martes, 20 de junio de 2023

4 poemas de Luis Ricardo Casnati

Luis Ricardo Casnati.


Luis Ricardo Casnati nació el 21 de junio de 1926, en San Rafael, al sur de Mendoza. A los 15 años fue alumno del gran poeta Alfredo Bufano, quien se desempeñaba como profesor de Literatura. Egresó como arquitecto de la Universidad Nacional de Córdoba, en el año 1952. Fue, además, escritor, diseñador y docente. 
Fue figura destacada de la poesía mendocina en la segunda mitad del siglo XX. Su trayectoria literaria se inició con De avena o pájaros (1965), libro de poemas al que le siguieron Aquel San Rafael de los álamos (1975), La batalla del oro (1975), Cantata a dos voces (1975), Balanzas, cabras y gemelos (1984), La hilandera (1987), La luna en el agua (1993) y otras obras poéticas por las cuales recibió numerosos premios. Editó también los cuentos Historias de mi sangre, Sólo tu nombre de trigo verde y Las palabras del sésamo, entre otros.
En 1958 fue nombrado director de Arquitectura de la Provincia, por lo que se trasladó a vivir al Gran Mendoza, fijando su domicilio en el distrito Las Cañas, de Guaymallén, donde diseñó y construyó su hogar. En su domicilio poseía una biblioteca con unos 3.000 libros.
Fue cofundador de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza en 1960. Allí se desempeñó como profesor de la cátedra de Plástica, que incluía equipamiento de interiores y diseño de muebles. Además, fue presidente de la Sociedad de Arquitectos de la provincia, presidente del Colegio de Arquitectos y presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) de Mendoza, institución en la que también ocupó el cargo de vicepresidente a nivel nacional.
En marzo de 2017 fue distinguido por su aporte y trayectoria en el mundo artístico por la Cámara de Senadores de Mendoza. Fue gran amigo y cómplice en el arte del pintor Luis Quesada, con quien creaba piezas de mobiliario. De hecho, la casa de Quesada fue diseñada por Casnati. El 20 de junio de 2017 falleció con 91 años, rodeado del afecto de sus familiares y amigos.



Piel

Tu piel es tierra de suspiros. 
Tierra de antigua miel 
y trazo limpio 
donde se envuelve el duro 
aire que soy yo mismo.

Tierra de sol
altísimo,
que lleva a la raíz 
de tu vida y mi vida a ser rocío, 
a fundirse en el mundo legendario 
donde el grito es un lirio herido 
y donde es suelo firme 
el vacío.

Potro blanco en la noche. 
Savia que es casi río. 
Detrás de nuestros ojos, 
un camino de agua y un navío.

(de De avena o pájaros, 1965)


6

Yo estaba de violeta, de nostalgia, de otoño, 
los vientos traspasaban mis palabras, mi carne, 
me dolía el cabello, mi nombre me dolía,
la luz me parecía oscura y dura, 
el sol lejano y enemigo, 
la luna torva y triste. 
Todo era idéntico a otra cosa: 
la tristeza al azufre, 
el azufre a la lluvia, 
la lluvia a las avispas. 
Los días comenzaban 
llorando, 
se abrían los crepúsculos 
como una herida, 
todo era gris y quieto, 
todo se resolvía de manera 
pesadamente melancólica, 
pastosa, indiferente. 
Las máquinas gemían, 
los tenedores, los cuchillos 
amenazaban desde los trinchantes, 
las espinas volaban por el aire de luto, 
los caballos corrían por campos de ceniza, 
las agujas clavaban lentamente los ojos.

Pero entonces llegaste.

(de Amo, luego existo, 1984)


Carta del hombre que mira a Samarcanda

He caminado por esta ciudad,
Que antiguamente estuvo amurallada, y que una vez fue destruida por Alejandro de Macedonia. 
He mirado sus mezquitas,
Con su devastada arquitectura y sus cúpulas de nervios azules.
He mirado el sextante de Ulugh-beg,
Que con sus simples ojos de hombre clasificó la magnitud de mil ochocientas estrellas, 
Y calculó hace medio milenio la duración del año, con sólo un error de segundos.
He mirado un paisaje que se dilataba en cuatro cordilleras detrás de una de las cuales comenzaba la China.
He mirado la flor del té.
He mirado este curioso cielo,
Que tiene su Dragón y su Serpiente y su Delfín, pero donde no está clavada la Cruz del Sur.
He tocado adobes cortados antes de las Cruzadas y antes de Carlomagno, y me he estremecido.
He mirado rostros inhabituales para mí, de altos pómulos, Bajo los cuales se escuchaban lenguas a las que, con toda probabilidad, jamás tendré acceso.
He mirado la curvatura de la noche,
Creyendo adivinar el polvo de las caravanas y las sombras de Tamerlán y Marco Polo,
Y no sé si eran, o no eran, o era tan sólo el viento entre las ruinas 
He mirado todo esto largamente, con los ojos abiertos y con los ojos cerrados. 
Y por arriba de esto, por debajo de esto, detrás de esto, atravesando esto,
Te he visto a ti.

(de Cartas rusas, 1993)


Nada sucede 

Y uno se siente igual. Con los caminos 
tan cercenados o bloqueados como 
los que ya caminó: sin un asomo 
de cambio. Ve los días asesinos

de los meses, los meses de los años, 
los años de la vida. El horizonte 
visible es como aquel Jano bifronte 
de la mitología: desengaños

hacia adelante y hacia atrás olvido. 
Todo parece vano y sin sentido 
y dado a luz por la melancolía.

Y uno con su reloj de arena cruenta, 
mirando cómo el tiempo se alimenta 
de un día y otro día y otro día.

(de Las palabras del sésamo, 1995) 

lunes, 12 de junio de 2023

Paul Éluard: poemas del enamorado surrealista

Paul Éluard. Foto: Robert Doisneau.


por Fernando G. Toledo

Para conocer sobre Paul Éluard, nada mejor que la breve y acertada ―además de clásica para la lengua española― presentación que ofreció Aldo Pellegrini en su Antología de la poesía surrealista: «Nació en Saint-Denis el 14 de diciembre de 1895. Murió bruscamente de angina de pecho el 18 de noviembre de 1952. Su verdadero nombre es Eugène Grindel. Éluard era su apellido materno. A los 16 años contrajo una enfermedad pulmonar por la que tuvo que internarse durante 18 meses en un sanatorio en Davos (Suiza). Allí parece haber conocido a la famosa Gala con la que habría de casarse y que lo abandonaría después para convertirse en la mujer de Salvador Dalí. Fundó en 1920 la revista Proverbe (seis números), en la que colaboraron los dadaístas. Formó parte del equipo de la revista Littératures y adhirió con sus amigos al dadaísmo. Al separarse estos, los acompañó para fundar el movimiento surrealista, del cual sería uno de los más importantes animadores. En 1924 hizo un viaje de un año alrededor del mundo. Permaneció en París durante la ocupación alemana convirtiéndose en uno de los escritores de la resistencia. Puede considerarse que en 1938 comienza a alejarse del surrealismo, alejamiento que se convierte en definitiva separación al adherir en 1942 al Partido Comunista en la clandestinidad».

La obra de Éluard se divide tradicionalmente en dos claras etapas: por un lado, aquella en la que fue participante, forjador y protagonista de la literatura del surrealismo (con algo del dadaísmo previo), el movimiento que él mismo ayudó a fundar. Por el otro, aquella que transcurrió luego «por fuera» de esa vanguardia cuya ortodoxia cuidaba, como un papa, su viejo amigo André Bréton. Éluard se entregó por igual a los versos y al compromiso social, y este último aspecto también se reflejó en su poesía post-surrealista. Entre los títulos más importantes en la vasta obra del autor aparecen El deber y la inquietud (1917), Morir de no morir (1924), la magistral Capital del dolor (1926), El amor la poesía (1929), Curso natural (1938) y Libertad (1942). 

Para un hispanohablante, lector de las vanguardias del siglo XX y, especialmente, argentino, acometer una traducción de Paul Éluard significa siempre ponerse bajo la sombra de Pellegrini, poeta argentino que se convirtió en un difusor, conocedor y magnífico traductor de los más importantes autores de este movimiento. 

Sin embargo, para un admirador de su trabajo, como yo, que trata con gran dificultad con el francés, enfrentar la poesía de Éluard en el idioma original terminó algo siendo así como una revelación. No, claro está, en un sentido religioso, sino como algo que se muestra detrás de un velo: en la mayoría de las lecturas resonaba el eco de la versión en español de Pellegrini, aunque otras también hubiera conocido (las de Eduardo Bustos, las de Luis A. Cano y, sobre todo, las de Rafael Alberti y María Teresa León). Y, sin embargo, había algo allí para explorar, y que invitaba a una nueva pronunciación. Apareció también otro aspecto que algunas traducciones ocultaban, y era el hecho de que ―si bien el verso libre circulaba como moneda común en el automatismo surrealista― el autor de Capital del dolor solía apelar a parámetros de métrica y rima fijos, y eso merecía ser reflejado en la traducción (esfuerzo que, por cierto, se refleja en Alberti).

