muñeca
Los poemas que se llevan como amuletos
Las cosas que se mueven en el final del viento
La asamblea que discute en el insomnio
El micrófono escondido en los secretos
El canal privado de los sueños
Las manos de los músicos
La insondable noche y las estrellas
El pie salvaje de las bailarinas
Los abrazos de los que vuelven
El silencio y su eco
Los blues que son la tristeza en su belleza
Los besos que son campanas que suenan para adentro
El goce y su pura alegría
El aire que circula entre las palabras de amor
Los ojos de las mujeres cuando se pintan los labios.



Patricia Rodón, de Estudio voyeur (2001)

jueves, 2 de abril de 2009

Y mucho después vinieron los performers









En el curso de ingreso a la carrera de Letras, hace ya unos cuantos años, una profesora leyó un poema. No era la primera vez ni sería la última que yo asistiera a un acto semejante. Algo, sin embargo, sucedió. Algo que, aunque suene desmedido, no dudaría en calificar de mágico ¿Cómo explicar si no la porfía de mi memoria (sé que la de otros también) en cobijar esa voz, el clima propiciado por esa voz? Una voz suave, igualmente distante en su dicción del prosaísmo de la lectura de un diario, cuanto de las discípulas de Berta Singerman, que con sus ampulosidades convierten cualquier poema en una “puesía”; o de los performers que… ¿qué hacen exactamente con el texto los performers? En fin. Recuerdo esa voz diciendo:


Con hombres como tú el comercio sería
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.


Esa voz sigue aquí. Y tal vitalidad me persuade de la importancia de una buena lectura en voz alta, tanto en la experiencia solitaria como en la colectiva de la poesía, pues, es innegable –de eso da fe cualquier manual de literatura-, la ligazón entre lírica y música. Desatender entonces a su condición primera de hecho sonoro, a su “entrar por los oídos”, es, cuando menos, un error.


“Casi quisiera sentenciar que hasta que un texto no encuentra sustento en su debida voz, retacea, al menos en mi sentir, algunas de sus revelaciones fundamentales”, anota con peso Santiago Kovadloff. De mis afanes a ambos lados del mostrador de la institución educativa, he aprendido que el conocimiento es el primer peldaño para alcanzar esa debida voz. O sea, sospecho que poco o nada debía a la espontaneidad la profesora a la que me refiero: cada inflexión, cada tono eran hijos de un conocimiento preciso del texto; incluso su emoción, aunque pura, no era original, era la emoción de lo repetido:


Durante las tardes meridionales del verano,
A través de una clara ciudad, solas las calles,
Llevarías en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
Oculto su blancor, como alas de paloma.


Es decir, para que la voz escoja el sendero correcto y no otro, para que la benevolencia del público sea captada, más, tratándose de un auditorio -el escolar- esencialmente hostil; quien lee debe apoyarse en el conocimiento. Conocimiento que, nobleza obliga, no abunda, puesto que la lírica es el “talón de Aquiles” en la formación de los profesores de letras; amén de ser también el género que reclama una frecuentación más constante ¿O no fue en la familiaridad donde ese fogonazo casi libidinal que sentimos por algunos poetas devino amor? De más está decir que en cada sílaba proferida por la boca de la que hablo, el fervor por Luis Cernuda vibraba:



Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Para su gracia oscura tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho,
Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Una moneda a cambio dejaría en tus manos.


Entonces, no es tarea menor tender con la voz (reitero: no se trata de gargantas potentes al estilo de los egresados del ISER ni de actores aullando a Girondo, dejando jirones de Girondo, sino de voces corrientes entrenadas en la lírica) un puente para que ese amor por el poema alcance, a través del oído, claro, los corazones de los oyentes. Porque aun cuando en la escucha no lleguemos al hueso –semántico- del texto, la impresión de esa lectura, al involucrar los aspectos más sensoriales del arte de la palabra, resulta en muchas ocasiones indeleble.


Así podría darse el caso de que la relectura de un poema se transformara en una actividad “coral”, que nos instale en el centro de algo mayor (¿una tradición?). Léase: mi voz de esta tarde superpuesta a la de Cristina Salatino de hace ya unos cuantos años, interpretando a dúo “El indolente”:


Así, al ponerse la tarde, tú podrías
De un vino transparente beber el calor rubio,
Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y luego silencioso, tendido junto al río,
Ver latir en la honda noche las estrellas.

viernes, 27 de marzo de 2009

Contra los poetas jóvenes


En el ciclo "Manifiesto"* que se realiza en Palermo, Buenos Aires, la poeta Leonor Silvestri plantó bandera el 17 de marzo que pasó. Dedica un párrafo más que interesante a las mujeres poetas y alude a las camarillas que se tejen en la Capital. Al menos, para escuchar y pensar. Aunque no se puede dejar de emitir una opinión.

