martes, 11 de junio de 2013

Los versos materiales de la impiedad

Mortal en la noche, Fernando G. Toledo.
Alción Editora, Córdoba, 2013, 69 pág.





            Antes de la aparición de Mortal en la noche, en la editorial cordobesa Alción, tuvieron que transcurrir quince años desde la publicación de Hotel Alejamiento (Diógenes, 1998) y tres libros en el medio. En ese primer poemario, Fernando G. Toledo (San Martín, 1974) levantaba la mano y daba el presente en el mapa poético de Mendoza. Desde ese libro primigenio se observaban ya algunos atisbos reflexivos acerca del oficio de escribir y de su utilidad en una sociedad, en ese entonces, de fin de siglo. La respuesta, en muchas ocasiones, era un contradictorio y angustiante silencio. Esto no detuvo el derrotero del autor.

            En plena crisis de 2001 fundó una editorial, Libros de Piedra Infinita, y abrió el juego a otros escritores en medio del espanto. Así autogestionó artesanalmente Diapasón (2003), donde Toledo elevaba la apuesta: sus poemas dejaban de lado cierta contención en el fraseo para expandirse en recursos y así profundizar una idea motor: el silencio como única nota para afinar el resto de las palabras. Luego vendría el premiado Secuencia del caos (Ediciones Culturales de Mendoza, 2006), libro de propuesta unitaria en lo formal (largas series de versos endecasílabos, sonetos blancos y unos pocos rimados), aunque variado en la temática: el deseo, la infancia, la poesía. Sin embargo, los poemas volvían una y otra vez con la insistencia del que pregunta para saber lo imposible o, al menos, lo inacabado: «¿Para qué decir? ¿Para qué decir», era el estribillo trunco de un poema de largo aliento titulado, justamente, «Nocturno interior». Porque es en este texto donde se haya el germen del flamante Mortal en la noche y habrá entre las dos obras un diálogo tan sutil como impiadoso.
Fernando G. Toledo (foto de Camila Toledo)

            En 2009, un golpe de timón amplía el espectro de la obra lírica de Toledo. Viajero inmóvil (Libros de Piedra Infinita) es una serie continua de poemas numerados, donde, por primera vez, ficcionaliza una historia de amor desastrado. Un personaje que decide ir detrás de una mujer amada y perdida; pero que, antes de dar el primer paso, descubre que el avance se le vuelve imposible: porque así crearía una nueva distancia, porque así traicionaría el pasado. La lectura «narrativa» del poemario nos acerca nuevamente hacia un mismo inquietante lugar: ¿es posible el absoluto? Una cosa esta vez es segura, todo viaje es poético. No obstante, los antecedentes no siempre son literarios. En 2005, el autor creó en la web Razón Atea, un blog que sube para el debate ensayos y artículos de religión y ateísmo hasta la actualidad. Allí, con algunos textos de su cosecha personal, se posiciona en un ateísmo esencial total desde la perspectiva del materialismo filosófico que, poco a poco, irán definiendo la mirada del «ateo poeta».

            Es por eso que la llegada al papel del quinto libro de Fernando G. Toledo traduce un recorrido personal y arduo sobre la poesía. Ser poeta a los veinte años es sencillo y hasta irresponsablemente adorable. Refrendarlo cerca de los cuarenta, in el mezzo del cammin dantesco, como advierte el español José Cereijo en la contratapa: «en que uno tiende naturalmente a preguntarse sobre la dirección y el significado de ese camino», es un acto combativo y a conciencia.

            Mortal en la noche resulta un poemario miscelánico «en apariencia». Vuelven  así los temas de la escritura y el oficio, además de la relación con los hijos, la vida cotidiana, el paso del tiempo, la música, el arte, el azar, entre otros. Sin embargo, la lectura —en cuanto a la disposición— va encadenando una secuencia como un ecualizador que modula diferentes momentos o series que no desentonan, sino que van creando atmósferas en contrapunto. Como si fueran los diferentes movimientos sinfónicos de una pieza clásica, pero feroz. Por lo tanto se imponen, al menos, dos lecturas: la «random», esa que el lector incauto hace saltando de poema en poema sin saber que late la otra, una lectura continua y nada amable, donde la noche es el escenario, el poema es un gesto material ante el universo y su única certeza, la finitud: «los impíos / Damos el paso como quien entra a patadas / Otra vez en la realidad, y apuramos / Una vuelta más de sangre / Rumbo al certero sepulcro que nos da la razón».

