viernes, 28 de abril de 2023

6 poemas de Fina García-Marruz

Fina García Marruz.



Fina García Marruz fue una de las más destacadas poetas del siglo XX. Nacida en La Habana, Cuba, el 28 de abril de 1923, bajo el nombre de Josefina García-Marruz Badía, falleció poco antes de cumplir un siglo de vida, el 27 de junio de 2022.
Se destacó por una amplia y diversa obra poética, que comenzó en 1942, cuando publicó Poemas. Luego llegaría títulos poéticos como Transfiguración de Jesús en el Monte (1947), Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970), Créditos de Charlot (1990), Nociones elementales y algunas elegías (1994) o Habana del centro (1997). Además, destacó como ensayista. 
Entre las numerosas distinciones que recibió en vida destacan el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.
Fina García Marruz formó parte de un grupo notable de poetas cubanos, y recibió la influencia de poetas españoles como García Lorca, Juan Ramón Jiménez y de su coterráneo José Martí. Destacó también por el compromiso político con el comunismo. Fue compañera de otro gran poeta cubano: Cintio Vitier. 



La despedida

Se adelantó el mayor de la familia 
y me tendió la mano poderosa, 
familiar del sepulcro sincero de los lunes, 
y el oro mitológico de los bueyes finísimos.

Era austero el color sencillo de las lomas 
entre el palmar morado como un lujoso harapo. 
Sus zapatos terrosos daban su grueso pobre. 
Reales como el pan me conmovieron.

Quedó atrás la familia melancólica 
en ocre y amarillo, pequeña entre sus palmas. 
Sus manos se adentraban en el aire
como entra una danza en una música sin desplazarla, 
y yo miré su idioma, y el arrugado óleo del adiós.



Variaciones sobre el tiempo y el mar

El mar dice: soy viejo. Antes que el tiempo fuera 
ya yo golpeaba sordo, brillaba y restallaba. 
Me tiendo como un león o como la espada 
inservibie de un guerrero después de una batalla perdida.

Sostengo las devastadas murallas, las ruinas silenciosas. 
Soy lo que no habéis visto y lo que habéis olvidado.
Vuestro cuerpo me toca sin saber que atraviesa 
un órgano sin memoria, más distante que un astro.

Fuera de la esperanza y la desesperanza 
miré la espuma fenicia el olor de las comidas. 
Recuerdo el comercio y el cambio como una rosa salvaje 
y las palabras que oí como el tesoro que se hunde.



Cine mudo

No es que le falta
el sonido,
es que tiene
el silencio.


Y lo real es que aún no ha sido...

¡Y lo real es lo que aún no ha sido!
Toda apariencia es una misteriosa
aparición. En la rama de otoño
no acaba el fruto sino en la velada
promesa de ser siempre que su intacta
forma ofreció un momento a nuestra dicha.
Pues toda plenitud es la promesa
espléndida de la muerte, y la visitación
del ángel en el rostro del más joven
que todos sabíamos que se iría antes
pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna.



La Pietá de Miguel Ángel
A Dinorah

Ay, es como una luna,
esos delgados miembros sostenidos
por la madre, ahora poderosa,
más allá del dolor.
 
La mano sosteniéndolo la arruga
levemente la piel bajo los hombros.
La otra, de reina, parece que mendiga.
 
No llora ya: ofrece al Hijo
que quisiera mecer,
a su pequeño inmenso
que quiso lo inaudito.
 
Ay, es como la fina
luna menguante.



Sarcófago de los esposos
En Villa Giulia.
(S. VI a. de C.)

Sosteniendo las copas
invisibles,
familiarmente, eternamente juntos
en el lecho
de la fecundación y de la muerte,
serenamente lúcidos
y sonreídos
(con un “sorriso triste”, como dijo
el niño a la maestra que indicaba
con tímida dulzura tanta gloria),
vosotros lo afirmáis hermosamente:
No sólo el imposible
amor,
también las nupcias consagradas
vencerán a la muerte.
 
Gracias,
esposos grávidos, etruscos no,
celestes,
brindando por nosotros.

lunes, 17 de abril de 2023

Entrevista a Luis Benítez: “En poesía nada se extingue, sólo se diversifica”




El autor, destacado en poesía, novela, ensayo y en la difusión de otros autores, es uno de los referentes de la lírica contemporánea. En esta entrevista habla de La vida entera, una antología poética que acaba de editarse en Nueva York.


por Fernando G. Toledo


Prolífico, cultor de varios géneros y referente en ellos de los autores argentinos contemporáneos. Y, además, comprometido con la difusión de sus colegas, especialmente los más jóvenes. Admirado por ellos, y capaz de hacerse amigo mediante la charla franca y la generosidad para compartir experiencias y conocimientos. 

Todo eso es Luis Benítez (Buenos Aires, 1956), autor argentino reconocido especialmente por su poesía (gracias a títulos como Poemas de la tierra y la memoria, Behering y otros poemas, Fractal o La tarde del elefante), pero también por los numerosos ensayos y por títulos fundamentales para tener un panorama de la creación literaria actual. En este último sentido, es quizás su Historia de la poesía argentina su aporte más destacado.

Hemos conocido trabajos que abordan la obra novelística y poética de Benítez, y también dos antologías que reúnen lo mejor de su obra (sin contar algunas traducciones de sus textos). Pero, dado que el interés sobre Benítez sigue intacto, extraña la flamante edición de La vida entera, una selección que bucea en los 11 poemarios que el autor de Manhattan Song lleva publicados hasta la fecha. El detalle saliente es que la edición está a cargo de Pro Latina Press, un sello estadounidense con sede en Nueva York que inaugura su colección Gala de Poesía con este título.

Para conocer más sobre esta novedad, Luis Benítez responde las preguntas de El Desaguadero y comparte, a su vez, un poema inédito, junto con otro de los que integran la antología.

–¿Qué representa para un poeta argentino la edición de una antología como esta en un sello estadounidense como es Pro Latina Press?
–En primer lugar, y más allá de la lógica satisfacción individual, el reconocimiento de los valores que alberga nuestro género nacional en el contexto de la poesía en lengua española. En sus 400 años de historia la poesía argentina ha producido obras de singular peso específico y uno es simplemente un emergente de esa tradición de cuatro siglos, atravesado por las influencias locales pero, además, compartiendo el mismo fenómeno que toda la poesía latinoamericana, el resultado —al menos en las producciones más felices— de la adecuada asimilación de otras influencias, las derivadas de la poesía europea y más cercanamente de la estadounidense, de las cuales nos nutrimos las autoras y los autores bien en traducciones, bien pudiendo leer esas producciones en su lengua original. La consecuencia de este enriquecimiento -pues el cruce de culturas invariablemente es positivo y beneficioso- es un discurso múltiple en apelaciones de contenido y recursos expresivos, como los posee y exhibe hoy nuestro género nacional. Hace tiempo que la poesía argentina abandonó su insularidad y a través de las ediciones que se realizan en el exterior, amén de las facilidades que provee la informática, hoy al alcance de una gran mayoría de los creadores, nuestros logros estéticos circulan por el mundo a un nivel que estamos todavía lejos de apreciar en su genuina dimensión. Aún no podemos hablar cabalmente de un «boom de la poesía latinoamericana» (al menos en las dimensiones que tuvo a partir de los ‘60/’70 la narrativa de nuestra misma región) pero es indudable que en relación a décadas no tan lejanas la poesía latinoamericana —y en su conjunto incluida la nuestra, la argentina— posee un alcance entre lectores y crítica muy superior al anterior. Yendo ahora sí a lo personal, a lo que a mí me compete, siento un gran agradecimiento hacia la neoyorquina Pro Latina Press y su directora y fundadora, la profesora, poeta y traductora María Amelia Martin, por haberme invitado a inaugurar su colección Gala de Poesía con una antología de mi obra poética. Es un honor muy grande, sabiendo además que otros muy reconocidos nombres y obras de la región irán sucesivamente sumándose a la misma serie, de manera que mi antología, el primer lanzamiento de Gala de Poesía, se hallará en muy buena compañía. Después de haber publicado 42 libros de poesía, ensayo y narrativa en Argentina, Chile, España, México, Venezuela y Uruguay, y traducidos en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, Rumania y Suecia, esta edición en español recientemente distribuida por Pro Latina Press en librerías estadounidenses, tiendas virtuales y por Amazon, dirigida al muy crecido número de hispanoparlantes del mundo anglosajón, es para mí un hecho muy feliz pero creo que también lo es para el conjunto de la poesía latinoamericana. Ojalá muy pronto este generoso apoyo de Pro Latina Press induzca a otros sellos extranjeros a hacer lo mismo, sea en nuestra lengua, en traducción o en edición bilingüe. 

