viernes, 28 de agosto de 2009

El cruce entre el voseo y el tuteo



Complejos (y complejidades) de los poetas argentinos



por Hernán Schillagi

1.La vendedora de fantasías. Sábado a la tarde. Los intrincados laberintos del zapping me conducen hasta canal 7 de Buenos Aires. Extrañado, observo a una Mirtha Legrand hermosa, aunque sin photoshop de por medio. Sí, toda en blanco y negro, su voz atiplada vuelve loco al galán de turno y me confunde a mí que escucho: «Tú», «Por ti», «Tienes», «Óyeme», como ráfagas discordantes e incómodas. Entonces me pregunto ¿Esto no es el cine de oro argentino?¿O es que puertas para dentro del Río de la Plata no hablamos de vos? Inmediatamente, sin desvíos, la cabeza se me dispara hacia la poesía para trasladar el interrogante: ¿Cómo nos hemos llevado –y nos llevamos- con el voseo los poetas argentinos?

2.No sos vos soy yo. Cualquiera que se haya acercado a la poesía alguna vez sabe que ésta no tiene por qué ser verosímil y mucho menos realista. Hacer creíble el discurso es una mochila que cargan desde siempre la novela y el cuento. A ningún poeta se le ocurriría la necesidad estilística de reflejar «el idioma de los argentinos», como le gustaba decir a Borges. También es cierto que el voseo tiene el estigma de no ser muy musical que digamos. La mayoría de sus flexiones verbales son agudas, cortantes, ásperas y suenan imperativas al resto de los oídos latinoamericanos: «Me gustás cuando callás, porque estás como ausente», recitaría Neruda, apoyado en un farol del barrio de Flores. ¡Todo un engendro! Y así de artificial nos tendría que sonar a nosotros el tuteo de boca de nuestros poetas. Como también, estoy seguro, nos resultaría extrañísimo escuchar en la performance de un argentino el pronunciamiento interdental de las zetas y las ces, como se hace en España.

3.Poesía eres (y siempre serás) tú. Me acerco a mi biblioteca y tanteo sin elegir demasiado. Olga Orozco: «Me reconoces, me palpas, me recuentas». Enrique Molina: «Óyeme:/perdida hechicera del perfume del viento». Amelia Biagioni: «Recuérdate surgir de mi balada». Basta, no sigo más y me alejo. Seguro que alguien pensará que el tuteo no les impidió a estos poetas plasmar una poesía alucinante y única. Nadie lo niega. Sin embargo no puedo dejar de ser un aguafiestas que en medio del carnaval carioca inquiere: ¿Por qué escritores como ellos, con una voz tan poderosa y original, no se atrevieron a vosear? Vuelvo a estirar mi brazo temblando y saco otro libro. No, Alejandra, vos no: «Porque a Ti te debo lo que soy» (Pizarnik).

4.La traición de Tita Merello. Viene un amigo y me trata de convencer. «Usar el voseo», me dice, «nos convertiría en una comarca aislada, cuando afuera nos esperan 400 millones de hispanohablantes que tutean a lo loco». Lo que sí estoy seguro, le contesté, es que Juan Gelman no pensó en lo mismo para convertirse, a fuerza de un lenguaje tan personal como argentino, en el poeta (nacido en estas huestes) más conocido y premiado del mundo en la actualidad. «Pero ponete a escribir tangos, che», y mi amigo pega un portazo y se va. Entonces no me deja decirle que sí, que uno de los «peligros» de vosear es parecerse demasiado a un milonguero de pucho en la boca y pelo engominado. Sin embargo, ¿no sería un desafío mayor escribir poemas sin complejos ni complejidades para no tener que recurrir a la ortopedia del tuteo ibérico?

5.Che papusa, oí. Por lo tanto, el planteo sería el siguiente: ¿Escribimos tuteando por comodidad auditiva?¿Para ampliar el «nicho comercial» de lectores?¿Tenemos miedo que en un futuro distante el voseo sea avasallado por tanta telenovela colombiana y doblaje mexicano y se repliegue hasta desaparecer, como le está pasando al respetuoso y atribulado Usted? Porque si de algo estamos seguros es que al le queda una larga vida en la comunidad hispanoamericana.

6.La voz, ¿a vos debida? En todo este divague compulsivo del voseo contra el tuteo no puedo dejar de pensar en poetas como Dante Alighieri. ¿Creen que me fui muy lejos? Tal vez, pero el florentino se arriesgó con un convencimiento de hierro por su lengua nativa ante el prestigioso e «inmortal» latín. Dante, junto con otros poetas (Cavalcanti y Guinizelli), en el siglo XIII propulsaron el «Dolce Stil Novo»; que era, nada más y nada menos, escribir poemas con el habla de uso cotidiano, aunque los académicos de la época recomendaran, para la perdurabilidad de una obra, la lengua de los antiguos romanos per secula seculorum. Por gestos de valentía como éste nos quedó La divina comedia y, más adelante, los sonetos de Petrarca. ¿Tanto nos costará a nosotros, por tanto, encontrarle la vuelta al ripioso vos?

7.Rezo por vos. Como la hegemonía de lo que se conoce con el mote de «Poesía de los ‘90» está en un lógico y oxigenable retroceso (basta con leer un poco lo que están publicando editoriales como Gog & Magog, Abeja Reina y Del Dock); otro temor sería, pues, que vosear en un poema te convierte en «chabón», «cartonero» o en un «cronista posmo» del reviente nocturno. El verdadero riesgo aquí siempre ha sido el volverse funcional a una estética de moda, en un colaboracionista del eje poético dominante. Es por eso que no dejo de reconocerles (y agradecerles) a Fabián Casas y a Patricia Rodón que, en su momento, levantaran la «bandera del vos» y que, de ningún modo, resignaran lirismo por veracidad sociolingüística.

8.Seremos como el Che. Finalmente, todos saben (aunque prefieren ignorarlo) que el voseo es un fenómeno que está en el habla de casi todos los países de Latinoamérica desde el siglo XVII. En algunos es de uso estrictamente familiar, en otros lo paladean sólo los jóvenes y las clases más populares; o como en Uruguay, el vos se mezcla con las formas del tuteo. Si hasta el mismo Andrés Bello amonestó a los chilenos y su particular «vos, cómo andái»; y los mandó a escribir cien veces al pizarrón de la vergüenza estándar. Lamentablemente, esta realidad del voseo es pasada por alto y nadie conjuga aquí como Martín Fierro manda. Muy pocos poetas se la juegan hoy por encontrarle la verdadera cadencia siglo XXI sin tropezar con los tópicos del 2x4. Quizá, una posibilidad se encuentre en la siempre atenta y punzante Tamara Kamenszain: «donde hubo hogar quedan fotogramas/vos tú él el hombre con la cama doble». Aunque, parece, muchos prefieran ser los que mañana escribirán sus textos como si teclearan en el teleprompter poético de la CNN en español.