Un fragmento de este texto, leído por su autora, puede verse y escucharse aquí.

El texto completo, aparecido en su blog, dice así:


Nos queda un largo viaje y mucho que hacer, ahora es cuando, ahora y todo
Hector Hernandez Montecinos

Para HHM y su La Interpretación de mis sueños, texto fanzine, sin el cual yo no estaría escribiendo esto y para Yaskim Melchy el chico dorado de Andrómeda, por cuidar de la sudaqués gemela de H.


Voy a escribir sobre los poetas, porque ese es mi gremio, mal que me pese, y porque no soy como esas cuarentonas reina de la música indy noventera que cantan, bailan, son investigadoras de las ciencias, periodistas, madres, vedettes. Yo soy poeta y no mucho más. Y voy a escribir esto con lo mejor que tengo en mí. Son dos características que concito y convoco en este viaje. Son dos alhajas, diamantes, rubíes facetados, tallados contra toda doma social que en vano intentó y con su escarnio sigue intentando erradicarlas de mi cuerpo. No son verdes esmeraldas, bilis de envidia o de esperanza. Sino rojo odio y negra violencia. Y con este odio mío más profundo que la garganta escupe fuego de un volcán, odio inconmensurable, eterno, que los hierve en mi sangre, incomprensible en un mundo de “está bueno”, “buena onda”, “todo bien”, vomito violentas balas, palabras enérgicas con las que pienso a partir de ahora abandonarles a todos ustedes que nuevamente en vano conspiran y conciertan contra quienes resistimos; somos enormes e infinitos en nuestra arrogancia, resistentes y más inmensos que el silencio o el sonido.
Pretendo hoy mismo enterrarlos en vida, bajo un basural de wasca, genocidas de la diversidad, de lo distinto, poetas burócratas y reformistas. Mi odio radical e insano, los acompaña, alimento diario y escudo personal cuasi infranqueable con el que repelo sus infundadas, irrisorias infamias e ignominias, flechas, débiles hasta la injuria. Cierto, la violencia no se usa más, excepto que la use el estado, del cual ellos se vuelven parte, ahora solo queda bien el asistencialismo de los talleres a gente inocente en cárceles, pero a mi solo me interesan los culpables, los que efectivamente asesinaron y robaron a mano armada, los que mataron a su madre y a toda su familia.
Y acá me robo la primera máxima que espero todxs entendamos: la poesía joven no existe, los poetas jóvenes no importan, lo que existe – y pugna por perdurar- son escrituras nuevas, y luego NADA. Y los poemas desencantados, desorbitados de rara rabia ardiente claridad que nos hablan solo a quienes nos hablan y a nadie más, de solidaridad freak para quienes vivimos atormentadxs por los temas y las prácticas de nuestros colegas, y pese a todo sonreímos, y logramos ser felices, sea lo que fuera que eso nos signifique, y sobre todo cogemos, si, cogemos, cogemos, cogemos.
Pienso a partir de hoy y para siempre reconciliarme con mi intransigencia absoluta, intransigencia caprichosa, de malos modos y maneras, de codos en la mesa, y pocos amigos, con mi impaciencia en los juicios, rápidos, vehementes y precipitados, y con mi visión: camino junto al tiempo, y todos ellos, dejarles aunque me valga la soledad más absoluta en procesión encaminada al funeral. Hoy todavía tengo 32 y nunca más pediré ni perdón, ni disculpas ni trataré de esconder que veo lo que ustedes quieren esconder, y así congraciarme. Veo lo que veo y punto, y mis ojos basiliscos también los ven a ustedes, odiados y mediocres poetas del poetaje universal. Hoy dejo de postrarme y persignarme y me convierto en raza de maíz a la cual jamás tendrá acceso por que viajan en la ruta con peaje como turistas de la vida con 20 kilos de sobrecarga de equipaje.
Sépanlo, las ideas no son trajes, ni sacos, no se prueban a ver si calzan, a ver si egoístamente podemos darle a nuestras agotadas vidas un sentido. No son ni posibilidades, ni opciones, ni chances, sino existencias contra la dominación, incluso la propia.