–¿Con qué criterio abordaste la selección de los poemas a incluirse en La vida entera teniendo en cuenta que ya contamos con dos antologías de tu obra poética?
–Seleccionar lo que va a integrar la antología de la obra propia, eligiendo que irá a prensas o quedará fuera de ellas, siempre es cosa muy compleja. Máxime cuando existen ya varios precedentes muy bien realizados. Esos buenos trabajos, anteriores al momento de tener que seleccionar mis textos provenientes de los 11 poemarios que llevo publicados en América y Europa hasta la fecha, resultaron de mucha ayuda cuando, para Pro Latina Press, me vi bajo la responsabilidad de hacer yo mismo la selección que tan bien habían realizado otros con anterioridad. En mi caso, y en Argentina, primeramente la titulada Luis Benítez: Breve Antología Poética (selección y prólogo de Elizabeth Auster, Ed. Juglaría, Rosario, provincia de Santa Fe, 2008), compilación muy bien estructurada por la poeta, escritora y periodista actualmente radicada en Mendoza, que posteriormente alcanzó una segunda edición traducida al inglés por B. Allocati: Luis Benítez: A short poetic anthology (Ed. The Littoral Press, Suffolk, Inglaterra, 2013) y una tercera llevada al francés por el poeta Jean Dif: Luis Benítez: Breve Anthologie Poétique (Éditions La Résonance, Pau, Francia, 2014). Más tarde se publicó la antología La tierra permanece (Buena Vista Editorial, provincia de Córdoba, 2018), con la inestimable ayuda de mi querido, inolvidable y admirado poeta Alejandro Schmidt (1955-2021), que tanto me ayudó a elegir qué incluir y qué dejar afuera, siendo él director de la Colección Agalma, bajo la cual editó mi antología este sello cordobés. Hay otras antologías de mi obra, publicadas en el exterior, que también me ayudaron mucho a comparar criterios: Selected Poems (antología poética, edición bilingüe, selección y traducción al inglés de Verónica Miranda, Editorial Luz Bilingual Publishing, Inc., Los Ángeles, EE.UU., 1996); A Heron in Buenos Aires. Selected Poems (antología poética compilada y traducida al inglés por el poeta estadounidense Cooper Renner, con ensayo epilogal de Carmen Vasco Fernández Moreno, Ravenna Press, Seattle, EE.UU., 2011); Poemul de Fier (antología y traducción al rumano de Diana Dragomirescu, Ed. Bibliotheca Universalis, Bucarest, Rumania, 2015); Lascia che parli Ezra Pound / Deja que hable Ezra Pound (antología bilingüe, italiano-castellano, selección de Mario Meléndez, traducción al italiano de Gianni Darconza, Rímini, Italia, Raffaelli Editore, 2016); Una gran guerra habita las cosas. Lo mejor de Luis Benítez (antología poética, selección y prólogo de Gabriela Guerra Rey, maestrante en Letras Latinoamericanas por la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-, Editorial Aquitania Siglo XXI, Colección Consagrados, Ciudad de México, México, 2022). De modo que con los buenos ejemplos que me dieron los argentinos Auster y Schmidt, la argentina-estadounidense Miranda, el texano Renner, la rumana Dragomirescu, el chileno Meléndez y la cubano-mexicana Guerra Rey, a la hora de tener que elegir mis poemas yo solito se me facilitó mucho la tarea. Hay que confiar en los criterios que emplean los que hacen bien y muy bien las cosas, aunque intenté dar asimismo mi visión personal del panorama general de mis 11 poemarios. Espero haberlo logrado, pero no quiero dejar pasar la ocasión de agradecer, y muy personalmente, los excelentes trabajos de los antes nombrados, que tanto me ayudaron a la hora de decir “este sí, este no” para el lector estadounidense hispanoparlante.