            Toledo, además del verso libre,  juega con varios metros como el ya visitado endecasílabo, además del heptasílabo y el octosílabo. Quiebra versos, encabalga «ideas-puente» con una puntuación tradicionalmente engañosa. El ritmo fluye en cuanto tesis propositiva, pero es un reflejo menor de la estructura modular del libro: no hay armonía, hay un desborde encauzado. Porque ya sabemos que: «Corre el zonda, se detiene, es viento, / Y el gusto que sorbe tu lengua / No es nuevo pero sí impreciso. // Ya nada se calla, todo es una estridencia…»

            Mortal en la noche, por tanto, es un recorrido de poemas reflexivos, ateos, existenciales y concientes de que su paso por el mundo tienen algo de absurdo, pero que se reivindican en la desmesura, en la «afrenta a los dioses». Solo así se liberan de lo impuesto. Como también atraviesan y unen los «módulos», textos acerca del oficio del poeta, esa escritura fatua como una enfermedad invasiva que nos toma y nos modifica para siempre a los simples —aunque cada vez más complejos— mortales.




* Esta reseña fue publicada con anterioridad en el N°3 de la revista Poslodocosmo.
           




Tres poemas de Mortal en la noche, de Fernando G. Toledo

           
La errata


En medio de la frase un latigazo artero,
Un tumor verbal que se desprende
Como una mancha viva e irradia su error
Por toda la página. Desde aquí,
Aprisionado por el libro que sostengo en las manos,
No hay remisión posible ni exégesis sanadora:
El párrafo es ilegible y parece blandir
Como una herida la cesura que lo deshereda
(Junto a todas las copias anómalas)
Del sentido original. El daño sigue flotando
Igual a una niebla frente al intento de avanzar
Como si nada pasase ¿Y si había justo allí
Una clave para toda la trama? ¿Y si brotan luego
Otra tecla mal oprimida, una nueva dislexia?

Sin culpables a la vista mi cerebro
Quiere defenderse de las dudas y cierro el volumen.

Bajo el haz de la lámpara todo parece ordenado.

Pero hay también una sombra
Y un poco más allá, ininteligible, el resto
De la entera noche que comienza.
           
*

Autodefinido


A mi lado resuelve un crucigrama
Mi hijo mayor en la siesta narcótica,
Con todo el territorio del lenguaje
Desplegado en rectángulos pequeños
Que se enredan como entre una maleza
Donde el silencio acecha y todo está,
Allí, a la espera de ser descifrado.
Yo lo observo en mí, como quien aguarda.
Quizá en un instante algo me pregunte,
Y entre los dos sorteemos la selva
De calladas bestias que, con sus dientes,
Buscan morder las palabras que un padre
Y su hijo deben ir encontrando
Para por fin mirarse, y entenderse.


Para Joaquín

*

Codo a codo


El médico es ecuánime: concede
La heroica salvación de su paciente
A la pericia de los cirujanos
Y a que la bala «sólo por milagro»
(Ya que no de otro modo ha de llamarse)
Arrancó apenas parte del cerebro,
Dejando en manos de la medicina
El tramo sangriento del salvataje.
Digamos que fue un trabajo en equipo:
Los doctores removieron pedazos,
Soldaron el cráneo, hicieron suturas,
Y Dios consintió un disparo preciso,
Suficiente para una hemiplejía,
Pero no para matar, por ahora,
Al hombre del que va a encargarse luego.
           

domingo, 26 de mayo de 2013

Llevar la poesía a los oídos de la gente



Llega a Mendoza el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra-Transpoesía 2013

Desde el martes próximo, Mendoza recibe al Festival Internacional de Poesía Abbapalabra-Transpoesía 2013, que trae a poetas de distintos países (y también locales) y que tiene por objetivo no atraer al público con los versos sino llevar el arte lírico a los oídos de la gente, ofreciendo charlas y recitales en lugares de marginalidad y en establecimientos educativos.