Con las armas de años de lectura de los textos de Éluard, el magisterio de los predecesores y el propósito de encontrar algún resquicio poético sin iluminar, propongo estas versiones.


Paul Éluard
Cuatro poemas
©  Versiones de Fernando G. Toledo


La curva de tus ojos


La curva de tus ojos me envuelve el corazón,
Una ronda de danza con algo de dulzor,
Aureola de los tiempos, lecho cobijador,
Y si no sé ya todo lo que he experimentado
Será porque tus ojos no siempre me han mirado.

El musgo del rocío, las hojas de los días,
Los juncos en el viento, las fragantes sonrisas,
Alas que con su luz cubren el mundo entero,
Embarcaciones llenas de océano y de cielo,
Fuentes de colores y cazadores de estruendos,

Perfumes que han nacido desde un nido de auroras
Que aún descansan sobre la paja de los astros,
Así como depende de la inocencia el día
Depende el mundo entero de tus ojos tan puros
Y hasta mi propia sangre fluye por sus miradas.



El espejo de un momento

Disipa el día,
Muestra a los hombres las imágenes desatadas de la apariencia,
Priva a los hombres de la posibilidad de distraerse.
Es tan duro como la piedra,
La piedra informe,
La piedra del movimiento y de la vista 
Y su brillo es tal que todas las armaduras, todas las máscaras flaquean.
Lo que ha tomado la mano evita incluso tomar
La forma de la mano
Lo que ha sido comprendido ya no existe,
El pájaro se confundió con el viento,
El cielo con la verdad,
El hombre con su realidad.

De Capital del dolor (1926)


Al alba te amo

Al alba te amo tengo toda la noche dentro de las venas
La noche entera te he mirado
Lo tengo que adivinar todo ando seguro entre tinieblas
Ellas me dan el poder
De envolverte
De agitarte deseo de vivir
En lo hondo de mi inmovilidad
El poder de revelarte
De liberarte de perderte
Fuego invisible en el día

Si te vas la puerta se abre al día

Si te vas la puerta se abre a mí mismo.

De El amor la poesía (1929)



Sin ti

Se apaga el sol en el campo
Se duerme el sol en el bosque
Se esfuma el cielo más vivo
Y es más pesada la noche

Sólo los pájaros tienen
Un camino de quietud
Entre las ramas sin hojas
Donde hacia el fin de la noche
Vendrá la noche final
La noche más inhumana

Será frío el frío en tierra
Debajo de los viñedos
Una noche sin insomnio
Maravilloso enemigo
Contra todo y contra todos
La más pura y llana muerte

Cuando termine esta noche
No habrá ninguna esperanza
Ya no puedo arriesgar nada.

De La cama la mesa (1944)

 

lunes, 5 de junio de 2023

6 poemas de Diego Bagnera

Diego Bagnera.



Los lectores curiosos de poesía supieron de Diego Bagnera a fines de los 90, cuando ganó un premio del Fondo Nacional de las Artes y apareció su primer libro, Primeras luces de la noche, con prólogo de Santiago Kovadloff. Sin embargo, para muchos, su rastro se perdió. La clave era quizás su mudanza a España, donde desarrolló una carrera literaria en la que los poemarios no fueron su objeto principal. A continuación, un texto del propio autor acerca de las vicisitudes de su biografía.

Bio

Nada hay menos documental que una autobiografía, que es siempre la escritura de un autoengaño. Toda autobiografía es ficción, un ejercicio de unir verosímilmente algunos pocos hechos reales dentro de un gran relato imaginario, guiado por la indulgencia. Yo soy no sé. Lo que llevo escrito en el rostro, lo a la vista en mí que yo no veo. Lo que de mí los otros y la vida han hecho y van haciendo en mí. Soy (como escribió Valéry) la voz de mi desconocido y estoy lleno de secretos a los que llamo Yo. Aquí empieza y termina cuanto tengo honestamente para decir: nadie me ha sorprendido tanto —para bien y mal— como yo mismo. Para quienes necesitan datos, fechas, referencias, puedo agregar, como quien enumera: nací (dicen) en Buenos Aires, Argentina, en 1973, y resido en España desde 2002. He estudiado periodismo, literatura, interpretación y dirección escénica formándome, entre otros, con Adán Black, Andrés Lima, David Amitín, Carles Alfaro, Juan Cavestany, Marco Antonio de la Parra, Abelardo Castillo y Carlos Ferreira. He realizado a su vez el taller de diseño de iluminación teatral de Valentín Álvarez, Rompiendo la luz, construyendo la imagen escénica, y actualmente me formo en danza contemporánea con Nicolas Rambaud y en acrodanza con Stefano Fabris en Carampa, tras pasar antes por el estudio de Amelia Caravaca. Eventualmente, a la par, asisto a workshops con otros coreógrafos y creadores: Rainer Behr, Tom Weksler —ambos en B12.space en Berlín—, María Muñoz y Pep Ramis, de Mal Pelo —en L’animal a l’esquena, en Celrà—, Davicarome, Vanessa Cadenas, Pau Aran, Lucio Baglivo, Mercedes Pedroche y Analía Serenelli y Xavi Sánchez (de Rauxa cía), en Madrid. En Argentina, se me concedió en 1997 el Premio Nacional de Poesía para autores inéditos por mi libro Primeras luces de la noche y, en 1998, la Beca del Fondo Nacional de las Artes en la categoría teatro. Durante los últimos 25 años he trabajado para diversos medios de Argentina y España, en prensa escrita —Clarín, La Nación, El Cronista, La Prensa, XLSemanal, Man, Maxim, El Mundo— y televisión: Canal 9 de Buenos Aires, Canal Sur de Andalucía —en ambos como guionista de Jesús Quintero (El perro verde, en 1999, y Ratones Coloraos, en 2002)—, Televisión Española y Lion Television, de Londres, como coordinador en España del documental Guns, germs and steel, del premio Pulitzer Jared Diamond, realizado para National Geographic. En 1999, recibí el Diploma a la labor destacada por mi trabajo en Viva, el magazine dominical de Clarín, el diario más leído de Argentina, concedido por TEA, escuela de Periodismo en la que también ejercí como docente. X-nada (cortometraje de Toni Vega y Dani de la Torre, finalista de los premios Goya de 2010) está basado en uno de mis reportajes publicados en XLSemanal, donde me desempeño como redactor jefe. Como actor, he participado en diversos trabajos de Theatre for the people, todos dirigidos por Adán Black. He montado a su vez dos de mis textos: Este sueño compartido que llamamos realidad, estrenado en el Festival Surge Madrid 2014, y Aún no consigo besar, escrito a partir de la historia real de la primera persona a la que se le realizó un trasplante de cara en Francia en noviembre de 2005. Este texto se representó paralelamente en Buenos Aires durante dos temporadas, con otro elenco, dirigido por Heidi Steinhardt. He dirigido también Nina, de José Ramón Fernández, en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, y la lectura dramatizada de Amor 2.0, texto de mi autoría escogido por la Fundación SGAE para su ciclo de difusión de nuevas dramaturgias en la Sala Berlanga. He participado, además, en Subir una montaña, brillante site specific creado y dirigido por Emilio Rivas para los eventos de clausura de Espacio Labruc, y en el taller de creación colectiva A nuestros amigos, con La Tristura, en La Casa Encendida de Madrid. Actualmente trabajo en dos nuevos proyectos: Voy a caer —una pieza de danza teatro— y Fragmentos del sujeto estallado, un monólogo que interpretaré yo mismo y que es parte de mi Trilogía de la inmediatez, que completan una pieza coral para diez personajes y una obra de cámara, para dos, la ya mencionada Este sueño compartido que llamamos realidad. A lo largo de 2018 he colaborado con Emilio Rivas en el desarrollo de su pieza Los años de la fertilidad, creada en residencia en Naves Matadero – Centro Internacional de Artes Vivas, estrenada allí mismo en 2019 y presentada en el B.A.D 2020 (Bilbao Antzerkia Dantza – Festival de Teatro y Danza Contemporánea de Bilbao). En febrero de 2021, hemos presentado en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque su nueva creación, Por el aire, desde el fuego. Al margen de los hechos descritos, me constituyen también (tal vez más y mejor) mil tropiezos y frustraciones no documentados. No obstante, pese a todo, pese a mí mismo, sigo. Como dejó Montale, «si algo nos queda aún, un ‘sí’ apenas, digámoslo, siquiera con los ojos cerrados».  

Diego Bagnera




Después de todo un día de silencios,
acercás la última
fuente hasta la mesa
y yo me siento
en el lugar acostumbrado.
En la loza, tus cubiertos
dibujan la frecuente cruz doméstica
y tus labios se arrinconan
un instante más
sobre la cómoda mordaza de tu vaso.
Escondés los ojos en el plato,
y desde allí,
desde allá abajo,
una voz, apenas tuya,
dice, una a una, las palabras
que dejan en la mesa
mi vaso a medio
terminar.


*

No conforme con irte,
te llevaste el universo. 