–La contemplación de la propia obra, a la hora de hacer un compendio, suele ser una oportunidad para reflexionar sobre la misma. ¿Qué rasgos comunes podés ver en el recorrido de tu propia obra, qué cambios, qué intereses temáticos?
–En mis poemarios hay un hilo conductor -variando tanto los estilos que empleé a lo largo de más de 40 años de trabajo con el género- que obedece a la larga tradición de la poesía occidental, que a todos nos incluye en mayor o menor medida a la hora de intentar enriquecerla con algún aporte propio. Lo que tratamos de hacer, en el mejor de los casos desde el encuentro feliz de una voz personal, es dar cuenta de los “aparentes temas” que toca la poesía de Occidente, que desde mi modesto punto de vista consisten en seis pares de opuestos:  la vida y la muerte; el amor y el odio; el miedo y el valor; el tiempo sucesivo y el presente continuo; lo particular y lo colectivo; lo ilusorio y lo real. Todo aquello que parece ser lo demás, está incluido en estos pares de opuestos o en alguna de sus infinitas combinaciones. ¿Por qué menciono adrede lo de «aparentes temas» de la poesía? Porque en realidad, creo yo, ella solo está interesada en hablar de sí misma. Particularmente es visible esto en la poesía a partir de la modernidad en adelante, cuando desde hace mucho el género se ha librado de todo afán de representación. “Los temas” son su coartada para lo autorreferencial: la poesía siempre habla de sí misma y por sí misma, no es calco y reflejo de lo exterior a ella; simplemente lo utiliza como pretexto para mostrarnos su universo, cuando el poema es poema y no otra cosa vagamente parecida. Es el tratamiento de las visiones de ese universo por parte del autor, los recursos que utiliza, los que elige dejar de lado, lo que varía y esto es provechoso, pues el discurso que se repite se anquilosa y se convierte en autofagia, en remedo retórico de las obras anteriores. El estilo debe ser cosa dinámica, cambiante, siempre en movimiento hacia los límites mismos del lenguaje, el territorio favorito de la poesía, la frontera entre lo expresable y lo inefable. Eso es lo que intenté hacer y le queda al lector la oportunidad, inapelable por mí, de juzgar si logré algo en esa dirección o no lo logré, a lo largo de mis más de cuatro décadas de trabajo sincero, al menos sincero, con algunos logros si los tuve y mis limitaciones, que invariablemente habrán de ser muchas. Me gusta trabajar combinando estilos y recursos, apelando a lo que se supone «arcaico» en poesía o bien innovando con formas nuevas, sustituyendo comas por espaciados, insertando en un mismo poemario la referencia culta y el coloquialismo, etc., no por jugar con las palabras sino para aprovechar muchas de las posibilidades que brinda una lengua tan plástica como la nuestra, pero siempre con un sentido, un eje bien definido. Hay formas adecuadas para decir ciertas cosas; otras son las más convenientes para explicitar asuntos diferentes. En varios de mis poemarios aparecen poemas que ya tuvieron su lugar en otros anteriores, pero que al insertarse en una nueva colección de poemas, generan variaciones del sentido general de todo ese conjunto. Pero las palabras no son para jugar y la poesía definitivamente no es el campo adecuado para decir boludeces: quien lo hace no hace poesía, hace parapoesía, que es algo muy distinto, aunque jure que «es poeta bajo palabra de honor» y una porción de sus contemporáneos se lo crean, generalmente porque les conviene para hacer ellos lo mismo y pasar también por tales. Asimismo hay que desconfiar, lúcidamente, de aquellos que para apuntalar lo poquito o nada que alcanzan a decir, se hacen respaldar por una pretendida pertenencia a tal grupo extrapoético, colectivo o tendencia de cualquier índole, como si el valor de lo que escriben no se afincara en lo poético en sí, sino en darle expresión escrita a un sistema de creencias, credos o doctrinas que otros validarán para beneficio directo del monedero falso en cuestión. La poesía es un valor en sí misma, no precisa que se le adhiera ningún adjetivo, por muy de moda que esté o sea momentáneamente políticamente correcto adosárselo. En poesía no hay “progreso”, no existe eso de que una generación supera a la anterior; simplemente hace algo que es diferente a lo que hacían sus antecesores, pero que invariablemente se convertirá en parte de una misma tradición, siempre y cuando valga lo suficiente. En poesía es tan ingenuo afirmar “vamos a acabar con la lírica” como referir que «la épica se acabó con nosotros», como si alguno o algunos tuviesen el poder suficiente como para borrar definitivamente del mapa presente o futuro cualquiera de las categorías y subcategorías del género, la epopeya o el drama, etc. Ninguna de las variedades temáticas o formales de la poesía desaparece del todo; convive en ciertos períodos con otras o parece ser algo remanente, para resurgir posteriormente cuando ello es posible o vuelve a apelarse a ellas bajo una renovación muchas veces inesperada. En poesía nada se extingue, solo se diversifica. Por ello es que las corrientes afectas al viejo vanguardismo a fines de diferenciarse de las demás -vanguardismo que supuestamente fue barrido por la posmodernidad, oh contradicción flagrante- deben apelar por un lado a la hipertrofia de un elemento y al mismo tiempo a la negación de otros. Tienen que defender como puedan su “quiosquito”.   El tiempo es el más severo de todos los antólogos. Lo experimental, en sí mismo, no posee valor: lo cabal es el resultado final de la experimentación, si es que surge, no los intentos fallidos de esa serie de experimentos. En pleno auge de las vanguardias del siglo XX, el surrealismo de 1924-1935 se autopercibió y promocionó como «revolucionario». No pasó una década antes de que se convirtiese en parte de lo que antes motejaba como «el arte oficial». ¿Acaso creemos que hoy escribimos mejor que Homero?

–¿Hay algún plan de edición próxima de otra obra tuya, sea poética, narrativa o ensayística?
–Este año el sello santafecino Palabrava incluirá en su ya afamado catálogo editorial un volumen de mis cuentos, titulado Baja Marea, lo que me llena de agradecimiento hacia la poeta y narradora Patricia Severín, directora de la editorial, y la subdirectora Lic. Viviana Rosenzwit, quienes editaron en 2021 mi último poemario publicado en la Argentina, Nadie sabe dónde estuvimos, dentro de su muy cuidada colección Rosa de los Vientos. Asimismo, desde Atenas el poeta, traductor y editor Stelios Karayanis me solicitó una recopilación propia de mi poesía ya publicada, que le envié hace unos pocos días bajo el título en español de Antología Esencial, la que traducirá al griego y publicará en el otoño del hemisferio norte, afirmó el autor nacido en Samos en 1956. Me sentí muy honrado por Karayanis al haberme invitado a hacerlo, y porque mi poesía vaya a ser llevada al idioma de la patria de origen de toda la cultura de Occidente.

–Tu trayectoria tan extensa y fructífera ha sido leída y apreciada por muchos poetas de tu generación y posteriores. Has tenido la oportunidad de realizar, en 2019, una Historia de la poesía argentina, así que puedo preguntarte esto: ¿en qué poetas podés sentir una resonancia de tu obra, quizá encuadrable en eso que suele llamarse «poesía del pensamiento»; de los contemporáneos?
–Estimo que es al revés, que es en mi obra poética donde resuenan las voces queridas de los autores que han hecho obra magnífica bajo esa categoría, tan cuidadamente recopilada por ese destacado poeta argentino que es nuestro Santiago Sylvester, en su conocida antología titulada Poesía de pensamiento (Ediciones Endymion, Madrid, España, 2019). La descripción de este tipo de tratamiento poético no puede ser más acertada: «Para hablar de poesía de pensamiento es necesario aclarar previamente que no hay buena poesía sin pensamiento: aún la más sentimental, la que apela a lo onírico o se regodea en el inconsciente, está sostenida por una trama de conceptos. Pero una vez dicho esto, se puede agregar que hay una que, específicamente, tiende a la reflexión, se concibe a sí misma como un medio para pensar, expone categorías, averigua y, aunque no lo rechace, no está demasiado pendiente del aspecto emotivo del hecho poético o, al menos, no trata sentimentalmente los asuntos sentimentales. Es lo que se llama poesía de pensamiento. Su actitud se refleja en el lenguaje, en un intento de precisión o, mejor aún, en un tono y una manera de hacer sonar las palabras. Y lo que encuentro significativo en relación a nuestro país es que, en mi opinión, ésta es la línea poética más típicamente argentina, al menos en los últimos cien años. No he dicho que sea la mejor (una valoración debe apuntar a lo personal, no a un grupo ni a un estilo genérico) sino la más peculiar, que por alguna razón ha calado en nuestra sensibilidad». ¿Cómo escapar —y qué necesidad hay de ello— de esta poderosa corriente estética que recorre un siglo de nuestra poesía? Me honra la idea de que mi trabajo, o al menos una parte de él, participa de esta categoría plena de sentido y que ha dado muchas de las mejores piezas de la creación poética de nuestro país. Respecto de si mi trabajo ha influido en algunos colegas de las más recientes generaciones, debe de ser algo probable sobre la base de lo que me dijo hace años un joven autor de una de nuestras 23 provincias, donde viven y realizan sus búsquedas estéticas la mayoría de los poetas argentinos, mal que les pese a los que todavía consideran que la poesía argentina se reduce a lo que se escribe dentro del estrecho corralito que circunvala la Avenida General Paz. Este joven poeta argentino se me acercó, durante el Festival Internacional de Poesía celebrado en la Feria del Libro de Buenos Aires, del que yo formé parte en aquel momento, y me dijo, mostrándome un ejemplar de uno de mis poemarios que llevaba en sus manos, que él había comenzado a escribir poesía después de leerme en aquel volumen, que estaba ajado por el uso, subrayado y con glosas de su mano en varias de sus páginas. Ni los premios nacionales e internacionales que recibí, ni cuanto se ha publicado sobre mí en periódicos, revistas literarias o ensayos de terceros, me honró tanto, me hizo sentir tan feliz como lo que me aseguró ese joven poeta argentino. Y eso, lo aseguro, es algo que nunca, jamás olvidaré.