Y qué decir de las mujeres poetas no van estar toda esta vida cocinándole a los varones, a nuestros varones, cuando por suerte algunas, poetas especialmente, cuentan con el dinero suficiente para adquirir todas las noches comida de delivery, Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken, otras tendrán maridos o maridas, para el caso es lo mismo, poetas, con cargos importantes en la agenda cultural de estos países pobres y con ellas comparten su dinero y su cuenta bancaria; y las más privilegiadas tienen a la señora que limpia, que no es otra que la mucama, la sirvienta, la sierva, la empleada doméstica o como quieran llamar a la esclava de casa (y no me vengas con que le hace bien trabajar y necesita el dinero, dinero que podrías estar dándoselo igual, lo mismo que una capacitación en lo que vos sepás hacer) pero es más cómodo que otra te limpie la mierda propia. Sangrar una lengua muerta. ¿Para qué conocer a estrellas de rock y poetas, malditos? Yo no quiero ni a poetas ni a rockeros conocer, ni ser su compinche, pipi, pana, mano.
Deseo que lejos de mi se encuentren quienes disfruto en la lectura o la escucha, como Narciso, un deseo original en un amante. ¿Quiénes leen lo que escribo? Poetas no quiero, ni quienes escriben, ni mujeres, excepto aquellas que tienden las camas para sus hijxs por las mañanas y con ellos hacen la tarea por las tardes, pero dentro bien adentro de la concha anhelan una vida de bataclana, y no ser novia del nuevo regente del boliche poetil de moda, no deseo ser poeta nacional, y que me lean militantes, ni Buenos Aires no es poesía, y a las cosas por su nombre Bob Dylan era Robert Zimmerman y era judío, y vos sos Santiago, naciste en Almagro en el medio de la mas media clase media, y Macri no cumplió, y a los ñoquis no se los sacó de encima. Por eso dejaré pronto de leer hasta que se olviden de mí, de que formé parte de ese gremio infame, dejar de leer hasta que me convierta en nadie, hasta tener la gran suerte de estar solo para mi, de tan sola encontrarme, más sola aun que hoy y noviar con el vacío. Pero soy péndulo de fuego y reacciono.
Quiero ser Carlos Martínez Rivas, no tanto para escribir tan, tan bien, que emocionare a las nuevas, y no tan nuevas generaciones de poetas maledicentes, y poner cosas como “la poza absoluta de la infancia” o “cuando tu ya no me quieras” o “te lloré un mar”, sino para volarle verga a todo mundo en mi insurrección solitaria, aprender a burlarme de quien me levanta la lengua, una risotada en su cara, una chanza, el grotesco. ¿Por qué me he callado entonces si de todas formas me niego a cooperar y golpearme sola? tampoco podemos hacer poesía de slongan y consigna frases magnánimas grandilocuentes para la eternidad que mueven y conmueven a la acción y la emoción, sino no vamos a vivir a la altura de lo que escribimos. Ay pobrecitos poetas, tan llenos de si, su propia bandera, su propia conmiseración, de entierro cristiano, de nadie nos quiere, nadie nos lee, nadie nos publica, no se nos aprecia, ni se nos tiene en cuenta; pobrecitos poetas chupando pija, sobando verga, aguantando desplantes, negándose a pensar, no vaya a ser que alguien se ofenda si le decimos lo que pensamos, si le pedimos “che, por qué no me haces bien la liquidación de los libros”.
Hay que creer en lo que se escribe más que en si misma. Hay que creer en lo que se escribe más que en la propia sangre, en la familia, y en la progenie. Hay que creer en lo que se escribe más que en el amor y en el futuro. Hay que creer en lo que se escribe con la fe en la santa muerte y en la soledad, con la fe de un cementerio para enterrar miedos, poetas y mal paridos. Astillas, clavos miguelitos, cabezas de tormenta, marabunta suelta y errante en el panal psíquico del orden burgués…fogoneros de un tren fantasma…creer, creer, creer, que ese es un don que no se concede a cualquiera. Sé que no se usa ser militante esta temporada de Lost -se dejó de usar como el flequillo de Betty Page- pero no puedo evitar el destino que me permite dormir más o menos tranquila a la noche sin evaporarme en una buena dosis de rivotril, clonazepan, centralina ¿te acordás de entonces? allí, donde yo vivía, no quiero volver. Sé que no está de moda, ya no se usa.