*

De este abrir
y cerrar los ojos
en la oscuridad,
sólo distingo
la mortal conciencia
de mis párpados.


*

Sé,
quiero saber,
que todo es irreal,
que no es la lluvia
la que cae,
sino yo,
inmaculado,
el que asciende.


*

Teme a la muerte
como quien es sometido
a volver.



(de Primeras luces de la noche, 1998)




¿Existe un cielo, o un momento,
en que los hombres sangren
la verdad de sus acciones
y la mano izquierda
coincida con la mano izquierda?

El manto del deseo
nos cubre la cabeza
y habrá entonces que olvidar.
Olvidar hasta volverse olvido;
no desear ya más desear.

Descansar.
No estar conmigo.
Busco la gracia de la distracción;
la gracia en que reposa
la naturaleza en un día pleno.

Ser la lluvia;
infinitamente
ser el sol.

Pero quiero,
ansío…
y eso es todo.

Soy un círculo en el que no estoy incluido;
el recuerdo de alguien que ya ha muerto,
un desierto sobre el cual proyecta el sol la sombra
de alguien que, me han dicho,
fui y soy yo.


(fragmento de También esta noche pasará, inédito)

lunes, 22 de mayo de 2023

4 poemas de Julio Castellanos

Julio Castellanos (fotografía de Hugo Suárez).



Julio Castellanos nació en 1947 en la ciudad de Córdoba, donde reside. Ha sido docente en la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Publicó poemas, ensayos y comentarios en distintos medios periodísticos del país. Desde 1983, aparecieron numerosos libros de poesía con su firma, entre ellos: Umbrales, Líneas, Elementos, Nubes, Lugares, Poemas del amor, Cercanías, El motivo es la mujer, Residuario, Jardín a tientas, Lettera 22, Toda aparición se desvanece y Eso que no es sueño, concentrados en el volumen Poesía reunida (1983-2013).


Hijo por nacer

Hijo mío, ya han pasado casi nueve meses 
–las nueve lunas santas del lunario–

Pronto te veré, habrás nacido. 
La simultaneidad redonda en que te mueves 
ese cosmos de madre que te alberga 
habrá de ceder, y habrá adelante 
y detrás, arriba, abajo; tiempo 
por vivir, tiempo que crece.

No sólo será vida.
Nacer también es comenzar la muerte. 
Pero no lo sabrás, serás eterno, 
y sabiéndote frágil cuidaremos 
tu edad, tus juegos y tu sueño. 
Cuando seas consciente de tu muerte 
yo seré una sombra que no pesa, 
una palabra simple, un simple eco.

Hijo mío, pequeño, no nacido, 
es poco lo que tengo 
para ofrecer, el mundo ya está hecho.

Hijo mío, que llegas del silencio 
en el umbral de tu madre hoy te espero.

(de Elementos, 1987)


La ausente

Reciente, entra la luz
por la ventana abierta antes del alba.

Se deshace la máscara, el adiós
y lo cierto invaden cada cosa.

Afuera, álamos ligeros
y voraces nubes de temblor.
Navega el cielo.

Con extrañeza se incorpora.
Siente a su lado el hueco
evaporado y cóncavo de un cuerpo.

(de Lugares, 1991)


Acerca del Tractatus de Wittgenstein

Pensar no ya al mundo, sí al poema. 
Comprobar
que es el todo que acaece.

Así, es mundo o es poema 
la totalidad de los hechos, no las cosas 
que insuflan esos hechos.

En el allá conviven
acaecer y no ocurrencia, la historia y el reposo.

Espacio lógico o poema: 
actos, atributos, 
dados al acaecer y al no, de un ser sí mismo 
que en nada cambia; nada que en el todo permanece:
entonces 
el poema que existe por sí, 
desdeña de nosotros.

No debemos hablar: dejarlo ser 
solo. Callando, volviéndonos
fantasmas, cuerpos
que se ausentan, transparencias.
De lo inefable, lo no dicho, reino.

(de Jardín a tientas, 2005)


Razones de un amor

porque aprendí que la claridad de tus ojos puede esconder
oscuridades hondas en donde vive la noche;
porque supe que es posible el amor y que en él
nada que no sea el sí mismo existe;
porque aprendí a separar nimiedades eternas como la clara de la yema,
el tacto de la mano, la sonrisa de la boca; porque pude
ver que en estas separaciones
hay encuentros con el uno que vive en cada otro;
porque el hallazgo de ese otro
no es sino el entenderse con la propia luz y con la propia sombra;
porque la vida es la ilusión de lo imposible y es lo posible de lo incierto;
porque los cuerpos pueden sernos campos florecidos; porque he bebido
la exudación, los flujos, las aguas corporales
que pasan por tu carne
para navegar ríos inagotables, transcursos sorprendentes;
porque fue tu desnudez un campo de caricias;
porque he aspirado en tus susurros el lenguaje del estar fuera de todo;
porque entre tus pechos no hubo intemperie ni granizo, allí
todo fue amparo, blandura bienvenida;
por éstas y por otras demasías: por todo lo dicho y lo imposible
de decir, te digo lo que digo, te balbuceo y toco;
me venzo y te pierdo y te respiro.

(de Eso que no es sueño, 2011)



lunes, 15 de mayo de 2023

4 poemas de Yamil Dora

Yamil Dora.


Yamil Dora nació en Casilda, Santa Fe, en 1971. Actualmente reside en Buenos Aires. Ha publicado los libros de poemas: el ángel solo (edición de autor, 2005), los barcos olvidados (Ciudad Gótica, 2007), Una plaza, un niño y un poeta (Plan Nacional de Lectura, 2009), Como playa que se puebla (Ciudad Gótica, 2009), Un mar que existe (Ciudad Gótica, 2013), Un hombre encima del mar (Del Dock, 2015), El olor de las hormigas (Palabrava, 2017) y Once (La Gran Nilson, 2022). Además publicó las novelas Los Lindos (Lamás Médula 2017), Diez mil kilómetros de distancia (Moglia Ediciones, 2019), Por la vereda con sombra (Palabrava, 2020, Pro Latina Press, 2021) y La Africanita (CR ediciones 2022). Sus poemas fueron traducidos al francés y al árabe.

 
1

se puede abrir un gran vino

se puede tomar al sol 
en casas como la nuestra

amigos

dejemos la paz en calma

dejemos las sucias botas 
la muerte y la furia 
atrás


18

queda el silencio 
a los hombres solos

la lluvia
a la mujer que he querido

mi muerte 
que llevará mi sombra

tus labios
que tomarán mi vino


De Un hombre encima del mar (Del Dock, 2015)



después de algunos años...

después de algunos años
de estar en esta ciudad
puedo guiar a los recién llegados
y si alguien me pregunta en el subte
si ir para allá
o para acá
le contesto como si fuese un experto
y cuando regreso a mi ciudad
es decir
a mi casa de antes
camino como un turista
que recorre un país
muy curioso
muy triste
y muy querido
casi como si estuviese
en la tierra de mis abuelos

De Once (2022)


mañana iré a una ciudad...

mañana iré a una ciudad 
que no conozco 
no encontraré a nadie 
de los que se olvidaron de mí 
cuando llegue 
me sentaré 
en la misma mesa de siempre 
como si nunca me hubiese ido 
como si no estuviese volviendo 
caminaré de nuevo por calles   
donde viví  
y no saben quién soy 
o saben  
y no me miran 
y muchos menos hablan conmigo 
una ciudad que no es grande 
ni chica 
ni se parece a ninguna 
una ciudad sin recuerdos 
una ciudad que se olvida 
ahora 
más lejos que antes 
aunque esté en el mismo lugar 
pero más cerca que nunca 
por eso casi no vuelvo

Inédito

lunes, 8 de mayo de 2023

11 poemas de María Ángeles Pérez López

María Ángeles Pérez López.



María Ángeles Pérez López nació en Valladolid, España, en 1967. Es poeta y profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, donde trabaja sobre poesía contemporánea en español. Antologías de su obra han sido publicadas en Caracas, Ciudad de México, Quito, Nueva York, Monterrey, Bogotá y Lima. También han sido publicados libros suyos de modo bilingüe en Italia, Portugal y Brasil. Es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, hija adoptiva de Fontiveros y miembro de la Academia de Juglares de Fontiveros, el pueblo natal de San Juan de la Cruz. Como académica, ha desarrollado numerosos estudios sobre la poesía de autores de Hispanoamérica. Ha publicado, entre otros, los poemarios: Tratado sobre la geografía del desastre (México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1997), La sola materia (Alicante: Aguaclara, 1998), El ángel de la ira (plaquette, Zamora: Lucerna, 1999), Carnalidad del frío (Sevilla: Algaida, 2000), La ausente (Cáceres, Diputación/El Brocense, 2004), Pasión vertical (plaquette, Barcelona: Cafè Central, 2007), Atavío y puñal (Zaragoza: Olifante, 2012), Fiebre y compasión de los metales (Madrid y México: Vaso Roto, 2016), Diecisiete alfiles (Madrid: Abada, 2019), Interferencias (Madrid: La Bella Varsovia, 2019), Mapas de la imaginación del pájaro (Colección Ejemplar Único, 2019), Incendio mineral (Madrid y México: Vaso Roto, 2021), Comarca mínima (Madrid: Cartonera del Escorpión Azul, 2022).