–¿Quisieras agregar algo más a esta entrevista, como cierre? Por ejemplo, ¿alguno de tus poemas?
–Por supuesto y muchas gracias por la oportunidad. Les dejo en primer lugar uno inédito, que por primera vez se publicará aquí, en exclusiva para El Desaguadero, titulado Lo que para estar, no está y otro que integra la antología neoyorquina, cuyo título es haute couture.




Lo que para estar, no está

No eres tú poesía,
no lo es nadie.
Lo que el verso
atrapa de lo inefable
apenas sombra es,
asomo, rasguño, aire.
No está aquí, sin duda,
ni lo estará cuando
estos trazos envejezcan,
porque el tiempo no agrega,
sólo quita lo que el presente
creyó que era inmutable.
No se puede decir poesía
porque es lo impronunciable:
su lengua balbucea, a veces,
en la sospecha de una frase
que al volver, buscándola,
resulta inencontrable.
Última frontera, confín,
de un mundo que no conoce
las palabras, pero que gusta
de atravesar al nuestro
por hacer fulgurar, sólo un instante,
su relámpago en la mano, 
mientras su rayo lo descarga lejos
y de aquel trueno, en el papel, 
burlón, apenas su silencio deja.


 
haute couture

no hay profesión peor
que la de los diseñadores de moda.
esos que dictaminan     convencidos
si para esta prolongada temporada
el largo de los versos
debe llegar hasta la rodilla
o bajar hasta los tobillos.
sus agrias mannequins desfilan luego
por todas las pasarelas disponibles
semejantes a enormes frutillas
—un gran salmón encarnado
trastabillando sobre altísimos zapatos—
o parecidas a ridículas cacerolas vueltas abajo
listas para el prometido aplauso
de la repetida     tediosa novedad.
si el «cómo» debe estar medio desnudo
si corresponde que se vea el «qué».
sus creadores aseguran que    de haber sido invitados
homero y t.s. eliot dirían «está bien»
y casi ninguno vacilará en aceptarlo.
en todo asunto el dictado de la moda
es la peor cosa de este mundo.







lunes, 10 de abril de 2023

4 poemas de Mercedes Venturino

Mercedes Venturino



Mercedes Venturino nació en la provincia de Córdoba el 20 de mayo de 1972. Desde allí, antes de cumplir un año, partió para mudarse al Barrio Martin Güemes, en Avellaneda (Provincia de Buenos Aires), lugar que, según dice, «fuera el responsable, en gran parte, de modelar sutilmente todo lo que habría de comprender después». 
En la contratapa de su libro Ahora, explica: «Empecé a escribir de niña, alentada por una maestra de la escuela primaria, que observó con nitidez, lo que producía en mí jugar con las palabras. Soy docente, profesora de Educación Física, y después de ir y volver muchas veces sobre las experiencias, compruebo y aseguro, una vez más, que lo único que podría cambiar algo en la tan arraigada costumbre que existe de buscar sólo lo utilitario, es el arte. Porque sabiendo apreciarlo, en cualquiera de sus expresiones, se llega a educar con sensibilidad, por lo tanto, se llega a tocar con las manos el amor; por consiguiente, podríamos ponernos más a menudo en los pies del otro...y entonces, quizás, algún día... aunque yo no lo vea, ni vos, ni mis hijos... tal vez un día, el sueño de un hombre diferente sea posible».
Publicó su libro de poemas Ahora a través del sello Amaru, en 2010. Es autora del blog Poesía en la hendidura.


Toma el sexo y la mirada de las cosas

No hables del rosal, 
no hables del erial, 
no hables de la piedra, 
ni del camino que dobla amenazante, 
ni de la orilla y el límite, 
a no ser que allí hayas estado, 
a no ser que los hayas conocido... 
Tomar de cada cosa lo que se ve 
y también lo que no muestra, 
es una forma de vivir atentos,
una manera de atender señales...
No me conformo con lo que se puede,
quiero el pétalo más fresco de la rosa,
la herida más cruel que implique el erial,
la piedra más redonda donde resbalarian mis pies,
el camino que dobla en cualquier momento sobre sí mismo.
Quiero estar en la orilla 
y llegar al borde del abismo, 
no estar demasiado segura en ninguna parte,
quiero tomar de cada cosa sus ojos y su sexo.
De la planta, su raíz, árbol su fruto,
del pan horneado, la tibieza de un pedazo.
de un domingo las doce de la noche, 
y de tus manos, la habilidad...
Del jarrón, el ancho de su vientre,
del collar, su cierre,
del reloj, tomaré su eternidad y su tristeza, 
del final, el principio de lo que viene...
Y de tus palabras, las que se atreven al vuelo. 
Acepto todo lo que hay en la casa del Tiempo. 
Las ventanas son un erial,
y una rosa.


De Ahora (2010)


Construimos un paisaje con la intención...

Construimos un paisaje con la intención
que guardan los recuerdos: 
el de reírnos al evocarlos, algún día
Pero mis ojos abrazaron el aire
y sólo mi niña sabe
 qué lugar encontré en su voz amiga,
sólo ella entiende el lugar de los fraudes
que acarician como el hielo
con su filo de bohemia en lugar de la risa
Nunca se sabe
bajo la forma de qué puente,
cruza un día la contingencia 
y pone a prueba la mirada de tu pecho
Pero puedo asegurar
-aunque no puedan creerlo-
que a veces lo que se espera
no es lo mismo que se necesita,
aunque para eso
haya que aprender a mirar sin el afán 
que todo lo justifica 
Y es entonces que lo aprendido nos vuelve ciegos, 
Ignorantes de lo que puede descubrirse
con una vanidad que nunca se explica 
Pero lo entiendo:
lo mismo que arde
también encandila,
y no es fácil aceptar el fuego
que con su lengua desesperada invade
la arrogante serenidad del hielo
Me llevó tiempo aprender a amar en la falta
con los huecos que provoca el vacío 
Pido disculpas si no puedo
 con el que espera que le coman de su mano, 
como los perros amigos
Para eso pasan los destellos en la vida,
para enseñarte que con el miedo 
es imposible 
vivir como sueñan las palabras,
para mostrarte la vacuidad que encierra
entregar el valioso tiempo de la obra 
en lo que refleja apenas un decorado,
para contarte, aunque sea por última vez,
que hay personas 
que iluminan como un faro 
en un brillo
que a otros lastima

Inédito



Ahora... 

Ahora 
el momento en que la tormenta pasó 
y queda en las paredes
 y en los techos 
el rastro brilloso de lo que fue su cuerpo
Y la tierra respira
desde su corazón de barro
y el suelo del patio es un espejo
donde mirarse
Entre las ramas
 se agitan algunas vidas nuevas 
y entonces se te da por unir el círculo:
después de la lluvia
se respira de otra manera

Inédito


Durante mucho tiempo pensaba...