Final.Va por vos. Incluir las formas verbales del voseo en los poemas, entonces, no implicaría un regreso lugoniano al nacionalismo reaccionario; sino un salto ecuestre a una nueva musicalidad, un oír «el ruido de rotas cadenas» que nos libere de prejuicios y complejos de inferioridad, una apertura simultánea de ventanas a las naftalinas líricas del tú, un tomarle las astas al toro pesado del canon. ¿Acaso por mucho menos que eso, algunos no andan diciendo que escriben poesía?

martes, 18 de agosto de 2009

Un paseo sin paraguas





por Paula Seufferheld


Lluvias, Laura Wittner, Bajo la luna, 2009, 48 páginas.


Gris plomo. Gris plata. La tapa Lluvias de Laura Wittner anticipa en el color del fondo y la tipografía de su título las variadas y exquisitas cortinas de agua que atravesaremos con su lectura. Si en anteriores poemarios la mirada de la autora se enfocaba en realidades diversas, incluso distantes geográficamente como en Las últimas mudanzas (Vox, 2001) donde los viajes líricos podían concluir en Toronto o Nueva York, esta nueva producción poética cierra el espectro de paisajes y situaciones para centrarse en un único tema que da a la obra un marcado carácter conceptual. Pero este cierre no es sólo temático, el estilo se despoja de enumeraciones excesivas, frases en inglés o superposiciones inconexas de elementos cotidianos que estaban presentes en poemas anteriores. Así Lluvias crea una belleza desnuda y directa forjada de imágenes y metáforas precisas.


El texto se divide en tres secciones: No llueve, Llueve y Llovió. Espera, acto, recuerdo. Quizás la vida misma es una sostenida repetición de esta tríada de momentos. Las lluvias constituyen aquí la excusa para mostrar estos instantes que movilizan cualquier existencia.

A través de intensas imágenes sensoriales, los poemas de No llueve revelan un yo lírico que espera la lluvia como refugio: «Débil olor a lluvia, y las hojas del árbol que empiezan a / moverse. // Deseo inconfesable: que llueva, que no venga nadie». De todos modos, aguardar que llueva no sólo es promesa de intimidad, también puede ser experiencia frustrante: «si todo el día no fue más que / una preparación para el escándalo / y al final no estallara la tormenta».

En la segunda sección, el tono introspectivo desaparece y da paso a versos vertiginosos de fuerte intensidad narrativa. La autora necesita «contar» de manera gráfica y contundente la acción de llover: «La vida es lluvia / que de repente toma envión y hace más ruido / algo así como dos kilos de papas / rallados sin miramientos». Pero la lluvia no sólo asume el ropaje de tormenta destructiva. En su infinita variedad, también es sutileza que capta la mirada poética: «Lluviecita subrepticia / que corrige la mañana».


La humedad se evapora y los poemas de Llovió recuperan la calma del comienzo. Laura Wittner a través de la memoria intenta apresar la fugacidad del agua aunque sabe que sus intentos son vanos. El cielo es techo distante y seco de nuevo y la lluvia sólo ha dejado algunos rastros: «Unas palomas se sentaron en el piso / a respirar el olor a eucaliptos»


Otro libro


En la página 32 concluye Lluvias para dar comienzo a Huecos, un texto distinto del reseñado en todo sentido. Desde lo temático hasta algunos rasgos de estilo, hay pocos puntos de contacto entre ambos. Entonces, ¿por qué están juntos?, ¿un pedido de la editorial?, ¿la necesidad de la autora de publicar más poemas? Independientemente de cuál sea la respuesta, Huecos reúne una serie de textos muy autónomos entre sí que remiten a temas variados. Dos artes poéticas sobresalen sobre el resto de la producción. Se trata de los poemas Receta de la abuela y Huecos. Para la poeta, empuñar la lapicera puede ser un oficio sombrío: «Lo de encontrar la luz es verso / o está en verso. / Como si esto no fuera / más que una ligera superficie / donde jugamos a danzar / -ratoncitos imantados- / y por debajo el vacío, seriamente, / se dedicara a desplegar sus pasadizos».

Finalmente la lectura de Lluvias termina, pero sus versos persisten como un goteo insistente. Quizás ya formaron un charco donde, una y otra vez, podamos contemplarnos.



Tres poemas de Lluvias



Certeza


No tengo idea de dónde estoy,

perdí toda referencia. Lo único

que te puedo decir es que el rectángulo

de esta ventana apiña árboles

entre los que distingo una palmera,

una magnolia y varios tipos de coníferas,

y que todos se están balanceando con las ramas hinchadas

mientras emiten un uuuuuuu bastante agudo

incentivado por un espeso viento: lo único

que te puedo decir es que se viene

y que voy a ver llover en algún lado.


*


Fuerte


En la extremísima quietud del sueño,

como piedras, los durmientes imaginan

que la tormenta lo que hace no es caer:

es galopar hacia delante en frenesí.

Tronarles órdenes a sus caballos

que si no fuera por las riendas

elegirían desbocarse poniendo como excusa

la aterradora iluminación electrizada.


*


Receta de la abuela


Dejá primero que se te llenen los oídos

de conversación y elementos metálicos.

Volcá sobre esa capa los poemas impresos

y dejá que te llenen la cabeza.

Mientras tanto café, y con viento a favor

suena la alarma y manoteás la lapicera.



Laura Wittner



lunes, 10 de agosto de 2009

El reportaje haiku: Eliana Drajer chocadora


Eliana Drajer (foto: Mercedes Parral)


por Hernán Schillagi

Intro

La idea de la sección es que los poetas nos respondan tres preguntas (tres versos tiene el haiku) que están referidas a las tres características esenciales -según Matsuo Basho- del haiku japonés: en este momento, en este lugar, atravesados por una reflexión.

Entonces, le pedimos a la poeta mendocina Eliana Drajer, que está por publicar su primer libro, que nos cuente tres aspectos claves de su manera de ver a la poesía.


1/En este momento
¿En qué etapa se encuentra tu primer libro Muñequitachocadora?¿De qué trata?