I

tanta flor de espuma
y trinos amarillos para el tiempo 
o frutas sugerentes

me izaré sobre tu miedo desplegado 
con alas pequeñas de mosca imprescindible 
porque llevo comiendo
miles de panes y peces 
desde antes
y me lloran los cestos si tú dejas 
las redes destrenzadas en mi ombligo

(de Tratado sobre la geografía del desastre ,1997)



VIII

Para las hojas de papel sobre la mesa
no queda más camino que el final 
del polvo, de la ruina. 
Ellas lo saben, también yo soy consciente 
del paso de la tinta 
por los complicados vericuetos de la historia
—así, minúscula, humillada—, 
por los márgenes de piel con que se encuentra, 
por el espacio angosto del camión, de la fábrica 
hasta desembocar en el vacío sonoro, 
en el blanco impertérrito
del comienzo del mundo, y su poder. 
Pero mientras que andan por la casa, 
las hojas de papel recorren los lugares 
determinados de antemano para su uso: 
el cubil oscuro y redomado de la memoria, 
el revistero abotargado de sí mismo 
o la costumbre de nombrar lo que está lejos. 
Antes de recoger con método, con orden
las cartas, los diarios, las revistas, 
los folletos de la salud o la abundancia,
los recibos preñados de otros tantos, 
los trozos de papel, garabatos queridos, 
siempre temo que queden sus palabras flotando 
en el aire impreciso de finales de octubre, 
por si fuesen como árboles caducos, 
desprendidos 
y atroces
en la generosa entrega de su carnalidad.

(de La sola materia, 1998)


III

Hay días en que la luz querría borrar 
el signo de la sangre cotidiana 
un viernes cualquiera de ceniza
en que un barrendero recoge una paloma 
que está muerta en la calle, 
caída sobre sí.
No le tiembla la mano
al empujar el cuerpo y su perfume
con preciso 
inquebrantable movimiento de muñeca,
y yo miro temblando el gesto elemental 
de arrastrar, de alejar lo carnal si no lo es,
si perdió la preciosa trabazón con el pálpito, 
su atadura solemne con la vida. 
Mientras cae a su muerte yo miro esa paloma
alejada de sí, oscurecida 
por el tiempo en que deja el hueco de la especie, 
aterida en el suelo de cemento, 
su corazón profundo, tan tempestuosa- 
mente animal como el mío, tan innoble.

El día trae la marca de su herida.

(de El ángel de la ira, 1999)


I

Cuando estoy ante la hoja de papel 
y pienso que la tinta la fecunda, 
la ensucia felizmente con su esperma 
oscuro y rumoroso como el agua, 
me siento tan inútil e incapaz 
mirando la fiereza del amor 
de otros versos escritos desde antes 
que apenas malamente si me sirven; 
tan solo es que conozco la teoría 
de una parte del libro que alimento 
pero a partir de ahí el camino está 
sin marcas ni cercado ni balido, 
la soledad es mía y solo mía, 
las letras más oscuras las escribo 
con el aire que expulsan mis pulmones 
y es mía la silbante desazón 
con que pronuncio sitios y personas 
si ya crecí y no puedo sostenerme 
y estoy mirando sola el alfabeto 
para ver cómo horada sobre el aire, 
sobre el cuerpo del tiempo en el que soy, 
estelas o señales demoradas. 
Por eso mi mirada no es ingenua 
o solo en ese resto de primaria 
y soleada picazón de la alegría, 
porque gané y me hice poseedora 
de la zona de sombra incuestionable 
con que las cosas miran a la muerte. 
También de la torpeza con que miran 
el sol y su calor en primavera 
si llegan los manzanos a traerme 
el corcho del sabor ya restallado 
como un licor ardiendo en el empeño
inútil e insensato de construir,
de armar un edificio de cristal
para atrapar la sombra de ceniza,
rescoldo que dejamos en el aire.

A Juan Luis Calharro

(de Carnalidad del frío, 2000)



VII

El tiempo es una forma de la boca
si descubro aterida que apaciento 
un oscuro baúl impredecible 
que arrastro de este lado para el otro. 
Porque apenas recuerdo su llegada, 
la fecha insoportable en la que es mío, 
su llave y su candado como espuelas 
del corazón y de su espuma roja. 
Del baúl salen cosas imposibles 
y se golpea la rosa de los vientos. 
También salen las cosas personales, 
la miga levantándose en el horno 
del parentesco vivo y necesario, 
alimenticias formas de ternura 
o de espanto feroz en el desastre 
porque el odio alimenta cada día 
igual que la ternura, y envenena 
el pan con que la boca se sostiene. 
No hay forma de olvidar ese baúl, 
de dejarlo tirado en una esquina 
ni de perder tampoco ese candado 
ni la llave maldita que lo abre, 
lo hace un inmenso fardo que nos urge 
doblemente como un cadáver sucio 
y que es nuestro pasado, nuestro tiempo 
en su belleza extraña y condenada.

(de La ausente, 2004)


La mujer es un pájaro que arrasa 
las tardes encendidas por el sol 
mientras pinta en su cuerpo la memoria 
como una flor de piedra para el aire. 
En cada poro exacto, imperceptible 
quedan fijados libros y retratos, 
el altísimo arco de su entrada 
sostiene contra el tiempo y su malogro 
las piernas de la atlante que sujeta 
las horas y los días, los trabajos 
como almirez que canta su trajín. 
No hay mayor fijación, mayor anclaje 
en la lenta caída hacia la muerte 
de los muros, los auges, los vencejos 
y a la vez, con su piercing en la lengua, 
con su lengua dorada de metal, 
la mujer mueve el mundo y lo trastorna, 
lo arrastra y conmociona contra sí, 
arrasa como un pájaro las tardes 
e inventa superficies cariñosas
 con plumas y atavíos muy diversos, 
con brújula y castigo del lugar 
en que duermen los hombres y las dioses 
cuya falda es de jade y de distancia.

(de Pasión vertical, 2007)


Pies

La mujer pinta sus pies de verde y se sube a ellos.
De los talones nace el odio del asfalto,
su ennegrecida capa de petróleo
embetunando pájaros y niños,
forma de aminoácido esencial
que desgasta las alas, la llovizna,
las caracolas blancas peleando
contra el rencor viscoso de la brea.

Con una brocha grande, la mujer
pinta el verdor oscuro de las aguas
en las que se deslizan los arenques
y sus anillos de aire livianísimo,
también los hipocampos, las ballenas,
los moluscos marinos que retozan
en praderas de posidonias vivas
y se aparean en nombre del amor.
Igualmente la hierba de los montes
el musgo cariñoso y los helechos
comienzan en los dedos desiguales
de los pies y remontan las rodillas
como salmones tibios desovando
a la altura feliz de las caderas.

Para el negro sudario del benceno
que atrapa las gaviotas y las lanza
contra la arena triste, enrarecida
del tiempo y el esfuerzo alquitranados,
la mujer se encarama en sus dos pies
y suelta el corazón como una tórtola.

(de Atavío y puñal, 2012)


El bisturí

El bisturí inocula su dolor.
En el corte limpísimo florece
el polen que envenenan las avispas,
su aguijón turbulento y ofensivo.
La mesa del quirófano está lejos
de la luz y la tierra del jardín,
su amor desesperado por la vida
y el material mohoso del origen,
lejos de la pasión de los hierbajos
y la piedra porosa en la que sangra
la desgastada edad de las vocales
que escribieron verdad y compañía.

En la asepsia que exige el hospital,
el bisturí recorta el corazón
de la página blanca del poema,
la sábana que tapa el cuerpo enfermo.
No queda ni memoria ni alarido,
tan sólo un hueco rojo en el lenguaje.
En la mano que empuña la salud
hay sin embargo un corte diminuto,
una línea de sangre y su alfabeto.

con Álvaro Mutis
también con Gambarotta


(de Fiebre y compasión de los metales, 2016)



El musgo
abre
su mano
en la retícula
afilada
de lo real.
Nudo verde,
diéresis
que el agua
disemina:
espora de lenguaje
hacia lo vivo.
No urge
ningún modo
de sintaxis
o
tallo
para crecer
sobre esta línea
vertical.
Turba tan obstinada:
ligadura.

(de Mapas de la imaginación del pájaro, 2019)


Haikus del amanecer

Umbral primero
donde el día es la noche
y la noche, el cuerpo.