Durante mucho tiempo pensaba
 en la belleza de las mariposas
en su símbolo e historia 
con ese anhelo que dan las cosas soñadas,
como quien mira el mar
soñando el horizonte 
pero no pierde de vista la orilla,
pero no arriesga su preciada playa
Yo quería mariposas 
pero no plantaba asclepias
Durante mucho tiempo 
yo quería pájaros respirando cerca,
quería tomar mate y escuchar su trino 
en el silencioso ruido de la mañana
Yo quería pájaros 
pero mis plantas no tenían ramas
donde los gorriones
pudieran hacer sus nidos
Hoy,
mientras la hora azul de la mañana
transcurre sin prisa,
dos gorriones van del patio a mis sillones,
de la enredadera a las ventanas 
y el color fuegonaranja de las monarcas
espera y respira,
aguarda y crece
Nos pensamos que somos los dioses arquitectos creadores de emociones 
y no...
La amistad 
La crianza de hijas e hijos
El amor, el buen amor...
Todo, son preciosas lecturas
de la naturaleza 
Todo es una fiel imagen
de sabiduría e instinto 
Si la intención es cierta y se trabaja para eso,
todo llega
Si se quiere disfrutar del sueño que se elige,
Hay que saber plantar,
Hay que aprender la paciencia 
Hay que poder crear
el ambiente propicio

Inédito

viernes, 7 de abril de 2023

6 poemas de Santiago Sylvester

Santiago Sylvester en Mendoza, 2013. Foto de Camila Toledo.



Santiago Sylvester nació en Salta en 1942. Figura prominente de la poesía argentina actual, es autor de numerosos libros de poemas, de un libro de cuentos y varios de ensayos, publicados en Argentina y España. Ha recibido los premios Provincia de Salta, Fondo Nacional de las Artes, tercer Premio Nacional de Poesía, Gran Premio Internacional Jorge Luis Borges y Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. En España recibió los premios Ignacio Aldecoa, de cuentos, y Jaime Gil de Biedma, de poesía. Es autor de dos antologías de la poesía del Noroeste Argentino, de una antología de la poesía de Manuel J. Castilla, otra de Néstor Groppa, y ha realizado ediciones críticas de obras de Juana Manuela Gorriti y Federico Gauffin. Dirigió la colección Pez Náufrago, de poesía, y es la colección de ensayos Época, ambas en Ediciones del Dock. Es miembro número de la Academia Argentina de Letras 



Certidumbre

Imaginando lo peor de todo: 
cuando ame a otra mujer 
o cuando hayas muerto 
(tal cosa es posible en esta vida) 
todavía recordaré tus ojos, tus palabras, 
los gestos de tu mano, 
la costumbre con que te acercas.

Me pregunto si serás un exceso del destino, 
un equilibrio en medio de la duda, 
o la serenidad con que buscaré un nuevo orden 
cuando después de todo esto 
desaparezca la razón del mundo.

Salta 1978

De Palabra intencional (1974)



I

Siente piedad por sus testículos al borde de la mesa, 
por su cabeza tan dejada de Dios, 
por su hambre, porque nunca volverá a comer, 
por su perra que ladra en el desierto, 
por su memoria atolondrada
que lo hace orinar en los malvones.
Y luego de apiadarse, lo ata, 
ausculta, desinfecta,
prepara los detalles: no siente piedad 
dos veces por el mismo perro.

De Perro de laboratorio (1987)



Escenario vacío

¿Nadie aplaude a un escenario vacío? Todo lo que hemos visto ha pasado por él.

La mujer que plancha en el cuarto del fondo, el hombre de la pala, el que golpea la mesa aturdido sin remedio, ¿no tendrán su recompensa?
El que toma sol entre los cajones del mercado, ¿no recibirá una ovación? 
¿No hay un elogio para el que riega las plantas? ¿Nadie aprueba la tarea de dormir? ¿Ni un estúpido aplauso para el que fríe un huevo?

El escenario vacío: sólo hay en él 
la complejidad de la trama 
que pide de nosotros, no un espectador, 
sino un nuevo escenario;
un espejo hacia la sala 
examinando al auditorio.

El problema no resuelto es que también 
está vacía la platea 
mientras los aplausos aturden,
la función continúa 
y no hay quien corra el telón.

De Escenarios (1994)



La muerte...

La muerte es provisoria, pero la vida está definitivamente aquí,
aunque todo indique lo contrario:

en el gusto que el café deja en la boca,
en la brasa que se consume sobre el cenicero,
en el rugido de los automóviles, más allá de la ventana,
y también en la memoria que gira en sentido contrario a las agujas del reloj,
/contradice a las aves migratorias, sube escalera abajo/
y se salva de la destrucción.

De Café Bretaña (1994)


(la conversación)

Los años no entran todos por la misma puerta
aunque terminen juntos,
siempre en trance de irse hacia otra parte: el problema
es adónde

Tampoco vienen del mismo lugar: cada uno con su avío;
y si terminan comiendo de la misma sopa, reflejados
en el mismo espejo,
no muestran siempre una cara triunfante sino
esta pregunta que cae por su propio peso: ¿hay años que ya no vendrán?
Y no hay una respuesta: hay
principios generales que terminan en desilusión: un secreto
que sólo muy pocos no conocen.

Aunque no entran todos por la misma puerta,
tienen el diálogo de los que están resignados a juntarse
y esa conversación,
lo que se dice en ella,
es lo único que no deja de existir
cuando de pronto un reloj se detiene para todos.

De La palabra y (2011)


(una comprobación)

Εl que ha oído por primera vez el viento en un patio agitado por un frente de tormenta,
oye también este viento 
que la memoria sacude ahora en mi cabeza.

                         El lugar de observación 
se desplaza, siempre está de paso: me gusta su manera de abarcar lo que toca: estas menciones reflejas
para que nada sea lo que es: como el viento que oigo 
es y no es el de aquel patio,
y sólo queda una premisa cierta o falsa que ha sucedido hace años.

Y nadie es dueño de las consecuencias 
ni de los vientos que vendrán.

De Los casos particulares (2014)

martes, 4 de abril de 2023

La historia de un poema de Reyna Domínguez

Reyna Domínguez en su visita al Festival Internacional de Poesía de Mendoza 2013 | Foto: Camila Toledo



por Reyna Domínguez (*)
 
Mi amigo, el poeta sanjuanino José Casas (militante del Partido Comunista), fue detenido por la dictadura y enviado a la cárcel de La Plata en 1976. En ese mismo año, a través de Don Emilio, su padre, escrito con birome en una hoja de cuaderno, le envié el poema Incomunicado, que escribi para él; lo notable fue que no guardé para mí, ninguna copia. 
Uno o dos años después, José salió en libertad. Reanudamos nuestra relación de amistad sustentada en el común afecto, pero también en la poesía, la militancia cultural y en resistencia a la dictadura. Olvidamos ese poema (o al menos no volvimos a mencionarlo) durante mucho tiempo. 
Pasados unos veinte años, una noche durante un acto cultural, José me muestra ese poema en la misma hoja (muy bien conservada) en que yo se lo había enviado. Fue emocionante saber que lo había cuidado con esmero. Conversábamos sobre aquel lejano tiempo, pero vino alguien, interrumpió, se sumaron otros amigos, la conversación se disipó, y otra vez me desencontré con mi poema. 
A José se le perdió el original, y aparentemente también la copia que tenía registrada en una computadora, puesto que un accidente había destruido su disco rígido. 
Sin embargo 45 años después de escrito, aparece José por mi casa a visitarme en mi enfermedad y me trae aquel (por ambos) querido poema. Ahora finalmente lo podemos compartir con todos

Mediados de agosto de 2021




Incomunicado

El ojo azul,
el ojo rojo te miran
desde el cuarto 
en que te encojes
y dilatas

Tus manos mezclan 
sopor, hiel, vino
en las mías

Espero sin contestación

El cielo no está abierto
una enramada incandescente 
encierra tu nombre
en la penumbra de un cuadrado 

Serpientes seseantes
engarzan vidrios hirientes, 
pilas electrizadas, anillos de salmuera
a tus pies.