En este preciso momento Muñequitachocadora está en manos del editor (Carlos Aldazábal, de «El Suri Porfiado»-Bs.As.-). Seguramente antes de fin de año lo presente. Hoy estoy muy feliz porque he recibido el subsidio que obtuve luego de la selección que realizó el Fondo Provincial de la Cultura de la provincia, en junio de 2008.
En pocas palabras, Muñequitachocadora es la historia, contada por medio de dos voces o registros (poesía y narrativa), de una precoz adolescente y los conflictos, tanto económicos como culturales, que padece por pertenecer a la marginalidad y hablar desde el nuevo lugar de una niña-mujer que intenta descubrir el mundo que la rodea.

2/En este lugar
¿A cuáles poetas mendocinos de tu generación recomendarías a los gritos y por qué?

No sé si de mi generación, preferiría llamarlos contemporáneos a mi proceso de creación o lectura. Recomendaría a gritos a Juan López. Admiro mucho la poesía de Juan. Por su realismo social, la intensidad de su simpleza y la fidelidad de su voz. Juan López es como su nombre. Tan simple y claro que uno no sabe si es real o no.
También disfruto mucho los textos de Rubén Valle. Tanto la poesía como algunos relatos cortos. Admiro su sabiduría y honestidad con la palabra.
Más cercanos a mi «generación» me gusta el minimalismo sanguinario de Eugenia Segura, el realismo sociológico de los microrrelatos de Leandro Hidalgo y las cajitas performáticas y audaces de Débora Benacot. Hay otros jóvenes más que no he tenido la oportunidad de leerlos o escucharlos en profundidad.

3/Una reflexión
¿Cuál es la obra o autor que más te impactó y cómo se refleja en tu poesía?

Alejandra. Pobre… Creo que si Alejandra Pizarnik se levantara de su tumba se volvería nuevamente por la cantidad de seguidores insoportables como yo. Ella fue una voz decididamente oportuna en una etapa de mi vida. Cayó como un «ángel» perverso en mi cotidiana idea de lo que era la poesía. Y lo desbordó todo. No puedo dejar de mencionarla nunca aunque ya no la leo tanto.
Ahora estoy descubriendo otras voces, soy muy curiosa con eso. Necesito siempre estar leyendo algo nuevo. Esa es una de las ventajas que le doy a Internet. Navegar en busca de una nueva palabra, aunque, por supuesto, luego consigo el libro. Nunca será lo mismo.
Hace un mes fui a Rayuela y conseguí una Antología de la poesía beat. Quedé deslumbrada por la crudeza de Ferlinghetti, por ejemplo. Otro descubrimiento, más cercano a nuestra generación y región, es la jovencísima porteña Samanta Schweblin. Hace unos meses atrás le escribí por un tema académico y luego apareció una nota en Los Andes, donde recomendaban su último libro. Al otro día estaba en Yenny comprando Pájaros en la boca. Impecable ese libro. Me dejó casi insomne por dos días, pero eso me gusta también.




Algunos poemas de Eliana Drajer



de Muñequitachocadora



1

Soy un juguete
creado en trapo
papel o cartón
da lo mismo

Tengo una espinaincrustada en la palabra
que durará algún tiempo

Por ahora
es temprano pronosticar un final nuevo
o escalar a otras voces

El cuento no termina cuando yo decido.


Esta es la historia de muñequitachocadora. Muñequita pelirroja, sola, perdida. Parece que fuera gris. Pero es muymuyroja. Prefiere la noche. Las de luna llena son su perdición. En estas noches mira fijo el cristal y lo vacía tirándole piedras negras. Su rito siempre le funciona.

*

3

Me alucina columpiarme
con mi vestidonegro bordado a mano
y cubierta de telarañas

No extraño mi cuna con mantilla rosa
ni las vainillas con Nesquik que
mami servía
a las cinco de la tarde

Ya tuve una vida con
infinitos arco iris de colores
y soldaditos de plomo

Creo estar demasiado vieja
para seguir cuestionando al mundo.


muñequitachocadora casi siempre se viste de negro. Me contó que su mamita tiene mucha ropa de ese color. A ella también le gusta. Mi mami dice que es un color paragentegrande.



*

9

Después de lamer la pantalla
cerraré mis mensajes
pagaré la cuenta
y me iré silbando bajito

Llegaré a mi casa
abriré la puerta
la perra me recibirá
el gato también

Mami destapará la tercera botella
tomará 29 tragos de malbec
y grabará el nombre de papi
en todas las paredes.


Ya les conté que el papi de muñequita está preso. Nunca me he animado a preguntarle porqué. En el barrio dicen que era drogadicto. Andaba comprandoyvendiendoporquería. El otro día estábamos en la placita del barrio y un pibe amigo de muñe se prendió un faso y nadie dijo nada. Yo me fui a mi casa, por las dudas. Creo que muñequita anda en algoraro.



de Chocolate África



hombreimpetuoso

Una tarde soleada
cerca del río Júcar
Caballo y yo
charlábamos

Una paloma blanca se acercó
y le miró fijo los pies
pero fijofijo
la paloma le miró sus dedos
no sacó su mirada de los pies de Caballo

Caballo impetuoso pensé
y él comenzó a acariciar su cuerpecito blanco

la mano negra arriba de la paloma blanca
la paloma blanca debajo de la mano negra
la mano como África arriba de la paloma
acariciando
acariciando suave
suave
y la paloma como yo
sintiendo cosas insólitas.

sábado, 25 de julio de 2009

Historia del poema Salmo de las orquídeas





Son contadas las ocasiones en que recordamos cómo se escribió un poema porque éste, casi por definición, «sucede». Y no necesariamente lo hace encarnado en la sobrevaluada imagen de la musa que irrumpe como una mujer pidiéndonos algo más que atención. Esa suerte de rayo misterioso necesita no ya el radar activado, si no que exige una sensibilidad mínima donde impactar y a su vez redundar en versos como esquirlas. O al revés.

En Salmo de las orquídeas, poema que elegí para contar su envés, recuerdo que ese llamado tácito provino desde el otro lado de la ventana. Sentado frente a la computadora, distraje por un momento la atención de la pantalla y vi pasar por la vereda a una mujer de unos treinta años, medio encorvada; una posición corporal que aún joven ya la delataba derrotada. Llevaba flores y, creo recordar, una mirada que supuraba tristeza. A partir de esos elementos intenté reconstruir –desde la ficción, claro– el posible porqué de su sombría imagen.