(de Diecisiete alfiles, 2019)


2
 

Desciendo hasta tu cuerpo y me oscurezco. Me pierdo en tu penumbra, en la apretada
maraña de tu boca.
Han desaparecido las huellas de enfermeras y de antílopes, de pasajeros sombríos en
el atardecer del metro. Los flamboyanes son promesas rojizas que nada quieren saber de la
ciudad. Gotea, sobre los túneles también sombríos, la perlada e infame desmesura del sudor.
La grasa de los motores recalienta la tarde hasta asfixiarla.
Entonces, agotado ya el día, entro en ti como en una cueva fresca y sibilante. Atrás
quedan las horas insulsas, los platos de comida precocinada que se adhieren al plástico, los
teléfonos que suenan sin que nadie conteste. Atrás queda, al fin, la expoliación carnal de las
mañanas, fibra en la que los músculos se tensan hasta abrirse en puntitos de sangre que no
se ha dejado domesticar por completo.
Cuando entro en ti, todo se borra: palabras que aprieto contra el paladar hasta
volverlas de agua; archivos de memoria que no encuentro; proteína que pierde su estructura
en la embriaguez extrema del calor.
Cuando entro en ti, la noche me posee.
El cuerpo pertenece a su placer.

(de Incendio mineral, 2021)

lunes, 1 de mayo de 2023

4 poemas de Antonio San Miguel

Antonio San Miguel.



Antonio San Miguel Roldán nace en Madrid en 1976, ciudad en la que reside hasta 1990, fecha en la que se traslada a vivir a Talavera de la Reina, donde se diploma como Trabajador Social por la Universidad de Castilla La Mancha. Desde 2016 es también Graduado en Trabajo Social. Es en los años 90 cuando inicia su actividad literaria, escribe sus primeros poemas, publica artículos de opinión en periódicos locales, ensayos filosóficos, cuentos… Volverá a Madrid para diplomarse en interpretación actoral en la Escuela “Metrópolis”. En la actualidad desempeña funciones de trabajador social en un Centro Ocupacional para personas con discapacidad intelectual y es docente de interpretación actoral, dramaturgia y director de teatro en la Escuela de Teatro y Cine Joaquín Benito de Lucas, y profesor de Dramaturgia en la Escuela de Escritores «Persiles». Entre sus méritos poéticos cabe destacar: finalista del premio Adonais (2008) con la obra La canción del agua; ganador del premio nacional de poesía Joaquín Benito de Lucas (2012) con la obra La muerte de Rómulo; Premio internacional de poesía Joaquín Lobato (2016) con Raíles o el premio de poesía José Hierro (2018) con la obra Llegar a Portugal en un ferrocarril que ya no existe. Recientemente obtuvo el V Premio Internacional de Poesía Ateneo Navarro por Oda a un sofá desvencijado.



Calla

Abríamos un cráter,
y nadie discutía.
Encogimos los brazos. La tierra fue apartada
con desprecio.
Preparábase el barco a los océanos.
Vibraban las raíces, desmanteladas, vivas,
colapsada cicuta
que se aproxima al fuego ¡Última vez
de todo!
Venecia sin dormir ¡Qué difícil
reírse
cuando tu voluntad
la dictan otros,
el vuelo circular (¡Qué extravagancia!)
de una pala en la mano!

Somos sombras de acero
sobre un tapete…

Somos.

Aún te dejas ver por estos ojos…


(De La muerte de Rómulo, 2013, Premio Joaquín Benito de Lucas)


Mi abuelo Antonio
 

Indiferente lluvia aniquilada
por el mortal desprecio
con que se inunda todo a media tarde.
Es ahí, justo ahí, en ese breve espacio,
debajo de una foto de mi abuelo,
donde encuentro un rincón
vacío, y una risa leve, casi apagada,
constantemente viva en mi recuerdo.
Como una telaraña
prendida de mis ojos,
debajo de la mesa donde escarba
la infancia sus milagros,
le veo pasear y no moverse,
le veo suspirar y me emociono,
ahora, al revivirlo
con un cigarro inmóvil en la mano.

¿Cómo podré decirle,
con qué templanza hallar algún secreto
que dé felicidad a mi vacío,
que no empañe de lágrimas
su clara ortografía entre mis hojas
pintadas torpemente?
Si ya se ha perfilado como un niño
que olvida lo que el hombre un día fue
y mudo permanece
metido en un armario bajo tierra.


Y no he podido, a solas, encontrar
el momento oportuno,
quizás, para decirle  
que yo también soñaba con un río.


(De Raíles, 2016, Premio Joaquín Lobato).



Madrid
(Estación de Chamartín)


Mi tren, esa terrible
epidemia de adioses,
¡mirad cómo se inscribe cada lágrima
en su nube de tránsito
cuando en la descarada
decadencia
va gimiendo hacia un polvo
de muerte
cotidiana!,
y asida a la ventura
por lo frágil,
abiertas mis raíces,
me encuentra cada noche,
yo lo encuentro también,
en un recodo,
por los grandes
hangares del deseo,
volviendo a transitar
desnudo, como sombra
al ancho pedestal de mi destino.

(De Llegar a Portugal en un ferrocarril que ya no existe, 2018, Premio José Hierro)


Nos subimos en la misma parada
 

Nos subimos en la misma parada.
Nos buscamos sin nada,
cualquier excusa es buena para cruzar los ojos.
Nos sentamos muy juntos,
buscamos en el roce nuestras piernas.
Dos soledades frotan la misma plenitud al mismo tiempo…

Llegados a Verdum ella se baja.
Apenas me sonríe. Yo me hago el despistado.
Se ocupa de otras cosas mientras piensa en mí,
lo noto en sus zapatos.
Moviendo las caderas se despide.

Sin ella estoy jodido.
Habría sido el hombre más feliz…

Tendrán que disculparme, acaba de subir otra princesa…

(De Crematorio del mar, 2019, Premio Balanceo.

viernes, 28 de abril de 2023

6 poemas de Fina García-Marruz

Fina García Marruz.



Fina García Marruz fue una de las más destacadas poetas del siglo XX. Nacida en La Habana, Cuba, el 28 de abril de 1923, bajo el nombre de Josefina García-Marruz Badía, falleció poco antes de cumplir un siglo de vida, el 27 de junio de 2022.
Se destacó por una amplia y diversa obra poética, que comenzó en 1942, cuando publicó Poemas. Luego llegaría títulos poéticos como Transfiguración de Jesús en el Monte (1947), Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970), Créditos de Charlot (1990), Nociones elementales y algunas elegías (1994) o Habana del centro (1997). Además, destacó como ensayista. 
Entre las numerosas distinciones que recibió en vida destacan el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.
Fina García Marruz formó parte de un grupo notable de poetas cubanos, y recibió la influencia de poetas españoles como García Lorca, Juan Ramón Jiménez y de su coterráneo José Martí. Destacó también por el compromiso político con el comunismo. Fue compañera de otro gran poeta cubano: Cintio Vitier. 



La despedida

Se adelantó el mayor de la familia 
y me tendió la mano poderosa, 
familiar del sepulcro sincero de los lunes, 
y el oro mitológico de los bueyes finísimos.

Era austero el color sencillo de las lomas 
entre el palmar morado como un lujoso harapo. 
Sus zapatos terrosos daban su grueso pobre. 
Reales como el pan me conmovieron.

Quedó atrás la familia melancólica 
en ocre y amarillo, pequeña entre sus palmas. 
Sus manos se adentraban en el aire
como entra una danza en una música sin desplazarla, 
y yo miré su idioma, y el arrugado óleo del adiós.



Variaciones sobre el tiempo y el mar

El mar dice: soy viejo. Antes que el tiempo fuera 
ya yo golpeaba sordo, brillaba y restallaba. 
Me tiendo como un león o como la espada 
inservibie de un guerrero después de una batalla perdida.

Sostengo las devastadas murallas, las ruinas silenciosas. 
Soy lo que no habéis visto y lo que habéis olvidado.
Vuestro cuerpo me toca sin saber que atraviesa 
un órgano sin memoria, más distante que un astro.

Fuera de la esperanza y la desesperanza 
miré la espuma fenicia el olor de las comidas. 
Recuerdo el comercio y el cambio como una rosa salvaje 
y las palabras que oí como el tesoro que se hunde.



Cine mudo

No es que le falta
el sonido,
es que tiene
el silencio.


Y lo real es que aún no ha sido...

¡Y lo real es lo que aún no ha sido!
Toda apariencia es una misteriosa
aparición. En la rama de otoño
no acaba el fruto sino en la velada
promesa de ser siempre que su intacta
forma ofreció un momento a nuestra dicha.
Pues toda plenitud es la promesa
espléndida de la muerte, y la visitación
del ángel en el rostro del más joven
que todos sabíamos que se iría antes
pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna.



La Pietá de Miguel Ángel
A Dinorah

Ay, es como una luna,
esos delgados miembros sostenidos
por la madre, ahora poderosa,
más allá del dolor.
 
La mano sosteniéndolo la arruga
levemente la piel bajo los hombros.
La otra, de reina, parece que mendiga.
 
No llora ya: ofrece al Hijo
que quisiera mecer,
a su pequeño inmenso
que quiso lo inaudito.
 
Ay, es como la fina
luna menguante.



Sarcófago de los esposos
En Villa Giulia.
(S. VI a. de C.)