Abbapalabra surgió en San Luis de Potosí (México) como un festival, desde sus inicios, nada convencional. La idea era desacralizar la figura del poeta, pero además (como diría en un recordado verso nuestro Fernando Lorenzo) «a soplar al oído de los hombres / la tempestad y su cortejo de cristales partidos».

A la apuesta se sumaron otras iniciativas. Una de las primeras en hacerlo fue el Encuentro Internacional Arte-Comunidad (antes llamado Poesía-Comunidad), propiciado por la Asociación Cultural Tangente que motorizan diez jóvenes de la provincia de Heredia (Costa Rica).

Después de diversas ediciones de Abbapalabra, el festival excedió las fronteras aztecas para iniciar un «corredor cultural» por diversos países latinoamericanos, hasta que llegó el momento de visitar, en esta edición, nuestras tierras. En Argentina, sólo Mendoza y Buenos Aires serán sedes del festival, y nuestra provincia lo hará como parte del programa «Mendoza sin márgenes», del Ministerio de Desarrollo Social.

En este capítulo mendocino participan ocho poetas (ver nombres y cronograma aparte), de diversos estilos y con el mismo compromiso por hacer evidente que la poesía es un oficio más que un don.

Marta Miranda, poeta mendocina radicada desde hace tiempo en Buenos Aires, participó anteriormente en el festival en México, y cuando apenas acaba de terminar el Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires (donde ofició como uno de las coordinadores) es la encargada de coordinar el Abbapalabra mendocino.

Es ella la que nos explica la naturaleza, tan particular, de este encuentro poético, que excede lo literario.

–¿Qué es Abbapalabra-Transpoesía y en qué consiste el capítulo de Mendoza?

–Se trata de un verdadero «corredor cultural» que viene desde México, país donde se inició como el festival Abbapalabra. Básicamente es una actividad literaria que recorre varios países pero que tiene un contenido social.

–Es un festival, pero no un festival convencional. ¿Cuál es la búsqueda?

–La característica es que en general uno va a una conferencia o una lectura de poemas para encontrarse con el autor, y en cambio aquí es el escritor el que va a buscar a su público, sobre todo en las comunidades más apartadas. Es una actividad descentralizada que apunta a lugares marginales, a lugares donde habiten pueblos originarios o a sitios donde no se tiene, por diversas razones, contacto con las actividades culturales.

–Y también ayuda a ofrecer una imagen más realista del poeta...

–La idea macro es desacralizar la tarea del escritor y acercar a chicos y a adolescentes la idea de que es un oficio común y alcanzable. El escritor no es un dios, sino un tipo común.

–¿Por qué la poesía es la expresión adecuada para esta búsqueda, la de llevar arte a la gente?

–Creemos que todos alguna vez hemos escrito un poema. La actividad literaria, la escritura, es casi la primera forma de expresión. Es intimista. Por eso estamos confiados en que todos hemos escrito, y por eso es un paso inmediato. El canto requiere cierta habilidad especial, más que la escritura. Y cuando vamos a estos lugares siempre nos encontramos con chicos o adultos con intereses literarios. De por sí es lindo escuchar poesía, pero siempre hay algunos que han incursionado en este género.

–¿Cómo se eligen los lugares o comunidades a visitar con las lecturas de poemas?

–En México, donde nace el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra, ellos trabajan con un concepto similar. Y son ellos los que proponen el concepto, que nosotros aplicamos en esta ocasión. En Costa Rica se trabajó con niños muy chiquitos, cosa que en México no sucede. En Mendoza vamos a ir no sólo a escuelas o jardines maternales, sino por ejemplo vamos a ir al ex COSE, un centro de contención juvenil, o escuelas que han surgido en lugares impensables, como El Pozo de Godoy Cruz. En Buenos Aires, además, vamos a trabajar con organizaciones sociales que nuclean escuelas y las llevan a su ámbito.

***

El cronograma

►Martes 28/05:  De 14 a 16 y de 17 a 19: lecturas en Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil.

►Miércoles 29: En Bº La Favorita (horarios a confirmar)

►Jueves 30: De 10 a 12 y de 18 a 20: los poetas leerán sus textos y dialogarán con la gente en El Pozo de Godoy Cruz (CENS 3-474).

►Viernes 31: De 11 a 13 y de 16 a 18: actividades diversas en la escuela de Asunción (Lavalle).