Los niños pródigos de poetas vírgenes homosexuales entenderán menos que nadie y se mofarán de estas ideas, dirán cosas como “no hay que discriminar ni a los dictadores ni a los fachistas para no discriminar”, y tarareando una canción de esas que se usan ahora y comiendo un pancho bailaran en una fiesta gay friendly, y volverán a las mansiones de sus padres con derecho a herencia, y 90 empleados, si, 90, en una gasolinera costera que bancan las publicaciones del comunismo. Y no es que busque un estúpido purismo que no existe, yo también tendre mi culo sucio en algún lado, pero hay límites. Y este es uno. Por eso, me corto el pelo al rape para que los ojos no me jalen por la espalda, siento tras de mi su jadeo en la nuca como dardos y corro sin más datos para recuperar la fe en la fe en la gente el don de creer ni buenas ni malos una posibilidad: el basurero que comparte, mandarinas con el cartonero, nuevos oficios de esta nueva ciudad, no me alcanza ni el color ni la hechura ni los jugos ni sus gestos de dulzura clase: una abstracción tras la cual ya no cabe sujetarse nada tiene que ver la bondad con la capacidad ético-amatoria aunque en cada ciudad del mundo hay por lo menos una persona que se reclama Anarquista y transciende el orden de la botánica ideológica partidaria de plantación fertilizante que con sus pesticidas y disciplinas desgastan la tierra un tesoro a compartir por todxs.
Pánico y consuelo, brasa ardiente y don de arder contra el malestar de la jerarquía y la dominación, intransigencia y ansia de ir más allá en un coche que se destartala, con cada cambio, en medio de la noche en el medio de la nada. Poetas que de tan ignorantes pasarían por rebeldes frente a quienes entienden nada, y nunca vieron a la cultura popular más que por el filtro de las series de canal once telefe, incluso ostentan palabras todavía más acomodaticias que sus voluntades y sus egos. Crisis de una generación por ponerle un mote y ser dadivosa “mediocre”, y sus excepciones, en su cruzada por la nada misma, huyendo de cualquier idea, se unen entonces, tácitamente a las filas de los que pregonan dos demonios, la baja de edad de la imputabilidad, el que mata tiene que morir, y tanta otra verborragia en última instancia que no comprende que todo crimen tiene en si el germen de la venganza y de la justicia, que todo crimen es contra la propiedad privada y los derechos de exclusión que ellos concitan. O esos otros poetas más o menos cobardes, siendo amigos de otros poetas a los que solo cabería el tiro en la nuca y la expropiación, que sueñan con un polvo de existencia en una antología para que alguien sepa que hoy estuvieron aquí e hicieron de su vida tres carajos, pero hoy estuvieron aquí, y fueron amigos de sultano mengano y mamole, y “todo menos mi poco talento me importa algo menos que un bledo”. ¿Se entendió? Pero un mundo nuevo crece dentro de nuestros corazones, palpita, y no nos importa construir un nuevo mundo sobre las ruinas que evaden el gesto oligárquico que ellos representan para mi, sean de la clase que sean, me importa poco, si a tu novia sin trabajo de todas formas le haces pagar las expensas a medias de tu departamento comprado con la herencia de tu padre y los negocios que alquilás en el conourbano.
La mala leche, la mala voluntad, y la mala poesía en mucho se parecen a la codicia y a la usura, todos signos a disolver en soda cáustica, y una escritura poderosa que se manifiesta hombro con hombro junto a alguna idea más o menos sólida es un arma filosa, pues prefiero los cuchillos y los lanzallamas, para vengarse y defenderse. Puedo verles a ellos el poetaje negando y ridiculizando todo lo que haya de subversivo, y corrosivo, o de tierno en las juventudes incendiarias, solo porque jamás han podido prenderse fuego, y arder. En cambio, se han divorciado, cuando la verdad nadie jamás debería casarse, como dijo Emma Goldman, quien seguro tampoco saben quién es, y discutiendo por dinero y propiedades, han derramado sangre sobre las terrazas de sus propiedades, inmensas compradas con la ayuda de sus padre, y han discutido por las expensas, y los hijos, y los coches incluso vendidos, a posteriori, en trincheras de clase media que se armaron con cacerolas de teflón y las becas conseguidas con las firmas de poetas otrora militantes, hoy tan solo añosos tira mierda embebidos en licor. Oscilan entre la inseguridad, yo puse dólares quiero dólares, y la culpa de todo la tiene Chabán. Su prepotencia patoteril de patrón de estancia o sindicalista peronista de la CTA, aleccionadora, su ninguneo ejemplificador contra quienes eligen no alistarse en sus filas de cenitas en Palermo buena onda y ni siquiera le dejo propina a la camarera. Puedo verlos defender el chabonismo de quien solo ha escrito un libro o dos, ninguno bueno, y sin embargo por decir ser, vaya una a saber, chabon, fierita, barrio, se vuelve mito, a la vera de sus otros amiguitos, que levantándole a él se levantan