Sosteniendo las copas
invisibles,
familiarmente, eternamente juntos
en el lecho
de la fecundación y de la muerte,
serenamente lúcidos
y sonreídos
(con un “sorriso triste”, como dijo
el niño a la maestra que indicaba
con tímida dulzura tanta gloria),
vosotros lo afirmáis hermosamente:
No sólo el imposible
amor,
también las nupcias consagradas
vencerán a la muerte.
 
Gracias,
esposos grávidos, etruscos no,
celestes,
brindando por nosotros.

lunes, 17 de abril de 2023

Entrevista a Luis Benítez: “En poesía nada se extingue, sólo se diversifica”




El autor, destacado en poesía, novela, ensayo y en la difusión de otros autores, es uno de los referentes de la lírica contemporánea. En esta entrevista habla de La vida entera, una antología poética que acaba de editarse en Nueva York.


por Fernando G. Toledo


Prolífico, cultor de varios géneros y referente en ellos de los autores argentinos contemporáneos. Y, además, comprometido con la difusión de sus colegas, especialmente los más jóvenes. Admirado por ellos, y capaz de hacerse amigo mediante la charla franca y la generosidad para compartir experiencias y conocimientos. 

Todo eso es Luis Benítez (Buenos Aires, 1956), autor argentino reconocido especialmente por su poesía (gracias a títulos como Poemas de la tierra y la memoria, Behering y otros poemas, Fractal o La tarde del elefante), pero también por los numerosos ensayos y por títulos fundamentales para tener un panorama de la creación literaria actual. En este último sentido, es quizás su Historia de la poesía argentina su aporte más destacado.

Hemos conocido trabajos que abordan la obra novelística y poética de Benítez, y también dos antologías que reúnen lo mejor de su obra (sin contar algunas traducciones de sus textos). Pero, dado que el interés sobre Benítez sigue intacto, extraña la flamante edición de La vida entera, una selección que bucea en los 11 poemarios que el autor de Manhattan Song lleva publicados hasta la fecha. El detalle saliente es que la edición está a cargo de Pro Latina Press, un sello estadounidense con sede en Nueva York que inaugura su colección Gala de Poesía con este título.

Para conocer más sobre esta novedad, Luis Benítez responde las preguntas de El Desaguadero y comparte, a su vez, un poema inédito, junto con otro de los que integran la antología.

–¿Qué representa para un poeta argentino la edición de una antología como esta en un sello estadounidense como es Pro Latina Press?
–En primer lugar, y más allá de la lógica satisfacción individual, el reconocimiento de los valores que alberga nuestro género nacional en el contexto de la poesía en lengua española. En sus 400 años de historia la poesía argentina ha producido obras de singular peso específico y uno es simplemente un emergente de esa tradición de cuatro siglos, atravesado por las influencias locales pero, además, compartiendo el mismo fenómeno que toda la poesía latinoamericana, el resultado —al menos en las producciones más felices— de la adecuada asimilación de otras influencias, las derivadas de la poesía europea y más cercanamente de la estadounidense, de las cuales nos nutrimos las autoras y los autores bien en traducciones, bien pudiendo leer esas producciones en su lengua original. La consecuencia de este enriquecimiento -pues el cruce de culturas invariablemente es positivo y beneficioso- es un discurso múltiple en apelaciones de contenido y recursos expresivos, como los posee y exhibe hoy nuestro género nacional. Hace tiempo que la poesía argentina abandonó su insularidad y a través de las ediciones que se realizan en el exterior, amén de las facilidades que provee la informática, hoy al alcance de una gran mayoría de los creadores, nuestros logros estéticos circulan por el mundo a un nivel que estamos todavía lejos de apreciar en su genuina dimensión. Aún no podemos hablar cabalmente de un «boom de la poesía latinoamericana» (al menos en las dimensiones que tuvo a partir de los ‘60/’70 la narrativa de nuestra misma región) pero es indudable que en relación a décadas no tan lejanas la poesía latinoamericana —y en su conjunto incluida la nuestra, la argentina— posee un alcance entre lectores y crítica muy superior al anterior. Yendo ahora sí a lo personal, a lo que a mí me compete, siento un gran agradecimiento hacia la neoyorquina Pro Latina Press y su directora y fundadora, la profesora, poeta y traductora María Amelia Martin, por haberme invitado a inaugurar su colección Gala de Poesía con una antología de mi obra poética. Es un honor muy grande, sabiendo además que otros muy reconocidos nombres y obras de la región irán sucesivamente sumándose a la misma serie, de manera que mi antología, el primer lanzamiento de Gala de Poesía, se hallará en muy buena compañía. Después de haber publicado 42 libros de poesía, ensayo y narrativa en Argentina, Chile, España, México, Venezuela y Uruguay, y traducidos en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, Rumania y Suecia, esta edición en español recientemente distribuida por Pro Latina Press en librerías estadounidenses, tiendas virtuales y por Amazon, dirigida al muy crecido número de hispanoparlantes del mundo anglosajón, es para mí un hecho muy feliz pero creo que también lo es para el conjunto de la poesía latinoamericana. Ojalá muy pronto este generoso apoyo de Pro Latina Press induzca a otros sellos extranjeros a hacer lo mismo, sea en nuestra lengua, en traducción o en edición bilingüe. 

–¿Con qué criterio abordaste la selección de los poemas a incluirse en La vida entera teniendo en cuenta que ya contamos con dos antologías de tu obra poética?
–Seleccionar lo que va a integrar la antología de la obra propia, eligiendo que irá a prensas o quedará fuera de ellas, siempre es cosa muy compleja. Máxime cuando existen ya varios precedentes muy bien realizados. Esos buenos trabajos, anteriores al momento de tener que seleccionar mis textos provenientes de los 11 poemarios que llevo publicados en América y Europa hasta la fecha, resultaron de mucha ayuda cuando, para Pro Latina Press, me vi bajo la responsabilidad de hacer yo mismo la selección que tan bien habían realizado otros con anterioridad. En mi caso, y en Argentina, primeramente la titulada Luis Benítez: Breve Antología Poética (selección y prólogo de Elizabeth Auster, Ed. Juglaría, Rosario, provincia de Santa Fe, 2008), compilación muy bien estructurada por la poeta, escritora y periodista actualmente radicada en Mendoza, que posteriormente alcanzó una segunda edición traducida al inglés por B. Allocati: Luis Benítez: A short poetic anthology (Ed. The Littoral Press, Suffolk, Inglaterra, 2013) y una tercera llevada al francés por el poeta Jean Dif: Luis Benítez: Breve Anthologie Poétique (Éditions La Résonance, Pau, Francia, 2014). Más tarde se publicó la antología La tierra permanece (Buena Vista Editorial, provincia de Córdoba, 2018), con la inestimable ayuda de mi querido, inolvidable y admirado poeta Alejandro Schmidt (1955-2021), que tanto me ayudó a elegir qué incluir y qué dejar afuera, siendo él director de la Colección Agalma, bajo la cual editó mi antología este sello cordobés. Hay otras antologías de mi obra, publicadas en el exterior, que también me ayudaron mucho a comparar criterios: Selected Poems (antología poética, edición bilingüe, selección y traducción al inglés de Verónica Miranda, Editorial Luz Bilingual Publishing, Inc., Los Ángeles, EE.UU., 1996); A Heron in Buenos Aires. Selected Poems (antología poética compilada y traducida al inglés por el poeta estadounidense Cooper Renner, con ensayo epilogal de Carmen Vasco Fernández Moreno, Ravenna Press, Seattle, EE.UU., 2011); Poemul de Fier (antología y traducción al rumano de Diana Dragomirescu, Ed. Bibliotheca Universalis, Bucarest, Rumania, 2015); Lascia che parli Ezra Pound / Deja que hable Ezra Pound (antología bilingüe, italiano-castellano, selección de Mario Meléndez, traducción al italiano de Gianni Darconza, Rímini, Italia, Raffaelli Editore, 2016); Una gran guerra habita las cosas. Lo mejor de Luis Benítez (antología poética, selección y prólogo de Gabriela Guerra Rey, maestrante en Letras Latinoamericanas por la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-, Editorial Aquitania Siglo XXI, Colección Consagrados, Ciudad de México, México, 2022). De modo que con los buenos ejemplos que me dieron los argentinos Auster y Schmidt, la argentina-estadounidense Miranda, el texano Renner, la rumana Dragomirescu, el chileno Meléndez y la cubano-mexicana Guerra Rey, a la hora de tener que elegir mis poemas yo solito se me facilitó mucho la tarea. Hay que confiar en los criterios que emplean los que hacen bien y muy bien las cosas, aunque intenté dar asimismo mi visión personal del panorama general de mis 11 poemarios. Espero haberlo logrado, pero no quiero dejar pasar la ocasión de agradecer, y muy personalmente, los excelentes trabajos de los antes nombrados, que tanto me ayudaron a la hora de decir “este sí, este no” para el lector estadounidense hispanoparlante.