***

Pequeña antología de los participantes




Juan Carlos Quiroz
México. 
Publicó: Crónica de navegación (los demonios) y No había mar, entre otros.

El poeta de la casa


Escribo versos porque en mi casa no me dejan hablar.
Por ejemplo, cuando hablo de la rosa, del fuego,
o del profundo giro del vuelo de un pájaro,
mi sobrina Ana, que tiene el pelo largo y negro y los ojos hermosos,
me dice: «¡Tío, ya cállese!»

Después, cuando describo la misteriosa profecía de las aguas del mar,
mi madre me dice: «¡sh sh sh sh sh…! Por favor,
mejor deja que hable tu hermano».

O cuando menciono la intensa melodía que brilla en la cima del universo,
mi hermano Martín, que le tiene un enorme pavor a los ratones,
dice: “¡Ah, ya va a empezar éste con sus tonterías!”
Es por eso que escribo versos, porque en mi casa no me dejan hablar.
Y aunque los publique,
casi nadie los lee.



Álvaro Mata Guillé
Costa Rica. 
Algunos libros: Debajo del viento y La nada disgrega la nada.

5.


En  nuestros días,
(días alejados del estupor de los campos
del hedor calcinado de hueso en los hornos de hueso
del ahogo y el miedo de gas y dientes de polvo en el lodo,
en las grietas del ahogo
las arrugas;

de ojos y el terror de los ojos en los dientes
en la hendedura negra del ojo
en los dientes;

de rezos aplastados en las vigas,
en las manchas del cuerpo y el cuerpo que mancha el color destiñendo el sopor en los ladrillos
los trazos
los vagones
el rostro aplastado en las columnas;

de sal negra en la nieve negra del fango
del sopor en la ausencia
en los huecos que perforan la carne de hueso en las piedras,
del susurro en los huecos de las urnas,
en las cámaras,
en el silencio que vulnera el sopor muerto del silencio asimilando el tiempo, violando el mutismo sosegado en la costumbre,
en el tiempo,
en el túmulo,
los tablones

los insectos…)

el otro
-el yo el vos el tú,
lluvia que encubre la niebla y ahueca el viento-
desaparece como un espejismo en la avidez del prisma,
como una fosa perdida en la oscuridad del brillo,
como un espectro que persigue el moho en el fulgor del moho,
reflejo de una alucinación sin pétalos,
ni fulgor;

pero,
qué quieren decir estas frases:
que se han ido los pájaros
y la mirada se ausenta en la ceniza,
en la bruma en la tiniebla,

en el llanto al lado del riachuelo próximo al cerco, que atrapa el susurro que baja de las ramas en las nubes en el viento,
poseído por un brillor de abolorio muerto:

que nos hemos convertido en esplendor gris de lo que ocurre, hacinados en la oscuridad de un espectáculo que acumula rostros como celdas de una colmena pudriendo lo luminoso,
escondidos en el espejismo,
en la soledad de la ausencia
en el miedo
en el viento;

que se ha ido el deseo
y el umbrío cubre la sonrisa en la sombra y macha las arrugas de pus en los ojos, en los dedos en la pus,
en el espejo,
en el rostro de la laguna muerta:

la lluvia oscurece la poza estancada en la imagen de piedra,
las piedras del riachuelo
los pétalos de piedra
los tablones
los dedos yertos desfigurados en el piso,  

los insectos...




Julio Ceballos Vega 
México. 
Ha publicado Ventanas de un día en blanco. También es artista visual.


Confesión

El mármol que te cubre no es el de Rodin
sólo la piedra soporta el peso que escurre

¿Porqué al mirar la foto
permanezco en sepia?

¿Qué ocurrió
quién impuso la ruptura?

Bien decías que morir ocurre siempre
vivir sucede a veces
y eso quién sabe.



Fernando G. Toledo
Mendoza. 
Publicó, entre otros títulos: Secuencia del caos, Viajero inmóvil y Mortal en la noche.

Caza mayor y menor

Como un desconocido estás, de nuevo,
Saliendo del lugar de la reunión,
Huyendo de un bullicio que te infecta,
Que corre por los techos y paredes
Como si fueras la presa a atrapar
Por el sonido infalible del mundo.
Quedan en paz las voces, a lo lejos.
Pero solo aquí, en un cuarto vacío,
Persiste igual la tenaz cacería,
Que toma la forma reconocible
De algún recuerdo que no deseabas,
O tan sólo de tu voz interior
Que es también una peste
Y que ahora te alcanza.