entre ellos. Puedo ver como sostienen el progresismo, los pantalones de cuero, las discusiones en los blogs que jamás serán llevadas a la calle y en la cara, siervos de las mazmorras literarias y del clientelismo googlero para llegar a la publicación de qué? de su pura mierda que nadie, de todos modos, leerá, cual cartel macrista lombardiano curado y seleccionado por poetas directores de museo anquilosado, y no te excusa el no haberte informado, el no saber, ni el haber nacido en una familia sin recursos literarios, para haber clavado las guampas y decir “NO, gracias, paso”. O la poesía política que de todas formas va y lee en los jardines botánicos. Político solo será lo que cualquiera pueda leer, algún día, y entender, y gozar, y completar con su interpretación en la instancia de la recepción y sienta entonces que aquel día, y tal vez su vida, valió la pena ser vivida, junto con la pena que le llevó a leer ese poema y la pena que llevó a quien escribió ese poema a escribirlo. Juventud idealista que desde donde puede y con lo que tiene a mano repele y lleva a cabo una revolución tan sutil y hermosa que ciertamente no podrían ellos comprenderla. Escuche una frase, y la hice mía: muerte al estado y viva la anarquía.
Por eso, la expansión de su nada no saldrá de esta declaración porque yo aquí hoy mismo los sepulto con un ladrillo en la boca para tapiarles el mal que hacen. Y todos lxs poetas omitidos y silenciados por su tiempo, algunxs hoy exhumados como letra muerta, jamás como cuerpo vivo, para que algún imbécil pueda coger levantándole la pollera a una nenita confundida de taller literario, todxs esxs poetas despiertan y se alzan y reviven hoy. La palabras reconocen el desafío, ai fierri corti, y sus ataques por espaldas son heridas viejas hechas con un filo de plástico, oportunismo, puesto en peligro, que temió a la diversidad y a la critica cual doña de barrio delatora de la militante frente al falcón. Del limbo de la década pasada a este texto, pese a mi edad, no me hice cómplice. Mis poemas no forman parte de rankings como listas de radio o revistas teens del corazón, ni me vendí a la novedad ni a tener amigos cool y editores que con la guita de los subsidios de sus padres luchadores en vez de hacer una editorial de agitación estético- política fundaron mini feudos desde donde parapetarse posmodernamente (demodé, y pasados de moda, reeditando lo asegurado y lo fácil) para decirse “eysoyeditormusicopoeta” contra otros feuditos del mercado de la palabra cuya guita fue sacada de lugares aun más oprobiosos que el estado.
Por eso, mientras esté en contra del mundo más vital seré, mientras esté en contra del mundo menos parecida a ellos seré, mientras más en contra del mundo esté… quienes quieran sacarse los ojos, ponerse el palo en la rueda, pisarse la cola, ponerse el pie, no me tendrán a mi entre sus filas, ni ciega ni muda, ni amiga. Porque ya hace tiempo que deje de confundir lo que me alimenta con lo que me da de comer y la lucha con la pelea; aunque cada casi 100 años nieva en buenos aires, el pueblo, no sé de que clase, se atreve recién a tomar las calles celebra o festeja el mundial de nieve frente a la ventana con la calefacción central los ideales se derriten los poetas de cierta edad se sonríen aunque esta misma noche la gente estará muerta o ya se han muerto, no lo sé, en el día de ayer. Tapa la chapa la nieve, embotamiento adentro en el hueso, frío el colchón, o la catrera congelada la habilidad de sentir, nada, nada excepto felicidad, los poetas de mi edad no leen libros rojos y negros forrados con papel araña, burócratas del reformismo votan vetan desalientan a quienes resistimos la estupidez. Y esto no es ni violencia, ni un ventilador de mierda, que podría haber sido peor, y en quien no me inspiré para escribir este poema es porque no he querido que se cuelguen de mis tetas. Esto, decía, no es violencia, violencia es lo que ustedes hacen contra la poesía, que es la vida, un tesoro a compartir por todxs. Violencia es su falsa y doble moral, su hipocresía, su otorgar credenciales, sus festivales. Mi odio no te engaña, soy verde mordedura que te encera, lengua bífida sincera, profundo, fiel, mi odio no te engaña. Nunca andás solo, mi odio te acompaña, hasta que el rostro se te vuelva cera, tendré en tu sombra la forma de pantera, mi odio no duerme, mi odio te acompaña.