El corazón te quema
te hiela
Es primavera
La primavera se ha ahogado
con mate amargo

Espero sin contestación

Tengo preparado 
un ungüento vivificador 
lo puse, vigilante,
en un rincón,
al lado de mi puerta

Espero sin contestación

Qué haré para contar los días
con el tartamudeo 
de los minutos extensísimos
¿Qué haré con el tiempo mutilado?

Tus ojos tienen nueva casa
Inamovibles
me observan
No podré volver la cabeza
porque has trazado
en círculo tu casa
en mitad de mi frente

No podré dar más
que dos pasos
uno adelante, 
uno en retroceso
Mi libertad 
se ha consumido
apenas se formó 
el cuadrado

Estoy con el pie
metido en el cepo
porque somos uno
las uvas del racimo

Espero sin contestación

Pronto,
pronto
he de volver a verte
con mis propios ojos
o si no ya no tendré
más ojos que los tuyos
No podré presentir
ningún vuelo de pájaro 
porque el cuadrado
me ha cegado

Prepararé una canción
de trigo y agua de la gruta fresca
Una almendra diminuta
más dulce que amarga
te contaré el regreso
Y la oración 
repetirá una vez más
cada letra de tu nombre, 
reservado en un cofre
presto a ser abierto.



(*) Por primera vez desde 2009, cuando El Desaguadero conmenzó con su sección «La historia de un poema», publicamos un texto que no fue escrito especialmente para nuestra revista. Creemos que la ocasión lo amerita: en 2021, ya en su lecho de muerte, la poeta sanjuanina Reyna Domínguez escribió la historia de un poema (tal vez en conocimiento de nuestra sección) y la incluyó en el libro que estaba preparando, y que terminó siendo póstumo: Romanza de lo vivido. Recuperamos aquí, entonces, esa historia y ese poema.

lunes, 27 de marzo de 2023

6 poemas de María Laura Buttarini

María Laura Buttarini.



María Laura Burattini nació en Buenos Aires en 1968. Se graduó de abogada en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como secretaria Letrada del Tribunal Fiscal de la Nación. Participa de diferentes talleres literarios. Varios de sus textos fueron premiados y forman parte de numerosas antologías en el país y en el exterior (Canadá, España, Francia, entre otros). Publicó El fondo de la caja (Ediciones en Danza, 2019) y los libros de poesía infantil Un mundo más leve, Mi amigo imaginario, Las olas y ¡Mi abuela es extraordinaria!


Miedo

Llueve en aguacero. 
Digo prisa y las horas se arrastran.

Me aterra pensar que es un hechizo 
el que transforma mi temblor en realidades.

Digo patio
y los jazmines se oscurecen.
Digo grillo
y la tristeza se hace blanda.

La única palabra poderosa 
que arremete, 
que se salva.
aparece y me rescata 
si te nombro.



Viajera

Vuelve encantadora 
a fraguar esta tarde 
aún en llamas.

Un haz de colores 
atraviesa 
la lágrima carnal 
de la inconsciencia.

Revivo en los dientes 
esa duda 
que tensa 
imperiosa 
mi sigilo 
y acabo 
en la espesura de los vientos 
como un capullo incierto a la deriva.



Verano

Estas ganas de aguacero 
en los cristales 
como el índice de Ariadna 
dibuja
sinuoso
una máscara.

Tanta orfandad de fresco 
de carozo y siesta 
que rogamos lluvia.

El aire se aturde 
de chicharras.

Mientras tanto 
nos sometemos 
al laberinto ahogado 
de la espera.



Otras

Me miro en el peso de los roles 
y quisiera patear el grito, 
pedir ayuda, 
desesperarme.

Pero sigo aquí, 
a la vista de todos 
que se callan, 
prisioneros.

Intento
hacer aparecer en la saliva 
cualquier desesperanza 
y abandonarme a la luz.



Odio

¿Y si en lugar de odio fuera 
una caricia
la que se engendra 
bajo la hiedra trepadora?



Recorrido

«Heme aquí perdido entre mares desiertos. Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche»
Vicente Huidobro

Dejamos una estela 
cuando al amanecer 
nos llenamos de dudas 
y se hace luz la semilla 
que muestra el brote nuevo.

De El fondo de la caja (2019)


lunes, 13 de marzo de 2023

4 poemas de Alicia Grinbank

Alicia Grinbank.



Alicia Grinbank nació y se crio en el barrio de Floresta (Ciudad de Buenos Aires). Estudió Literatura Francesa. Publicó los libros de poemas Bruma y verdor (Botella al Mar, 1987), Curanto (Libros de Tierra Firme, 1992), La balsa de la Medusa (La Luna Qué, 2002), Noche cerrada (El Mono Armado, 2006) y Pulmón de manzana (El Mono Armado, 2011).


Zumbido

Todo está ordenado:
hasta arden los leños en la casa
comida suficiente 
plagas controladas
mandaderos por la puerta de servicio
Es solo una mosca que perturba
ronda por el borde del plato…
hace frío ¿de dónde habrá salido?
Una mosca verdinegra
            zumba


De Curanto (1992)


Vista abierta

Desde el 6º piso de mi balcón florido 
se ve la terraza del laboratorio de la vuelta: 
hombres con cofia blanca ajustan manivelas 
abren un gabinete sellado 
revisan tuberías    instalan artefactos.

Algunos atardeceres   mientras riego las plantas 
los contemplo y me dejo creer que acá 
en Colegiales  
—al alcance de mi vista en el centro mismo de la manzana—
se activará el botón o la palanca
que acabe por fin
con el dolor de todo.


Pulmón de manzana

En 4 cuadras a la redonda se fragua el mundo.
Ventanitas y detrás el desdén  el amor  la cacería.
En algunas terrazas se baldea
en otras se tritura el costillar.
La vecina fuma a morir
y en el mercadito —a las siete de la tarde—
la broma chabacana
diluye el estrago de los rostros.

Pero la hora más intensa
sucede cuando me acuesto
y dejo que me bañe la luz nocturna del barrio.

Escucho su respiración de animal doméstico:
débiles reyertas        besos salvajes.
Hasta que la bocina de algún tren carguero
hiende la noche      y me duermo.