Si algo faltaba para que fuera más desoladora su situación era que caminara bajo la lluvia y que fuera domingo. Pues bien, la mujercita debería volver del cementerio donde –tal vez– la esperaba y la despedía el amor de su vida. Su adiós había dejado marcas claras, visibles: le hablaba a un perro “atado a su sombra”, su paraguas permanecía cerrado a pesar de la lluvia y siempre regresaba de aquella tumba con más flores que las que había llevado en la mañana. Sólo la distorsión de la fe podría explicar que le crecieran orquídeas dentro de su cuerpo. Pero, ¿qué es el amor, o por extensión la poesía, si no una llave para dejar salir esos ángeles y demonios que nos habitan el jardín de adentro?





Salmo de las orquídeas


Llueve adentro,
del lado en que la vemos pasar
mirando sin ver, hablándole
al perro fiel encadenado a su sombra.
Llueve de palabra, entre libros y mensajes
cifrados en unos anteojos empañados.
Con percusivo ritmo de selva citadina
caen las aguas del amor que aún no se escribe.
Llueve adentro de los ojos
y desde ese faro agónico hacia la vereda
donde precipita sus pasos la mujercita
del paraguas cerrado como un signo de preguntas,
la del silencio cosido a su muda boca sin pintar.
Las luces de la calle la delatan aviesamente,
ponen en primer plano su tristeza sin orillas,
su anegada nube de dolor desdibujándola.
Atada al sumiso caracol que arrastra sus pies
regresa sola del cementerio de los solos
con más flores de las que llevó temprano a la mañana.
También dentro de su cuerpo está
lloviendo como en domingo
y donde llueven penas le van creciendo orquídeas
para el día de todos los santos.



Rubén Valle, de Placebos (Ediciones Culturales, 2004).

martes, 21 de julio de 2009

Pizarnik revisitada



Alejandra:


Como un badajo contra las paredes de mi cabeza, repica: «Y que de mí no quede más que la alegría de quien pidió entrar y le fue concedido». Palabras con las que Cristina Piña epiloga tu biografía. Y pienso que, efectivamente, el ingreso te fue concedido, no ya para alegría tuya sino nuestra, de tus lectores.

¿Cómo llegué hasta vos? Si no me equivoco, en una charla de café con compañeros de la facultad. Antes creo haber tenido alguna referencia, muy oscura por otra parte. De lo que sí estoy seguro es de que fue allí, en una de esas mesas, entre el humo pseudointelectual de nuestros cigarrillos, donde «el libro azul» llegó a mis manos por primera vez, y con él, una de las voces más bellas de la literatura argentina: la tuya.

En un artículo anterior, y perdoname la «autocita», hablé de cómo la familiaridad convierte en amor la atracción casi sexual de la primera lectura. Nada mejor para ilustrarlo que esto que me ha sucedido a lo largo de los años con vos. La ultima inocencia y Las aventuras perdidas fueron los libros del flechazo. Libros adolescentes, intensos, feroces casi. ¿Cómo evitar, entonces, que esa misma adolescencia feroz que fue la tuya encantara la mía que pretendía serlo? Versos citados hasta la saciedad. Probablemente te hubiera causado gracia oírnos anunciar: «he de partir», y que los amigos remataran: «pero arremete viajera». Gracia e incomodidad, tal vez. De todos modos esta actualización de la palabra poética en la vida cotidiana no deja de ser buen síntoma.

El tiempo, lo supiste como pocos, pasó dejando atrás aquellos juegos de estudiantes, no mi admiración. Es cierto que por temporadas más o menos prolongadas te he abandonado, como también, que un día cualquiera, sin demasiadas explicaciones, he vuelto a tus páginas. Inolvidable, en uno de estos reencuentros, el calor que las pequeñas brasas de Árbol de Diana les infundieron a mis noches en las que solo había sed y ningún encuentro. Y las preguntas, insistentes: ¿cómo lograste esa condensación de la belleza?, ¿cómo hiciste tanta música con tan módicos recursos? ¡Vaya trampa nos tendiste! La de inducirnos a creer que el brillo de unas pocas palabras era suficiente. ¡Ah, cándidos, ignorábamos que para alcanzar tal hondura había que construir la casa, emplumar los pájaros, golpear al viento con los propios huesos, terminar solos lo que nadie comenzó! Alguna vez leí de la existencia de autores sobre cuyos acólitos pesaba la condena de Salieri. Ahora lo entiendo.

Llegó luego, de los tuyos, mi libro preferido: Los trabajos y las noches, donde te atreviste a mirar y a decir esa sombra unida a tu nombre, a hacer arder en tu poema ese rostro que dispersa un perfume a amado rostro desaparecido. Nunca, hasta este poemario, el tú amado había sido una presencia tan intensa, constante. Y todavía, lo juro, no comprendo la miopía de algunos profesores, su darte la espalda. Actitud que, de todas maneras, no ha menguado la fascinación de quienes por fuera de la academia te conocimos; acaso porque de vos, mucho más que de ella, aprendimos que «cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa».

Este sería el momento de evocar a tus amigos: Juan Jacobo Bajarlía (Anatomía de un recuerdo), tu cara Ivonne Bordelois (Correspondencia Pizarnik), la misma Piña que, sin haberte tratado, se ocupó tan amorosamente de tu obra y de vos (Alejandra Pizarnik); quienes, superado el escándalo de tu ausencia y «desobedeciendo el voto de abstención estructuralista de buscar sentido por fuera de los textos» (María Moreno), nos hablaron no sólo de la niña alucinada -que lo fuiste-, sino fundamentalmente de la escritora que leyó todo lo que un escritor debe leer, la paciente merodeadora de LA palabra, la ensayista sagaz, la linterna sorda, en fin, que en la noche, toda la noche, palabra por palabra escribió la noche. Es que, aun a riesgo de sonar ingenuo, lo digo: una obra como la tuya, Sasha, no se hizo sola. Te explico: en torno a vos se ha generado una confusión enraizada en parte en tu mito, en parte en ciertos pasajes de tu poesía. Aquel, por ejemplo, donde clamás «ojalá pudiera vivir en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo», cuyo brillo ha encandilado a tantos poetas, los muy jóvenes sobre todo; y los ha hecho soslayar su terrible paradoja. Pues, aunque pudiera vivirse en éxtasis, aunque pudiera incluso hacerse algo semejante al cuerpo del poema con el propio cuerpo -el subjuntivo no es aleatorio-, es forzoso que la escritura dé cuenta de esos procesos. Léase: no con momentos o sentimientos, tampoco con éxtasis -naturales, artificiales, lo mismo da-, se construye un poema.

Pero regresemos a lo nuestro. De uno de los impasses mencionados más arriba, me arrancó tu impresionante catálogo de crueldades de la condesa Erzébet Báthory, muestrario sólo tolerable por la elegancia austera de tu estilo. Más tarde Extracción de la piedra de locura y El infierno musical me enseñaron las posibilidades del poema en prosa.