- - -

Nota: los errores ortográficos o de tipeo son originales, así como la utilización de una "x" donde otros habrían usado la arroba (@).




Dos poemas de Leonor Silvestri (porque no la odiamos)


Cotorrita

Esposaste mi vida con un hilo de oro.
Una cotorrita enjaulada, de esas,
que se venden en la feria de Pompeya .
La jaula no tiene
el cerrojo echado
la puerta no está
cerrada del todo
la cotorra se queda
el tobillo le enrosca
esa cinta dorada.
Un hilo de oro, sutil.
Sin embargo,
no lo puedo cortar
ni con el pico,
ni con la boca .



Mecánica particular

Cuento con las líneas en fuga
los planos superpuestos
mis ganas de vos
mi mesa mi silla mi computadora
cuadros sobre cuadros
en esa pared
fotos dentro de fotos y
40 dibujos ahí tirados
un piso
Cuento con lo concreto y lo abstracto
mis manos en el diccionario
mi lengua las lenguas tu lengua
si no llego a conocerte en esta vida
quiero sentir tu falta.





*CICLO- MANIFIESTO. Intelectuales y artistas ponen en escena sus manifiestos estéticos, políticos y existenciales. Los invitados tendrán la libertad de confeccionar textos en los que manifiesten sus creencias o desarrollar una performance artística en la que sienten las bases de su producción. De este modo tomarán una posición frente al mundo, frente a la realidad, frente al arte.

lunes, 23 de marzo de 2009

Historia del poema "Ella"


por Juan López



He contado esta historia a algunos amigos, pero nunca la escribí y, por lo tanto, no la he referido con tanto detalle y de una vez. Lo hago ahora, a pedido de Hernán Schillagi para El Desaguadero.

En la década del 80, a la mitad, digamos –miren qué “viejo” será el poema (está en el libro Mirá, de 2005)–, conocí a una mujer que me presentó un amigo, de casualidad. Estábamos en el centro, en un bar que fue el Peter John (los mayores de 50 que merodearon Rivadavia y San Martín lo conocieron: cuando iban al secundario, se hacían la sincola en ese bar). Bueno, estábamos en el mismo local pero no se llamaba ya Peter John. No recuerdo su nombre. Estaba sobre Rivadavia, mano sur, a unos metros de San Martín. Creo que donde hoy está, qué curioso, la Librería Técnica.

Los tres, ella, mi amigo y yo, teníamos más o menos la misma edad, 23. Hoy, los tres rondamos los 46.

Estábamos tomando algo (probablemente, vino o cerveza) mi amigo, su amiga y yo, y, por alguna causa, mi amigo se fue. No sé si estaba organizado para que yo me quedara con ella o qué. Lo cierto es que, sentados a una mesa, enfrentados, mirándonos, comenzamos a hablar (aunque no me crean, no recuerdo el nombre de ella). Fue una charla impresionante. Coincidíamos en muchísimas cosas, lo que uno decía, el otro lo acrecentaba. Habíamos leído casi los mismos libros, por ejemplo. Fue, en síntesis, un potentísimo intercambio de energía. Creo que fueron dos horas de charla continua, entre el atardecer y la noche: gustos, odios, amores, decepciones, luces y sombras, dolores y maravillas. Me enamoré de ella de una manera extraña, porque a la vez que me fascinó y conmovió, llegué a la evidencia, luego de unos días, de que sería imposible avanzar hacia algo real con esa chica. Además, estoy seguro de que ella no se enamoró de mí. Esto puede resultar adolescente, y está bien, porque éramos casi adolescentes.

La sensación de descubrimiento y la emoción de esta charla me duraron varios días. No me cabe duda de que es la mujer, y lo debe seguir siendo, más inteligente, curiosa y densa que he conocido. No me gusta decir “más sensible”, porque sostengo que todos los seres humanos somos sensibles. Además, para colmo, era muy bella. Un tiempo después de ese encuentro, escribí el poema Ella, de un solo tirón. Con una birome de esas tipo Pilot, de tinta azul. ¿O era una Bic trazo grueso? No lo recuerdo. El original se lo regalé unos años después al Ulises Naranjo, porque él amaba ese poema: cuando lo leyó, dijo que era el mejor poema que había leído jamás, cosas que dicen los amigos. Es uno de esos textos que salen de un tirón. Fue una descarga a tierra de tanta pasión intelectual con la mujer más inteligente, serendípica, intensa y fugaz de mi vida.