De Pulmón de manzana (2014)


Escena final

Está enojado el hombre, iracundo, digamos.
Y es lógico, ella lo ha crispado hasta la puteada.
Sacó de él lo que tanto calló y perdonó y contuvo.
Ahora quedó solo en la calle del dolor:
desfilan taxis vacíos    parejitas abrazadas
y el hombre vuelve a su casa.
Abre las ventanas y de ella arroja cartas, fotos 
y alguna chalina perfumada.
Luego pega el grito. Se deja caer por ese tragaluz infame:
rebota en el patio de la planta baja
entre condones y verduras
desnucado y feliz por la noticia
que ella recibirá a la mañana

Inédito

lunes, 6 de marzo de 2023

6 poemas de Laura García del Castaño

Laura García del Castaño.



Laura García del Castaño nació en Córdoba el 17 de octubre de 1979. Publicó varios libros de poemas, entre los que se destacan El grito (edición de autor, 2004), La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan Comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto de Mudo, 2014, Caleta Olivia 2017), El animal no domesticado (Pan Comido, 2014), Los demonios del mar (Ediciones Del Dock, 2015) y Mubarak (Buena Vista, 2022).


Nacer rompe...

Nacer rompe el espejo de la eternidad
lo fracciona en infinitas fatalidades
vivir es la fatalidad
de no entrar de pie
en la parte de reflejo que nos toca
y añorar los pedazos faltantes


En la ceguera...

En la ceguera
está la visión que nos falta
como en el sueño
el resto de vida que no despierta

De La vida en que sueñas (2012)


nadie te conoce

no saben cómo 
dispones la risa, moderas el hambre 
controlas el celo 
la voracidad de la carne 
no saben dónde 
clavarías la lanza 
si eres quien da o quien bebe 
del veneno 
lo inesperado es un mundo de ciegos 
mirando el mar esta habitación, la ropa sucia 
tu dolor de espalda 
que rujas como un niño maldito 
no sugieren nada 
sobre el corazón más tierno 
sobre el bonsai más soleado 
se esparce el musgo 
florece la catástrofe


a la altura de tu corazón

que no estuve a la altura de tu corazón 
que soy un alma oscura marchitándote 
que mi nombre es largo y pretencioso 
que tus labios no venían cansados ni sedientos 
apenas si fui tu primera constelación 
el segundo pecho que has bebido, un oscuro marcapaso 
que no pudimos concebirnos, fecundamos 
que este amor ha sido armado, intencional 
el nudo en tu pelo rojo 
lo desnucado, lo torcido 
que desteñí tu camisa 
rayé el disco del adagio 
que no te mostré el mar 
con la rama de espantar los perros 
que todo lo que escribo 
es animal, salvaje y velocísimo 
y que vos te lo has montado 
en mi cara 
para huir

De Los demonios del mar (2015)



El panal...

El panal que sacaste de la ventana 
está ahora sobre la pila de libros
casa flotante, embalsamado glaciar
con sus piezas desnudas y sus habitantes perdidos
Cuando no duermo
me siento frente a él y observo
exhibida a escala
nuestra fortaleza:
un reino paralítico
que aún perdura
y cruje de noche
la pureza de un tumor
que aumentará su tamaño
para despedirnos


Lavo la sangre...

“Antes un cubo de agua era más valioso que nuestros propios hijos" 
Tovognaze

Lavo la sangre de mi periodo en agua color café
Lavo la falla de mi nacimiento
Froto la censura del hombre
La mancha de la mutilación
La costura que es herida y amenaza
Ellos odian lo que no controlan.
No lo dejan ir. Yo lo dejo ir
Estrujo con fuerza mis bragas, como si torciera el cogote de un ave para el almuerzo
Como si exprimiera
la teta de una cabra famélica
El órgano entero de mi madre y de mis hijas
Lo dejo ir.
Lavo el musgo tibio de mi carne
La baba deslavada del universo
y ando así
Goteando sobre la sequedad intensa de mi pueblo
Me muevo lenta sobre los cultivos
para que nadie sienta el olor de
mi sangre desgajada y estéril
que a nadie alimenta
Hebra de madre muerta desmenuzada
no retenida
espesa fibra del baobabs
coágulo sin rostro
líquido terco, clandestino
pura arritmia del bosque
Mi cuerpo inundado
altera a mi padre avergüenza a mi hombre
Decepciona a los dioses
Sangro frente a mi esposo
Mientras estoy menstruando no puedo tocar sus remedios
ni sus amuletos, anulo su poder
Pero entonces apesto a mujer
No puedo evitarlo
Como el mandril
Esparzo el olor en dirección a mi obtuso rival
No puedo ser sumisa en esto
Sangro aunque me ordene que no lo haga
aún arrodillada ante él
Sangro y renazco
Anulo su poder
Lavo la sangre de mi periodo en agua color café

luego llevo el balde hasta la huerta
y riego
Espero que los brotes nazcan que mis hijas crezcan
que todo sea del color
de la tinta en que se impregna

De Mubarak (2022)

jueves, 2 de marzo de 2023

La historia de un poema de Noelia Palma

Noelia Palma (foto de Oscar Ernesto Solís)



por Noelia Palma (*)
Especial para El Desaguadero

Un gesto. Una bailarina se acuclilla. Los dedos se mueven en el piso como si escribiera. De pronto escribe. Y no dejará de escribir. De niña fui esa bailarina. 
Cerca de mi casa de la infancia había una academia de danza que se llamaba Plus Life. A los cinco años mi madre me inscribió. Recuerdo haber ido con temor a lo desconocido y haber regresado a casa sin querer volver. 
Mi profesora tenía un nombre que recuerdo con melancolía: Lorena. 
Lorena nos enseñó disciplina a mí y a las compañeras. Nos enseñó la precisión del movimiento, los saltos de la danza jazz, la historia, los tiempos, las repeticiones, la belleza. Lorena nos enseñó a competir, nos llevó al teatro, enseñó a nuestras madres a maquillar y a peinar. Se ponía nerviosa con nosotras y festejaba a la par. Lorena nos hacía diplomas con letra prolija y muchas felicitaciones. 
La última vez que competí en un teatro usé una malla azul y blanca con estrellas brillosas. Las medias color piel hacían a mis piernas más estilizadas. Tenía flequillo y la cara de una niña que entraba en la adolescencia, con granos, regordeta, feliz. Recuerdo que mamá, cuando llegamos a Capital, me llevó a almorzar unos tostados en un bar, para después correr al colegio La Salle. El vestuario en el que estábamos era un aula. Todas las academias tenían asignada una. La competencia era por street jazz. Las madres iban y venían haciendo cosas. Ensayamos varias veces y, entre tanto, olvidé decirle a mi madre que la vida era hermosa.
Fui esa bailarina hasta los 13 años. Un día mi pierna derecha ya no funcionó debidamente.
Cuando dejé de bailar, el tiempo adhirió una película dolorosa a mi cuerpo. Una piel nueva. Y escribí. Siempre escribí, pero, de pronto, algo reemplazaba la danza.
Probablemente hoy sea la poeta que esa bailarina puede ser. Las historias no terminan. Se reescriben. 
Por ahora, descansa la bailarina. 






18

Se acuclilla en la sombra endeble y espera.

Escribe que la vida 
es un corazón con los ojos cerrados.

Descansa la bailarina 
mientras mueve los dedos.

Escribe.

Que su único amor se dio por vencido;
no como los soldados 
sino como la luz pegajosa 
del tiempo.