Tus textos humorísticos son la última parada en este viaje. Textos que plantean un nuevo dilema: ¿era tu intención que se publicaran o eran apenas ejercicios de experimentación? En cualquier caso, te abocaste a ellos, vieron la luz, fueron leídos, criticados: «Pizarnik es muy semejante a sí misma, salvo en sus últimas prosas, donde rompió completamente con su estilo anterior, pero esa parte de su obra no me interesa, es muy inferior al resto» (Cristina Peri Rossi). Más que el aspecto valorativo de este comentario me interesa la idea del desvío, notorio, pero no exclusivo. Es decir, tu generación respiraba desconfianza hacia el lenguaje y vos, amén de formularla como nadie (la lengua natal castra/la lengua es un órgano de conocimiento/del fracaso de todo poema/castrado por su propia lengua/que es el órgano de la re-creación/del re-conocimiento/pero no el de la resurrección), te dedicaste, como un niño se dedicaría a desarmar un juguete, a desmontar su aparato. No obstante, también en esto, la peor parte la llevan tus chirolitas de impostada voz, que edificaron sus poemas sobre la base del puro juego verbal, descuidando aspectos, a mi juicio, más relevantes: la armonía de las formas, el sentido; que transformaron la poesía en un código de templarios, un juego para iniciados... ¡en psicoanálisis!

Hoy, pisando la edad en que te confinaste al exilio definitivo, me inquieta la posibilidad de que me suceda lo que otrora a Juana Bignozzi, cuando sintió que tu obra, al excluir los avatares del mundo, la sofocaba. De cualquier modo, si como creo, de la poesía atesoramos unas pocas imágenes, unas pocas palabras-talismanes, no dudés de que, una vez concedido el ingreso, vas a morar como querías en la memoria de unos cuantos locos.


Tuyo, S.


Pd: Finalmente, un agradecimiento: el esplendor del minuto aquel en que por fin comprendí con el cuerpo cómo su ritmo, unido al de otro cuerpo, alejaba el vuelo de los cuervos.

viernes, 17 de julio de 2009

Nuevo libro de Zediciones: «Glasé» de Rocío Pochettino

por Hernán Schillagi




Luego de ganar la edición 2008-09 del concurso Todo poético 3, organizado por María García y la editorial mendocina Zediciones; Rocío Pochettino pudo ver, al comienzo de este mes, los poemas de Glasé convertidos en formato libro. Pequeño aunque de un rosado furioso, se hace imposible de ignorar. El libro aparece como un insecto mutante que busca manos y ojos donde ocultarse, para luego comenzar a abrir poco a poco su caparazón a los lectores.

Mezcla del sostén anecdótico de la prosa y de la cadencia del verso, Glasé es un breve poemario que apuesta a la intensidad del brillo de las palabras, al mismo tiempo que aparece como un viaje alucinado de la voz adulta a los juegos de la infancia y a su microcosmos trémulo e inquietante: «las niñas juegan a/ser madres y esposas/con esmero cuidan los/platos que llenarán de hojitas/para la cena»; para luego decir en otro poema: «canesú sin bordado/señal de la pérdida antepuesta y átona del yo sin regalos».

Como si fueran dos tapas virtuales, Glasé está abrazado por un inteligente prólogo de la poeta Romina Freschi, por un lado. Por otro, cierran unas palabras de contratapa de la misma María García que, a su pesar, aportan sólo confusión. Freschi destaca: «Breve en apariencia, la lectura de glasé no tiene por qué serlo. Lo que queda resonando es el olvido, aquellos dones que nos fueron ofrecidos, aquello que nos fue dado, repetido, festejado, reprimido, pero configura nuestra subjetividad como una gramática». También es importante resaltar el serio trabajo de la editorial y los organizadores del certamen, que con recursos mucho menores que los del Estado, han cumplido en tiempo y forma con las bases del premio y la publicación.

El libro y su autora (nacida en Río Tercero, Córdoba) serán partícipes del llamado TOURNÉE GLASÉ, una serie de presentaciones y encuentros multigenéricos que arrancan en julio y terminarán en noviembre. Por los motivos de la emergencia sanitaria, la fecha de Mendoza se reprogramó para setiembre. Sin embargo, la obra rodará por Córdoba y Buenos Aires.

Todos aquellos que consideran a la poesía como una complicidad convulsa, estarán a la espera de probar la cobertura, la musicalidad y los destellos de los poemas de Rocío Pochettino.




Algunos poemas de la autora


fiesta

Mecer el columpio hasta que el dedo se moje / saliva protectora que libras del fuego / del cese del canto y la captura,

hay:

bizcochuelo de jaspe / para los conejitos de lana / que guardan sus ojos para la foto.

La niña bañada en Coqueterías escucha: / “cerrá la manito, para que pase la manga, ay ay, los conejitos bandidos que saben hacer su casita a la sombra” / Puñito cerrado, mordido. / La palma surcada de uñitas

*


cántico

callas
y todo florece:

las niñas juegan a
ser madres y esposas
con esmero cuidan los
platos que llenarán
de hojitas para la cena

él
regresará y será reconocido

el fértil silencio
de lo dispuesto.

*

souvenir

Mejor vida la del pubis lavado de ruda / bichito que pica la cola y la lela lo lava / los dulces robados y sus papeles brillantes que hacen ruidito, / mentira remota rezada entre flores, la tina mayúscula de cielo dormido en mi vientre.

viernes, 10 de julio de 2009

Chapa y pintura


Informe sobre la Beca del taller de poesía del Fondo Nacional de las Artes en Mendoza


De izquierda a derecha de pie: Conna, Parral, Jiménez y Arenas. Sentadas: Drajer, Stocco, Benítez Schaefer y Genovese.




por Hernán Schillagi


Coordinadora: Alicia Genovese

Becarios: Alejandra Privitera, Antonio Rolando Arenas, Eliana Drajer, Facundo López, Gabriel Jiménez, Gabriel Vanella, Laura Miranda, Luciana Benítez Schaefer, Melisa Stocco, Mercedes Parral, Yvan Conna.

Pista de despegue.
A finales del verano se hizo la convocatoria. El Fondo Nacional de las Artes, nada más y nada menos, ofrecía una beca para «darles una posibilidad de crecimiento y perfeccionamiento a creadores con condiciones para el oficio literario», exclusivo para mendocinos en narrativa o poesía. Los cursos comenzarían en abril y desde allí 4 meses de intensivo trabajo. Los reconocidos Vicente Battista (cuentista y novelista) y Alicia Genovese (poeta y ensayista) coordinarían los talleres en dos encuentros mensuales, con la Biblioteca San Martín como marco ideal.
Pero, me dije: ¿Qué es un taller literario?¿Se puede enseñar a escribir poesía?¿Cómo está el panorama en Buenos Aires en cuanto a talleres?. Demasiadas preguntas, sí. Entonces, me subí sin demora al 270, directo a las respuestas.