Lo que sí puedo agregar es que después de casi 25 años, la vi caminar por la vereda de la calle Avellaneda, casi Mathus Hoyos, en Bermejo. Yo iba en micro y la vi. Uf, me dije, ahí está. Y me volví a quedar paralizado. Y ahora recuerdo que ella, como yo, es Virgo. Pregúntenle a Alicia Contursi qué puede pasar cuando se encuentran dos Virgos de distinto sexo. Lo más probable es que diga que se atraen tanto como se distancian.

Por último, quiero revelar el sentido de uno de los versos, el que dice “plagio anacrónico”. No se refiere a ella, sino que es un metaverso, es decir, un verso que alude al mismo poema. Porque lo escribí con espacios en blanco, a la manera de los vanguardistas que jugaban con los blancos, copiándoles, por eso “plagio anacrónico”. Eso no lo podrán ver ahora, porque lo registré sin ese recurso, pero puedo conseguir el original y se los muestro algún día. Debo tener una fotocopia por allí.

Cierre: el amigo que me presentó a la mujer que inspiró Ella es el Alejandrito Río. Dondequiera que estés, Ale, va un abrazo de hermano.





ella


ella jugaba con palabras
y las palabras jugaban con ella
y las palabras jugaban entre ellas
todos aquellos juegos todos aquellos tiempos
eran
una gran marcha atrás que no retrocedía
ella jugaba además a ser un fragmento de sí misma
un fragmento ensimismado
quieta su mente
antojadizo su corazón
sístole anárquica diástole monárquica
flecha de mentirita
beso supersónico
sombrero sinfónico
plagio anacrónico
ella jugaba a ser desobediente con su juego
y terminaba
hablando en pasado del futuro
fabricando pan duro
soñando con un espejo de plata
ella era así
bastante loquita


Juan López, en Mirá, Ediciones Simples, Mendoza, 2005.

viernes, 20 de marzo de 2009

Nuevo libro de Hernán Schillagi


Primera persona, de Hernán Schillagi. Primer premio de poesía Vendimia 2008

El libro está en prensa, sale oficialmente en abril y será presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires 2009, el 11 de mayo. Aquí, un adelanto para los lectores de El Desaguadero.


Palabras de presentación


En Primera persona hay una idea motriz que, como un corazón, impulsa el ritmo de todos los poemas: está expresada en la página inicial y habla de un texto escrito que ha sido destrozado y ahora el autor pretende restituir su unidad con la febril ayuda de la memoria.

Lo que podría parecer un ejercicio vano acaba siendo crucial para el que escribe: al restituir los fragmentos -es decir, a medida que avanza, poema a poema, la obra- el poeta va descubriendo su propia unidad dispersada, al tiempo que descubre que hay algo que va a perderse para siempre y que quedará así, hecho trizas de manera irremediable.

El libro sostiene sorprendentemente, desde la primera página hasta la última, ese concepto, pero el recorrido por los pedazos del texto mayor permite recorrer también la hondura del poeta (sus interrogaciones sobre la existencia, la relación con algún otro, los ecos de una infancia perdida a la vez como perdido está este presente a pedazos). Será entonces cuando Hernán Schillagi diga: «y desde un sueño / voy hacia mí // me llamo me nombro / "ajeno" "extraño" "yo" // y no respondo al desafío // quizá tanto eco / envuelva nuestro cuerpo / abandonado pobre baldío / y amordace la palabra el abrazo / final de esta separación».

Fernando G. Toledo


Algunos poemas de Primera persona

justo en mis manos la luz
se cierra hondamente
escapan rayos de entre mis dedos
y descubro tu negro ser
que se agita se pierde
revoluciona los deseos
donde más muerde la soledad

justo en mi pecho la música
se quema con ansias
mi lengua abrasa la noche
y se humedecen las notas
de un cegado canto
llueve el amor el hambre el sexo
cae el cuerpo todo se rompe

justo aquí en ninguna parte

*

ya ves que ha llegado la hora de partir
el momento en que tus manos me sueltan
todo un invierno encima
partimos para dar con el viento
que aleja los recuerdos
y nos convierte en un hermanado nadie

partimos para que cada uno cante cuente
la retaceada historia de los días
la no escrita leyenda de los pasos
los mensajes que van en la sangre de los ríos

es el azar que cumple con su destino
no has crecido ya ves yo tampoco
y no hay víctimas ni espera ni esperanza


para antonio di benedetto

*

voy hacia el futuro te alcanzo
sabemos que el cuerpo nos llama
a contravoz del lenguaje
buscamos el aliento en cada parte
que nos ha tocado ser
entonces te hablo desde el fragmento
desde el abierto refugio
donde este combate me arrojó

te oigo gris al nombrarme
ya no veo tus labios son los míos
ya rasgo la carne de tu sombra
tu sangre se enturbia con mi sangre
la luna nos descubre húmeda la mirada
«sigo a tu lado no voy a soltarme» rugimos
y la promesa nos vuelve humanos