Como la distancia entre el fantasma 
que toca la puerta

y el que ya fue perdonado.

(de Las flores que mis hijos dejan en los libros, 2022)




(*) Noelia Palma nació en Morón, Buenos Aires, en octubre de 1984. Publicó: Que la muerte nos ampare (2017); Solo con todo el mundo, Charles Bukowski (2017); La casa (2019); Marilyn (2020); Luxemburgo (2020), 0034 (2021) y Las flores que mis hijos dejan en los libros (2022), que obtuvo la 1ra. Mención de en la XV edición del Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares 2021. Coordina el taller y clínica de poesía Historia de la Melancolía.

lunes, 27 de febrero de 2023

4 poemas de Armando Tejada Gómez

Armando Tejada Gómez (dibujo de Enrique Sobisch).



Armando Tejada Gómez nació en Guaymallén, Mendozam en 1929. A los 23 años publicó Pachamama (1952). Solía entonar sus versos con su guitarra como los payadores y los copleros. Algunos otros libros suyos de poesía fueron Tonadas de la piel (1956), Historia de tu ausencia (1957), Antología de Juan (1958), Ahí va Lucas Romero (1963), Los compadres del horizonte (1966), Profeta de su tierra (1968), Tonada para usar (1968) y Los telares del sol (1994, póstumo). También destaca su novela Amanecer bajo los puentes, además de sus notables canciones y letras, que influyeron enormemente el folclore argentino desde el surgimiento del llamado Nuevo Cancionero Cuyano, del que fue uno de los impulsores.
Tejada fue hombre de Guaymallén, donde pasó su infancia y su adolescencia. Fue canillita y lustrabotas. Aprendió a leer a los 12 años. En 1958 fue elegido legislador. Desde siempre tuvo una intensa actividad política. Algunos clásicos de la canción nacional tienen sus letras: Volveré siempre a San Juan y Canción con todos, con música de César Isella, posiblemente el tema musical de mayor difusión en todo el continente.
En sus últimos años, Tejada Gómez no residiía en Mendoza, pero regresaba a ella periódicamente para reeditar la amistad, una de sus costumbres. Falleció en Buenos Aires en 1992.


2

Si ahora digo amor tal vez no diga
que la ausencia me mira del fondo de tus ojos,
que aquí estuvimos juntos,
                                       que fue hermoso
y que el sol conocía tu perfil de memoria.
Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro,
lo luz que fue llevarte de la mano pequeña
como a un tallo mecido por un viento de música
hacia los territorios donde aguarda el silencio.

Y ya que estás distante,
                                    que pensarán los árboles,
qué dirán las canciones,
cómo verá la noche mi soledad de ríos;
dónde pondrán su ronda los niños de la tarde,
adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo
y la calle tan sola con sus puertas inútiles
y las sombras sin besos
                                    y los perros perdidos;
ahora que la ausencia me interrumpe la boca,
ahora que me esperas tan allá de los niños.

Se nos ha muerto el año.
                                    Yo le veo el invierno
hecho de un solo frío,
                                de un solo tajo solo
a la mitad de agosto,
                                de una dura distancia
larga, definitiva.
Porque de pronto sobran los barcos,
                                                     los andenes
y de pronto este rumbo ya no tiene sentido
como si nadie fuera hacia ninguna parte
o alguien hubiera muerto a mitad de camino.

Alguien.
           Mi voz. Tu pelo. Las cosas que no dije.
La flor de tu vestido.
Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre
para que recobrara su condición de estío.

Ya no sé,
              nunca entiendo estas precarias sílabas,
cosas que no recuerdo de pronto me dominan:
te dije que tenías la piel como de humo?
que de estarme en tus ojos me conozco el origen?
te he enseñado el misterio de los árboles solos?
sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas?

No sé,
          nunca recuerdo tanta distancia,
                                                        tanta
canción que no he cantado cuando anduvimos juntos
Me dolería mucho no haberte dicho todo
lo que llevo en la boca casi como otra risa.

(de Historia de tu ausencia, 1957) 


Sol a destajo

Cuando aún está pez el viejo río 
en la resaca de la madrugada, 
                  pasa Lucas Romero 
pala al hombro,
                  va silbando bajito por el campo, 
camino del trabajo y pala al hombro, 
llevando al viejo río de la mano.

Ayer lo conchabaron en lo ajeno 
para que hiciera una trinchera de álamos 
y él que se tiene fe, 
que se conoce, 
sin dar más vueltas la tomó a destajo.

Y ya lo ve;
                    silbando y sin apuro 
cruza la ceja azul de la mañana, 
                   el sombrero hacia atrás,
la frente en vilo,
                  ¡caudillo de la luz y de los gallos!

¡Si tendrá oficios, Lucas! 
                  ¡qué no ha hecho
en el taller ruidoso de sus años, 
colmenares de oficios y tareas zumban 
                  en la colmena de sus manos! 
¡Qué va a hacer cara fiera! 
¡Hay que meterle! 
no perder día ni perder salarios. 
                 ¿Si no 
de dónde va a salir, de dónde? 
uno que no ha nacido propietario. 
¡No va a andar eligiendo en estos tiempos 
si todos los trabajos son trabajo 
y a uno le gusta y le hace a todo 
no va a hallarlo la muerte descansando!

Por eso es que se olvida hasta del nombre 
mientras va haciendo el hoyo y va plantando 
con los cinco sentidos sometidos 
a la verde labor de plantar álamos.

En tanto la mañana, allá en lo claro, 
remonta un sol feroz sobre los árboles, 
Lucas le gana un trecho a la pobreza, 
construye el esqueleto del paisaje, 
casi sin darse cuenta que lo trepa 
un sol degollador por las espaldas.

(de Ahí va Lucas Romero, 1963)


Coplera del alfarero

Bajo mil lunas de barro 
duerme mi abuelo alfarero, 
polvo inmolado en el polvo, 
sueño de piedra, su sueño. 
Su sangre dura en mi sangre, 
su sombra en mi sombra llevo, 
arcilla soy de su arcilla 
donde padece el silencio. 
Mi canto canta en tu nombre 
siglos de barro cocido, 
cántaro oscuro, la copla 
te busca a orillas del río. 
¡Paz a la paz de tus manos 
bajo la tierra alfarera! 
¡Tu oficio de barro y sueño 
fundo la paz en la tierra!

(de Antología de Juan, 1958)



Canción para un niño en la calle (fragmento)

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle,
hay un niño en la calle. 
Es honra de los hombres
proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia
dispersa por las calles,
evitar que naufrague
su corazón de barco,
su increíble aventura
de pan y chocolate,
poniéndole una estrella
en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil
de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
porque de nada vale
si hay un niño en la calle.

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle,
hay un niño en la calle. 
no debe andar el mundo
con el amor descalzo
enarbolando un diario
como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, 
canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho 
con un ala cansada,
no debe andar la vida, 
recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada
a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos
son dos inútiles fardos 
y el corazón, 
apenas una mala palabra.
A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle,
hay un niño en la calle. 
Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle. 
Yo lo veo apretando
su corazón pequeño,
mirándonos a todos 
con fábula en sus ojos,
un relámpago trunco
le cruza la mirada,
porque nadie protege
esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle...
A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle,
hay un niño en la calle. 

(de Toda la piel de América, 1984)