Corte y corrección.
Antes de llegar, en el micro iba haciendo memoria. Las experiencias en Mendoza sobre talleres literarios han sido más bien aisladas y esporádicas. En los ’90 estaban los que dictaban en la SADE Ulises Naranjo y Patricia Rodón. También los que se nucleaban en Luján encabezados por Gladys Guerrero y Lía Truglio. Amanda Buttini coordinó alguno que otro de poesía. Sin embargo no siempre fueron episodios que dejaran una huella o marcaran un camino poético en cuanto a estilo. Si hasta cuando en el 2006 vino Santiago Sylvester a dar una «clínica de poesía», una poeta de boina levantó la mano para decir «algunos de los que estamos acá, no necesitamos que nos enseñen nada». Siguiendo esa lógica, hay algunos que dicen que, si poetas como Alejandra Pizarnik y Oliverio Girondo no necesitaron ir a aprender a escribir, para qué un taller. Al prejuicio yo respondo con una pregunta: ¿Por qué el boom de los talleres en la joven poesía argentina?

Antes del atardecer.
Nuestros encuentros fueron dos. Uno a fines de mayo y el otro en junio, siempre a la salida del curso, a eso de las 7 de la tarde en un bar de la Alameda. En el primero, la charla fue informal, más de café. Alicia Genovese nos encantó a todos con su recorrido de experiencias, anécdotas jugosas y reflexiones agudas sobre la poesía actual. Los chicos que hacen el taller estaban más bien callados, observaban cada gesto y capturaban cada palabra como si fueran fotos digitales para algún álbum furtivo. El segundo, ya fue con libreta en mano y el grupo estaba más que afilado. En el bar, Charly García nos susurraba «Éxtasis, todo mundo quiere éxtasis» como para romper el hielo.

El poeta y su poema.
Marcelo di Marco, que coordina talleres hace años y hasta ha publicado el libro Hacer el verso: Apuntes, ejemplos y prácticas para escribir poesía, avisa al comienzo: «En el arte no existen dogmas ni las recetas infalibles. Sí poéticas, sí experiencias, sí lecturas aprovechables». Por lo tanto, a la pregunta sobre qué los motivó a inscribirse en la Beca, Antonio Rolando Arenas me dispara: «Quería estar incluido, y probarme luego de una selección». Casi al unísono dice lo suyo Luciana Benítez Schaefer: «Vivir la nueva experiencia, aprender cosas nuevas. También buscar una opinión autorizada»; y para rematar Yvan Conna aporta: «Es atravesar la experiencia con otra mirada no contaminada de mí mismo.»
Redoblo, por tanto, la apuesta: «¿Creen que la poesía sin trabajo merece ser leída por otros o publicarse?». Gabriel Jiménez se sonríe mientras me responde: «Es relativo a la expectativa del autor». Y con cierta ironía sigue: «Si te tomás esto como un hobbie, puede ser»

Puentes.
El formato del taller, propuesto por Genovese, consiste en 4 ó 5 encuentros donde la poeta hace devoluciones en profundidad (y no correcciones): «Hago devoluciones y no crítica. La diferencia es hacerles un aporte. Éste es un taller muy heterogéneo». Y es cierto, ya que el grupo se forma con poetas que tienen su primer libro editado, como Arenas, Conna y Facundo López; otros, como Eliana Drajer, que tiene uno terminado y varias presentaciones en concursos; están Gabriel Jiménez y Gabriel Vanella que han asumido «estado público» en blogs literarios. Y el resto, algunos estudiantes de Letras, que vienen enfrentándose en silencio con la palabra.
Por eso, la coordinadora aclara sus objetivos: «Los ubico en el momento en que cada uno se encuentra dentro de su producción. Algunos no diferencian aún los momentos de logro y cuándo se les va de las manos un texto y no son poemas».

La voz de los otros.
No es secreto para nadie que detrás de todo buen poeta se esconde un mejor lector. Por eso es que Genovese los ha enfrentado a autores representativos de algunas líneas estéticas. El gran poeta Joaquín O. Giannuzzi fue uno de ellos. Melisa Stocco reflexiona: «Analizar el objeto sin alejarse es muy interesante. Como también recibir el aporte de otras estéticas y lecturas, entre ellas, Marosa di Giorgio, Susana Thénon o el peruano José Watanabe». Otra experiencia determinante es la de leerse entre pares. Eliana Drajer rescata: «En este proceso conocés otras voces mendocinas. Me criticaron mis textos y fue una experiencia muy interesante y riesgosa».

Impacto profundo.
La coordinadora me aclara que en el primer encuentro ella quiere provocar un «shock» en el poeta, a partir de sus devoluciones. En ese momento, Mercedes Parral comienza a reírse y se confiesa: «Cuando llegué a mi casa, quería quemar todo lo escrito luego del ‘shock’ que propone Alicia» Aunque agrega inmediatamente: «Pero fue increíble poder reencontrarse con lo que uno escribe».

Cauterizar la herida.
Cuenta la leyenda que, en 1923, Borges le regaló Fervor de Buenos Aires a su padre; éste lo recibió en silencio y lo guardó en la biblioteca. Tiempo después, el joven Georgie lo sacó de entre los libros y lo encontró todo rayado con anotaciones del propio padre. Esto quiere decir que los grandes escritores también necesitaron una voz mayor que los iluminara para ver las cosas de otro modo. «Desde la década del ‘70», me dice Alicia, «que los talleres proliferan en Buenos Aires. Denostarlos es un anacronismo». Además, la autora coordina de forma individual a poetas que tienen una obra a punto de publicar. El auge de los talleres de poesía está tan instalado que la joven poeta Clara Muschietti transcribe en los datos de su primer libro, La campeona de nado: «Realizó seminarios en la Casa de la Poesía con Irene Gruss y Andy Nachón y participó en la Clínica del Rojas con Fabián Casas». Algo impensado hace 10 años.
Entonces, bienvenida la nueva experiencia, bienvenida la voz que hace de la duda una red de contención, bienvenida también porque, como dice Alicia Genovese en un poema de La hybris: «Escribir, la hechura/de palabras/cauteriza la herida,/sin la simpleza/del olvido»

domingo, 5 de julio de 2009

El Desaguadero / Número 3

Un blog de poesía escrito
por poetas


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ÍNDICE

ENTREVISTA
Javier Piccolo, autor del libro ganador del Certamen Vendimia de Poesía 2009
por Hernán Schillagi