De Primera persona, Hernán Schillagi. Ediciones Culturales de Mendoza (2009)

Más poemas del autor aquí

domingo, 15 de marzo de 2009

El Desaguadero / Número 1

Un blog de poesía escrito por poetas


ENTREVISTA
Diana Starkman: «Tejer y destejer el camino de la poesía»
por Paula Seufferheld


NOTAS Y ENSAYOS

El tamaño, ¿importa?
por Sergio Pereyra

Poesía sin alma
por Cecilia Restiffo


LA HISTORIA DE UN POEMA
Sin raíz, de Hernán Schillagi
por Hernán Schillagi


RESEÑAS CRÍTICAS
Un arte callado, de Joaquín Giannuzzi
por Fernando G. Toledo

Un día entero, de Ángela Pradelli
por Hernán Schillagi

Viejo hotel,
de Carlos Levy
por Hernán Schillagi







viernes, 13 de marzo de 2009

El tamaño ¿importa?

por Sergio Pereyra

Arijón, Jiménez, Neruda, Withman y Prevert


Paseando ayer la mirada sobre algunos volúmenes de mi biblioteca, di con Neruda, de quien leí completos los edulcorados Veinte poemas de amor y una canción desesperada, pero deserté antes de alcanzar la mitad de los no menos dulces Cien sonetos de amor. También con Whitman, el hombre de la larga barba, tan intenso, tan... ¿Habrá algún valiente cruzado, en los últimos 50 años, ese océano que es el Canto a mí mismo? ¿Y las Paroles de Prevert? Yo, no. Ah, qué alivio, la vista de Claudia Masin, Poemas y animales sueltos de Teresa Arijón, Flores bajo la lluvia de Roberto Malatesta. Tres libros con los que pude. Me asalta entonces una duda: ¿por qué unos sí y otros no?, ¿tiene la extensión algo que ver en todo este asunto? Si comparo los terminados con los abandonados, parece evidente que sí. Poco más de veinte textos unos, cien o más los otros.

La pregunta que se impone, y que les extiendo, es: ¿cuántos poemas debería contener un poemario para que sea leído íntegramente por un lector de estos tiempos tan habituado a la lírica como al “surfeo” por Internet? Dos aclaraciones. La primera: cuando digo leer, desde ya no me refiero a pasarle los ojos y la voz por encima, pues para eso un par de horitas bastan, cuando no menos. Prueben con Árbol de Diana de Pizarnik. Cuarenta minutos y ya está. Esos textos prosificados no deben cubrir más de dos carillas y no obstante, ¡cuántas lecturas soportan! La segunda: sé que pueden responder que en este, como en otros asuntos, no es el tamaño lo importante. Que un texto imposible para un lector puede ser el paraíso para otro. Que hay lectores tan disciplinados que, aunque detesten el plato, lo tragan sin dejar escapar una sola queja. Que hay, asimismo, lectores tan hedonistas que no aceptan de la lectura otra cosa que horas de placer y, por lo tanto, ante el mínimo asomo de tedio avientan el libro por la ventana. Lo sé. Sin embargo, y como esta revista admite los comentarios, las exposiciones, conocer sus experiencias sería interesante para afinar la idea que tenemos del comportamiento de un lector del siglo XXI.

Y aunque no ignoro el trabajo enorme, espinoso que supone lograr la adecuada organización de un libro, trabajo que por supuesto no es gratuito, es decir, está cargado de intención, me pregunto qué tan necesaria, o mejor, que tan posible sea esa lectura del conjunto. Pues, convengamos, muy raramente oímos hablar del sentido global de una colección de poemas, exceptuado quizás el ámbito académico, sino de lo que tal o cual poema suscitó, básicamente en el terreno de las impresiones ¡Ni hablar al momento de las citas, cuando la mayoría nos conformamos con desembuchar dos o tres versitos! ¿Será que a esta altura del mundo nos replegamos en lo parcial porque somos incapaces de obtener una idea general? ¿Será que un poema es una obra que no necesita “compañía” para alcanzar su pleno sentido?

Y como este texto dejó en el aire demasiadas incógnitas y ninguna respuesta, lo abandono. Por ahora seguiré leyendo algunos poemas (sueltos) de Paula Jiménez que, claro está, desen-red-é de su blog.