–La contemplación de la propia obra, a la hora de hacer un compendio, suele ser una oportunidad para reflexionar sobre la misma. ¿Qué rasgos comunes podés ver en el recorrido de tu propia obra, qué cambios, qué intereses temáticos?
–En mis poemarios hay un hilo conductor -variando tanto los estilos que empleé a lo largo de más de 40 años de trabajo con el género- que obedece a la larga tradición de la poesía occidental, que a todos nos incluye en mayor o menor medida a la hora de intentar enriquecerla con algún aporte propio. Lo que tratamos de hacer, en el mejor de los casos desde el encuentro feliz de una voz personal, es dar cuenta de los “aparentes temas” que toca la poesía de Occidente, que desde mi modesto punto de vista consisten en seis pares de opuestos:  la vida y la muerte; el amor y el odio; el miedo y el valor; el tiempo sucesivo y el presente continuo; lo particular y lo colectivo; lo ilusorio y lo real. Todo aquello que parece ser lo demás, está incluido en estos pares de opuestos o en alguna de sus infinitas combinaciones. ¿Por qué menciono adrede lo de «aparentes temas» de la poesía? Porque en realidad, creo yo, ella solo está interesada en hablar de sí misma. Particularmente es visible esto en la poesía a partir de la modernidad en adelante, cuando desde hace mucho el género se ha librado de todo afán de representación. “Los temas” son su coartada para lo autorreferencial: la poesía siempre habla de sí misma y por sí misma, no es calco y reflejo de lo exterior a ella; simplemente lo utiliza como pretexto para mostrarnos su universo, cuando el poema es poema y no otra cosa vagamente parecida. Es el tratamiento de las visiones de ese universo por parte del autor, los recursos que utiliza, los que elige dejar de lado, lo que varía y esto es provechoso, pues el discurso que se repite se anquilosa y se convierte en autofagia, en remedo retórico de las obras anteriores. El estilo debe ser cosa dinámica, cambiante, siempre en movimiento hacia los límites mismos del lenguaje, el territorio favorito de la poesía, la frontera entre lo expresable y lo inefable. Eso es lo que intenté hacer y le queda al lector la oportunidad, inapelable por mí, de juzgar si logré algo en esa dirección o no lo logré, a lo largo de mis más de cuatro décadas de trabajo sincero, al menos sincero, con algunos logros si los tuve y mis limitaciones, que invariablemente habrán de ser muchas. Me gusta trabajar combinando estilos y recursos, apelando a lo que se supone «arcaico» en poesía o bien innovando con formas nuevas, sustituyendo comas por espaciados, insertando en un mismo poemario la referencia culta y el coloquialismo, etc., no por jugar con las palabras sino para aprovechar muchas de las posibilidades que brinda una lengua tan plástica como la nuestra, pero siempre con un sentido, un eje bien definido. Hay formas adecuadas para decir ciertas cosas; otras son las más convenientes para explicitar asuntos diferentes. En varios de mis poemarios aparecen poemas que ya tuvieron su lugar en otros anteriores, pero que al insertarse en una nueva colección de poemas, generan variaciones del sentido general de todo ese conjunto. Pero las palabras no son para jugar y la poesía definitivamente no es el campo adecuado para decir boludeces: quien lo hace no hace poesía, hace parapoesía, que es algo muy distinto, aunque jure que «es poeta bajo palabra de honor» y una porción de sus contemporáneos se lo crean, generalmente porque les conviene para hacer ellos lo mismo y pasar también por tales. Asimismo hay que desconfiar, lúcidamente, de aquellos que para apuntalar lo poquito o nada que alcanzan a decir, se hacen respaldar por una pretendida pertenencia a tal grupo extrapoético, colectivo o tendencia de cualquier índole, como si el valor de lo que escriben no se afincara en lo poético en sí, sino en darle expresión escrita a un sistema de creencias, credos o doctrinas que otros validarán para beneficio directo del monedero falso en cuestión. La poesía es un valor en sí misma, no precisa que se le adhiera ningún adjetivo, por muy de moda que esté o sea momentáneamente políticamente correcto adosárselo. En poesía no hay “progreso”, no existe eso de que una generación supera a la anterior; simplemente hace algo que es diferente a lo que hacían sus antecesores, pero que invariablemente se convertirá en parte de una misma tradición, siempre y cuando valga lo suficiente. En poesía es tan ingenuo afirmar “vamos a acabar con la lírica” como referir que «la épica se acabó con nosotros», como si alguno o algunos tuviesen el poder suficiente como para borrar definitivamente del mapa presente o futuro cualquiera de las categorías y subcategorías del género, la epopeya o el drama, etc. Ninguna de las variedades temáticas o formales de la poesía desaparece del todo; convive en ciertos períodos con otras o parece ser algo remanente, para resurgir posteriormente cuando ello es posible o vuelve a apelarse a ellas bajo una renovación muchas veces inesperada. En poesía nada se extingue, solo se diversifica. Por ello es que las corrientes afectas al viejo vanguardismo a fines de diferenciarse de las demás -vanguardismo que supuestamente fue barrido por la posmodernidad, oh contradicción flagrante- deben apelar por un lado a la hipertrofia de un elemento y al mismo tiempo a la negación de otros. Tienen que defender como puedan su “quiosquito”.   El tiempo es el más severo de todos los antólogos. Lo experimental, en sí mismo, no posee valor: lo cabal es el resultado final de la experimentación, si es que surge, no los intentos fallidos de esa serie de experimentos. En pleno auge de las vanguardias del siglo XX, el surrealismo de 1924-1935 se autopercibió y promocionó como «revolucionario». No pasó una década antes de que se convirtiese en parte de lo que antes motejaba como «el arte oficial». ¿Acaso creemos que hoy escribimos mejor que Homero?

–¿Hay algún plan de edición próxima de otra obra tuya, sea poética, narrativa o ensayística?
–Este año el sello santafecino Palabrava incluirá en su ya afamado catálogo editorial un volumen de mis cuentos, titulado Baja Marea, lo que me llena de agradecimiento hacia la poeta y narradora Patricia Severín, directora de la editorial, y la subdirectora Lic. Viviana Rosenzwit, quienes editaron en 2021 mi último poemario publicado en la Argentina, Nadie sabe dónde estuvimos, dentro de su muy cuidada colección Rosa de los Vientos. Asimismo, desde Atenas el poeta, traductor y editor Stelios Karayanis me solicitó una recopilación propia de mi poesía ya publicada, que le envié hace unos pocos días bajo el título en español de Antología Esencial, la que traducirá al griego y publicará en el otoño del hemisferio norte, afirmó el autor nacido en Samos en 1956. Me sentí muy honrado por Karayanis al haberme invitado a hacerlo, y porque mi poesía vaya a ser llevada al idioma de la patria de origen de toda la cultura de Occidente.

–Tu trayectoria tan extensa y fructífera ha sido leída y apreciada por muchos poetas de tu generación y posteriores. Has tenido la oportunidad de realizar, en 2019, una Historia de la poesía argentina, así que puedo preguntarte esto: ¿en qué poetas podés sentir una resonancia de tu obra, quizá encuadrable en eso que suele llamarse «poesía del pensamiento»; de los contemporáneos?
–Estimo que es al revés, que es en mi obra poética donde resuenan las voces queridas de los autores que han hecho obra magnífica bajo esa categoría, tan cuidadamente recopilada por ese destacado poeta argentino que es nuestro Santiago Sylvester, en su conocida antología titulada Poesía de pensamiento (Ediciones Endymion, Madrid, España, 2019). La descripción de este tipo de tratamiento poético no puede ser más acertada: «Para hablar de poesía de pensamiento es necesario aclarar previamente que no hay buena poesía sin pensamiento: aún la más sentimental, la que apela a lo onírico o se regodea en el inconsciente, está sostenida por una trama de conceptos. Pero una vez dicho esto, se puede agregar que hay una que, específicamente, tiende a la reflexión, se concibe a sí misma como un medio para pensar, expone categorías, averigua y, aunque no lo rechace, no está demasiado pendiente del aspecto emotivo del hecho poético o, al menos, no trata sentimentalmente los asuntos sentimentales. Es lo que se llama poesía de pensamiento. Su actitud se refleja en el lenguaje, en un intento de precisión o, mejor aún, en un tono y una manera de hacer sonar las palabras. Y lo que encuentro significativo en relación a nuestro país es que, en mi opinión, ésta es la línea poética más típicamente argentina, al menos en los últimos cien años. No he dicho que sea la mejor (una valoración debe apuntar a lo personal, no a un grupo ni a un estilo genérico) sino la más peculiar, que por alguna razón ha calado en nuestra sensibilidad». ¿Cómo escapar —y qué necesidad hay de ello— de esta poderosa corriente estética que recorre un siglo de nuestra poesía? Me honra la idea de que mi trabajo, o al menos una parte de él, participa de esta categoría plena de sentido y que ha dado muchas de las mejores piezas de la creación poética de nuestro país. Respecto de si mi trabajo ha influido en algunos colegas de las más recientes generaciones, debe de ser algo probable sobre la base de lo que me dijo hace años un joven autor de una de nuestras 23 provincias, donde viven y realizan sus búsquedas estéticas la mayoría de los poetas argentinos, mal que les pese a los que todavía consideran que la poesía argentina se reduce a lo que se escribe dentro del estrecho corralito que circunvala la Avenida General Paz. Este joven poeta argentino se me acercó, durante el Festival Internacional de Poesía celebrado en la Feria del Libro de Buenos Aires, del que yo formé parte en aquel momento, y me dijo, mostrándome un ejemplar de uno de mis poemarios que llevaba en sus manos, que él había comenzado a escribir poesía después de leerme en aquel volumen, que estaba ajado por el uso, subrayado y con glosas de su mano en varias de sus páginas. Ni los premios nacionales e internacionales que recibí, ni cuanto se ha publicado sobre mí en periódicos, revistas literarias o ensayos de terceros, me honró tanto, me hizo sentir tan feliz como lo que me aseguró ese joven poeta argentino. Y eso, lo aseguro, es algo que nunca, jamás olvidaré.