NOTAS Y ENSAYOS
Leer poesía en la adversidad
por Sergio Pereyra


INFORMES Y CRÓNICAS



Ropa sucia, afuera
por Paula Seufferheld

LA HISTORIA DE UN POEMA
Boxeador de barrio, de Dionisio Salas Astorga
por Dionisio Salas Astorga

RESEÑAS CRÍTICAS

In movimento, de Gigliola Zecchin
por Cecilia Restiffo


NOTICIAS Y ADELANTOS
Javier Piccolo ganó el Vendimia de Poesía 2009
por Fernando G. Toledo

La poesía de duelo: murió Mario Benedetti
por El Desaguadero

Viajero inmóvil, nuevo libro de Fernando G. Toledo
por Claudia Masin

Señales rupestres, nuevo libro de Adelina Lo Bue
por Fernando G. Toledo

viernes, 3 de julio de 2009

Ropa sucia, afuera



Crónica de "Textos colgados" por Hernán Schillagi. Ciclo Elefante. Bar Iguanahani, 18 de junio de 2009.




por Paula Seufferheld

Un espacio generoso donde se presentan autores reconocidos y emergentes. Un lugar abierto a las más variadas performances literarias. Un sitio que busca alejarse de las «lecturas públicas» tradicionales porque entiende que la literatura no solo es emoción y reflexión sino también diversión. Todo eso y mucho más es –y, esperamos, seguirá siendo- el Ciclo Elefante. Creado en febrero de 2008, sus organizadores Leandro Hidalgo (foto de la derecha) y Daniel Potachner han programado de manera casi ininterrumpida recitales literarios todos los jueves en el bar Iguanahani de la Alameda.

El 18 de junio, –jueves, por supuesto-, un rato después de las 22, una de «las jóvenes promesas» de la redacción de esta revista, Hernán Schillagi, sorprendió a amigos y desconocidos con un original y muy cálido recital de «textos colgados». La mayoría del material que leyó está en Internet en su blog Quebrantapájaros. También había textos inéditos y otros que han sido publicados en sus poemarios.

Literatura de cordel

En el escenario no había mesa, ni papeles, ni micrófono ocioso de poeta oficinista. En primer lugar, el público se encontraba con una cuerda que sostenía con broches de ropa una serie de escritos que pronto develarían su belleza. Aquí los textos eran textura, trama, tela expuesta. Mucho tiempo colgados, buscaban la libertad de la palabra dicha. En un costado de esta lavandería literaria, Schillagi había dispuesto sus materiales de trabajo: jabón en polvo, suavizantes y quitamanchas. En el centro de la escena, un pie sostenía un micrófono: «¿también cantaría este talento argentino?», se interrogó, un poco asustada, la cronista de este evento.

Después de haber comido y bebido y casi imitando a nuestros ancestros que en torno a la hoguera escuchaban las historias mágicas de sus poetas, el grupo de asistentes fuimos silenciando roces y murmullos para que el artista de pie explicara el porqué de su selección: «Si uno pudiera escaparse de las redes, Internet se hubiera llamado Interjail. Un estar entre jaulas, constantemente saltando de una a otra sin poder salir. Por eso estos ‘textos colgados’ en la red de redes, con el abismo como único fondo. Por eso esta cuerda, también, donde están tendidos al sol de la pantalla azul poemas, relatos breves, textos mestizos y cimarrones».

¡A descolgar, que se viene la lluvia!

El recital se dividió en dos tandas. El tema de Radiohead, Airbag, sirvió de fondo musical para comenzar la primera. El poeta decidió apelar al erotismo para abrir su lectura. Sus palabras calientes, sus «textos húmedos», como los denominó, rozaron los oídos y el cuerpo todo de los presentes. Mientras el tono de voz y las pausas justas creaban imágenes sensoriales potentes, cada uno de los que estábamos allí extraía de su recuerdo algún momento íntimo y feliz. ¿Schillagi pretendió romper el hielo? Esta cronista afirma que incendió el lugar. Y los bomberos estaban lejos. Y nadie iba a ir a buscarlos. Y, en realidad, valía la pena quemarse y gritar hasta derrumbar las paredes de placer como el protagonista del relato Un nuevo hogar. Además de este escrito, en el bloque de «textos húmedos», Hernán leyó: El amor en los tiempos del dengue y El dragón pregunta. En el segundo bloque de esta tanda, aparecieron los textos más expuestos, aquellos «con mucho sol», a decir del poeta, ya que saltaron de la pantalla azul al papel en blanco y hoy son parte de su material publicado: Saliste de mí me encontraste, El sabor de lo perdido recuperado y Tu nombre todo. La que escribe siente particular debilidad por este último poema y su protagonista Marta. Quizás porque encuentra resonancias con su vida presente. Quizás porque todas las nubes son ahora gris marta. Quizás porque sus cielorrasos también se agrietan por las dudas.

El intervalo fue breve. Tiempo suficiente para que Radiohead siguiera sonando, los fumadores tomaran aire fresco, se sumarán nuevos asistentes y los amigos felicitáramos al poeta por el desarrollo de su recital. También hubo muchas fotos, había que registrar el suceso y la «puesta en escena» creada por el poeta porque, ya sabemos, «hay que verla para contarla».

La segunda tanda empezó con «textos mezclados» pero no revueltos. No había una media negra que iba a volver grises todas las camisetas. No. Eran más bien textos teñidos por los colores vivos del humor: zumbón, atrevido y hasta con ciertos toques de picardía de barrio. En El origen de las ficciones cotidianas el relato comienza como una historia de terror y no es para menos: ¡un joven encuentra en la noche negra de su pelo el rayo de su primera cana! Las risas aflojaron a los presentes; incluso, hubo alguna que otra carcajada cuando Schillagi leyó los peculiares Puntos de vista del narrador que persigue en su bicicleta las bondades de una cola femenina. Este bloque incluyó también Deshacer la escritura.

El recital finalizó con «textos ásperos», esa ropa que necesita suavizante para sacarle la mugre, que, por otra parte, nunca se va del todo. Camisetas viejas, jeans gastados como los que seguramente usan los pibes que se encuentran en Camino del espejo. El tono de la lectura se volvió grave, invitando al público a reflexionar sobre la muerte y la marginalidad. Además del relato citado, el poeta leyó La breve y Lo que dura un cigarrillo. En medio de un aplauso cerrado, Hernán se despidió excusándose: «tengo una pila infernal para planchar». Quien escribe pensó que el planchado no era una buena idea. Estos textos eran bellos por sus asperezas, por sus pliegues caprichosos, por sus entramados firmes pero también sutiles. Arrugados y rebeldes como nacieron en la pantalla azul, como viven ahora para envolvernos en los días fríos.