–¿Quisieras agregar algo más a esta entrevista, como cierre? Por ejemplo, ¿alguno de tus poemas?
–Por supuesto y muchas gracias por la oportunidad. Les dejo en primer lugar uno inédito, que por primera vez se publicará aquí, en exclusiva para El Desaguadero, titulado Lo que para estar, no está y otro que integra la antología neoyorquina, cuyo título es haute couture.




Lo que para estar, no está

No eres tú poesía,
no lo es nadie.
Lo que el verso
atrapa de lo inefable
apenas sombra es,
asomo, rasguño, aire.
No está aquí, sin duda,
ni lo estará cuando
estos trazos envejezcan,
porque el tiempo no agrega,
sólo quita lo que el presente
creyó que era inmutable.
No se puede decir poesía
porque es lo impronunciable:
su lengua balbucea, a veces,
en la sospecha de una frase
que al volver, buscándola,
resulta inencontrable.
Última frontera, confín,
de un mundo que no conoce
las palabras, pero que gusta
de atravesar al nuestro
por hacer fulgurar, sólo un instante,
su relámpago en la mano, 
mientras su rayo lo descarga lejos
y de aquel trueno, en el papel, 
burlón, apenas su silencio deja.


 
haute couture

no hay profesión peor
que la de los diseñadores de moda.
esos que dictaminan     convencidos
si para esta prolongada temporada
el largo de los versos
debe llegar hasta la rodilla
o bajar hasta los tobillos.
sus agrias mannequins desfilan luego
por todas las pasarelas disponibles
semejantes a enormes frutillas
—un gran salmón encarnado
trastabillando sobre altísimos zapatos—
o parecidas a ridículas cacerolas vueltas abajo
listas para el prometido aplauso
de la repetida     tediosa novedad.
si el «cómo» debe estar medio desnudo
si corresponde que se vea el «qué».
sus creadores aseguran que    de haber sido invitados
homero y t.s. eliot dirían «está bien»
y casi ninguno vacilará en aceptarlo.
en todo asunto el dictado de la moda
es la peor cosa de este mundo.







lunes, 10 de abril de 2023

4 poemas de Mercedes Venturino

Mercedes Venturino



Mercedes Venturino nació en la provincia de Córdoba el 20 de mayo de 1972. Desde allí, antes de cumplir un año, partió para mudarse al Barrio Martin Güemes, en Avellaneda (Provincia de Buenos Aires), lugar que, según dice, «fuera el responsable, en gran parte, de modelar sutilmente todo lo que habría de comprender después». 
En la contratapa de su libro Ahora, explica: «Empecé a escribir de niña, alentada por una maestra de la escuela primaria, que observó con nitidez, lo que producía en mí jugar con las palabras. Soy docente, profesora de Educación Física, y después de ir y volver muchas veces sobre las experiencias, compruebo y aseguro, una vez más, que lo único que podría cambiar algo en la tan arraigada costumbre que existe de buscar sólo lo utilitario, es el arte. Porque sabiendo apreciarlo, en cualquiera de sus expresiones, se llega a educar con sensibilidad, por lo tanto, se llega a tocar con las manos el amor; por consiguiente, podríamos ponernos más a menudo en los pies del otro...y entonces, quizás, algún día... aunque yo no lo vea, ni vos, ni mis hijos... tal vez un día, el sueño de un hombre diferente sea posible».
Publicó su libro de poemas Ahora a través del sello Amaru, en 2010. Es autora del blog Poesía en la hendidura.


Toma el sexo y la mirada de las cosas

No hables del rosal, 
no hables del erial, 
no hables de la piedra, 
ni del camino que dobla amenazante, 
ni de la orilla y el límite, 
a no ser que allí hayas estado, 
a no ser que los hayas conocido... 
Tomar de cada cosa lo que se ve 
y también lo que no muestra, 
es una forma de vivir atentos,
una manera de atender señales...
No me conformo con lo que se puede,
quiero el pétalo más fresco de la rosa,
la herida más cruel que implique el erial,
la piedra más redonda donde resbalarian mis pies,
el camino que dobla en cualquier momento sobre sí mismo.
Quiero estar en la orilla 
y llegar al borde del abismo, 
no estar demasiado segura en ninguna parte,
quiero tomar de cada cosa sus ojos y su sexo.
De la planta, su raíz, árbol su fruto,
del pan horneado, la tibieza de un pedazo.
de un domingo las doce de la noche, 
y de tus manos, la habilidad...
Del jarrón, el ancho de su vientre,
del collar, su cierre,
del reloj, tomaré su eternidad y su tristeza, 
del final, el principio de lo que viene...
Y de tus palabras, las que se atreven al vuelo. 
Acepto todo lo que hay en la casa del Tiempo. 
Las ventanas son un erial,
y una rosa.


De Ahora (2010)


Construimos un paisaje con la intención...

Construimos un paisaje con la intención
que guardan los recuerdos: 
el de reírnos al evocarlos, algún día
Pero mis ojos abrazaron el aire
y sólo mi niña sabe
 qué lugar encontré en su voz amiga,
sólo ella entiende el lugar de los fraudes
que acarician como el hielo
con su filo de bohemia en lugar de la risa
Nunca se sabe
bajo la forma de qué puente,
cruza un día la contingencia 
y pone a prueba la mirada de tu pecho
Pero puedo asegurar
-aunque no puedan creerlo-
que a veces lo que se espera
no es lo mismo que se necesita,
aunque para eso
haya que aprender a mirar sin el afán 
que todo lo justifica 
Y es entonces que lo aprendido nos vuelve ciegos, 
Ignorantes de lo que puede descubrirse
con una vanidad que nunca se explica 
Pero lo entiendo:
lo mismo que arde
también encandila,
y no es fácil aceptar el fuego
que con su lengua desesperada invade
la arrogante serenidad del hielo
Me llevó tiempo aprender a amar en la falta
con los huecos que provoca el vacío 
Pido disculpas si no puedo
 con el que espera que le coman de su mano, 
como los perros amigos
Para eso pasan los destellos en la vida,
para enseñarte que con el miedo 
es imposible 
vivir como sueñan las palabras,
para mostrarte la vacuidad que encierra
entregar el valioso tiempo de la obra 
en lo que refleja apenas un decorado,
para contarte, aunque sea por última vez,
que hay personas 
que iluminan como un faro 
en un brillo
que a otros lastima

Inédito



Ahora... 

Ahora 
el momento en que la tormenta pasó 
y queda en las paredes
 y en los techos 
el rastro brilloso de lo que fue su cuerpo
Y la tierra respira
desde su corazón de barro
y el suelo del patio es un espejo
donde mirarse
Entre las ramas
 se agitan algunas vidas nuevas 
y entonces se te da por unir el círculo:
después de la lluvia
se respira de otra manera

Inédito


Durante mucho tiempo pensaba...

Durante mucho tiempo pensaba
 en la belleza de las mariposas
en su símbolo e historia 
con ese anhelo que dan las cosas soñadas,
como quien mira el mar
soñando el horizonte 
pero no pierde de vista la orilla,
pero no arriesga su preciada playa
Yo quería mariposas 
pero no plantaba asclepias
Durante mucho tiempo 
yo quería pájaros respirando cerca,
quería tomar mate y escuchar su trino 
en el silencioso ruido de la mañana
Yo quería pájaros 
pero mis plantas no tenían ramas
donde los gorriones
pudieran hacer sus nidos
Hoy,
mientras la hora azul de la mañana
transcurre sin prisa,
dos gorriones van del patio a mis sillones,
de la enredadera a las ventanas 
y el color fuegonaranja de las monarcas
espera y respira,
aguarda y crece
Nos pensamos que somos los dioses arquitectos creadores de emociones 
y no...
La amistad 
La crianza de hijas e hijos
El amor, el buen amor...
Todo, son preciosas lecturas
de la naturaleza 
Todo es una fiel imagen
de sabiduría e instinto 
Si la intención es cierta y se trabaja para eso,
todo llega
Si se quiere disfrutar del sueño que se elige,
Hay que saber plantar,
Hay que aprender la paciencia 
Hay que poder crear
el ambiente propicio

Inédito