¡A revolver los cupones!

El humor volvió en el cierre de la noche cuando se sortearon dos libros de Schillagi (Primera persona). Otro de nuestros redactores, Sergio Pereyra, se ofreció como «susano» para agitar la canasta con los números de los presentes. Los ganadores no tenían Primera Persona y quedaron encantados con el premio. Es más, demostraron un cholulismo tan exultante que no se fueron del bar hasta que el poeta, de puño y letra, les dedicara sus ejemplares.

Después de brindar por el éxito de la presentación, esta cronista llevó a sus hogares al «susano» y al escritor. ¡Y sí!, uno de sus temores iniciales se volvió realidad sonora. Schillagi, finalmente, cantó. Primero como Sandro y después como Fito. El viaje de regreso, desafinado y todo, fue divertido. Volvíamos a nuestro este, a nuestro Desaguadero que insiste con sus crecidas para bañarnos de buenos momentos y de poesía.



Dos «Textos colgados» de Hernán Schillagi




el sabor de lo perdido recuperado

fría no la soporta la boca
así que se encuentra sobre la heladera

el rallador muestra sumiso
sus dientes desparejos al fruto
del pecado original
porque es la manzana la que le ofrece
su piel de sangre
y mi mano sube baja
rodea las paredes espinosas
para ver cómo los trozos caen al plato
a la infancia
de una tarde de verano en que tres primos
hacían realidad la metáfora

ellos conocían bien el juego
cuando la botella dejó sin apuntar a uno

entonces se quedó tras la puerta
para sólo mirar mientras una serpiente
le crecía torva por debajo del pantalón


De Pájaros de tierra (Libros de Piedra Infinita, 2008)



Lo que dura un cigarrillo

Está sentada en el umbral. Los pies separados y sus rodillas juntas hacen crecer un triángulo falaz. Espera. Tiene el codo clavado en el vértice superior y desde allí se extiende el brazo. Gesto de sostener por una eternidad un marlboro. Desespera. El humo le hace rulos a su melena oscura. La boca se le abre para volverse más amarga. Una boca que dijo, Sabías cuidar de mí. Como un perro, me lamías antes de enterrarme.

La esperanza también puede ser un hueso sucio. Bocanada final.


(Inédito)

lunes, 29 de junio de 2009

Poesía dicha en un susurro

por Cecilia Restiffo*


In movimento, Gigliola Zecchin. Paradiso, 2008, 120 páginas.




Los versos de In movimento, de la poeta Gigliola Zecchin (conocida con el seudónimo de Canela y por su rol como periodista televisiva), apelan al despojo de lo dicho como en un susurro. Este sigilo se propaga a lo largo de las páginas y propone una intimidad hecha de silencio y de imágenes que poco a poco van delineando un paisaje marcado por el ritmo que el lector puede percibir en cada palabra.

Es un estilo sobrio que simula el vaivén de los barcos en alta mar y deja el horizonte libre, amplio para que cada verso se duplique y se revele a sí mismo: «Hay tragedias que los dos acarician / sábanas bordadas en secreto / afuera sobre el dorso de una abeja / el deseo vegetal / colmenas infinitas cubren / la breve ceremonia de la vida…».

Hay en este libro, que fue finalista del prestigioso premio de poesía Olga Orozco 2008, un vuelo rasante sobre los días y las horas vitales. La voz desgrana rincones ocultos y momentos inaudibles que vuelven desde el recuerdo para dejar en las páginas su huella mínima pero constante: «No hay remedio / mientras las abejas sigan su rutina / habrá que elegir una ilusión / y no ser visto // mi padre también se había exiliado en la azotea / con la cabeza oculta entre las manos».

Temas cotidianos que reflejan un estado de asombro frente a la realidad que se palpa desde los versos; así, los poemas de Zecchin están atravesados por la fuerza contenida de la observación, de los ojos atentos que miran por segunda vez: «Una ciudad que vive / en su amor / joven era / con una blusa azul desmemoriada / esa mañana escrita en horizonte /descifrarla».

El tono que propone la autora impone una serenidad de lectura que es, a la vez, invitación cadenciosa y una mirada reflexiva sobre los breves gestos de humanidad que aún conservamos de nuestros antepasados. Su poesía rescata esa tensión que nos define y nos provoca al mismo tiempo: «Hubiera querido cantar / la causa secreta de los cuerpos / no pude /de todos los males / prefiero / la disposición al sacrificio».

El poeta Jorge Boccanera, uno de los jurados del concurso, avisa que vamos a encontrarnos con «postales de una mirada atenta a los mensajes cifrados que viajan de una boca a la otra…». Es por eso que los poemas de Giogliola Zecchin fusionan con firmeza la levedad de la antigua poesía japonesa como el haiku, la concentración de la mejor poesía italiana, junto con una percepción femenina precisa y cálida que hacen de este poemario un compás alternado de consonancias familiares y profundas.



*Reseña publicada originalmente en el suplemetnto Escenario del Diario Uno el 17-05-2009




Algunos poemas de In movimento






la barca quieta

algo pudo haber ocurrido
en la boca del tiempo

mientras la tierra gira
caen los latidos
a un mapa imperfecto

viramos hacia el sur
saltan delfines
otra vez junto al barco

si te quedás mirando
la línea del ecuador
agua y sal te mojan la cara

no hay bitácora
ni mares
ni estrellas

no hay cielo
a la vera de la infancia

*

del arte de naufragar

cinco mujeres sentadas
unas con otras

barajas y la borra del café
la brujería

pasan barcos en la madrugada

con la marea baja
a ras del hambre

ella pensó
partiré para siempre

cavar sabía
la arena es la misma en toda orilla

el parto fue breve

*

cacerolas

a mi madre


agridulce y ladrona
buscando palabras
como botones perdidos
dijo

hijos míos
lo bello cambia

la sangre se busca en los espejos
nacen mártires en cada batalla

tan peligroso es todo

y repartió el silencio
con su misma cuchara

*

restos nocturnos

parada entre excrementos
tengo un niño asombroso
en los brazos

y una corona de margaritas
que me quiere que no me quiere

la loba amamanta
un cadáver pequeñito

todo en cámara lenta
el amor y la tragedia

he despertado varias veces
del mismo sueño.


Gigliola Zecchin