Bettina Ballarini
Mendoza. 
Publicó Sin fundación mítica, La cantina del alba y Bananaspleen.

II

Me arrastra una voz desconocida
pero extrañamente familiar
como un fantasma
entre la música y el humo
de esta cantina..
Ahora macera la lluvia fría
en sus manos que no conozco
y la rocía
innumerable y tibia
convidándome
a húmedas noches de amor.

¿Acaso tendrá clemencia
con mis rosales desnudos?



Mario López Alonso 
México. 
Publicó Murmullos.

Insomnio

La noche plena
en el tumulto de la luna
Flotando en mi sudor
escucho
como nunca
el llanto líquido
de algún desconocido
en la arena
de alguna
parte

Al borde del insomnio
todos los sueños se empantanan
en el dolido refugio de la esperanza
tocándonos los huesos
millas adentro
en nuestra carne
¿Despertaremos?


Marta Miranda 
Mendoza-CABA. Publicó El oleaje, La misma piedra y Nadadora, entre otros.


Subte


Una bruma que
no es marina
las envuelve
estaciones, islas de luz
emergiendo
en la oscuridad líquida
Pasamos
no hay sorpresa
imposible
desviarse
Una tras otra
y esos rostros
en la isla
ahí
los nuestros, más dinámicos
todos
pasajeros



Ricardo Rojas Ayrala 
Buenos Aires. 
Publicó Sin conchabo corazón, La lengua de Calibán y Caligramas.

Marea

Ni toda la marea oscilante
del azul mediterráneo apagará
lo que has hecho con ese primoroso templo
de Artemisa, en Éfeso.
Aún si algunos vanidosos,
en Oriente,
quieran ya mismo imitarte:
¡Triste Eróstrato,
abandona esos fuegos fatuos
de la historia!

sábado, 11 de mayo de 2013

La historia del poema «Río» de Marcelo Leites

Marcelo Leites junto al Juanele (de algún modo)



Por Marcelo Leites 

(Especial para El desaguadero


La poesía es para mí entre otras muchas cosas, un estado de contemplación, un estado donde la interioridad y la exterioridad se funden armoniosamente. Por supuesto que este estado –como la paz, como la felicidad— no es permanente. Elegí el poema Río que abre mi libro Resonancia de las cosas. El título del libro remite a todas aquellas cosas, personas, lugares que fueron significativas para mí en algún momento. Y cómo esas cosas aparecían como un eco lejano, produciendo una resonancia que originó la escritura. Pero el libro ya fue reseñado por Carlos Battilana (en Diario de Poesía), Santiago Espel y Jorge Aulicino (en la presentación del libro). Así que me voy a centrar en el poema. 

El río Uruguay bordea la ciudad de Concordia, donde vivo. En la costa he permanecido mirando el agua correr, a veces calma, a veces agitada. Pero siempre o casi siempre mi mirada se perdía en algo que estaba más allá del alcance de la mirada en el punto de confluencia entre el horizonte y el río. Podía pasarme horas enteras sólo en esta actitud contemplativa. A veces, aparecía algún pájaro, pero nada alteraba el silencio del lugar, sólo acompasado por el suave murmullo del agua. También los pescadores formaban parte del ritual. Ellos también aparecían sumidos en algo que estaba más allá de su espinel. Y también eran capaces de esperar durante horas y horas que «picaran» los peces. Uno de esos días fue que se me ocurrió que la actitud del pescador y la del poeta tenían algunos puntos en común. Y de a poco se me fue ocurriendo el poema, que escribí en varios días de trabajo.

Inmediatamente después de escribir el poema, me di cuenta de que había una «resonancia» de Juan L. Ortiz, sobre todo de ese poema tan conocido Fui al río, donde el poeta se siente atravesado por el río y su percepción cambia después de haberlo «visto» en profundidad. Pero también había un eco de otro poema, que transcribo más abajo: El agua, uno de los poemas cortos más memorables de Ortiz. Seguramente escribí mi poema con el recuerdo inconsciente de esos dos poemas. En el caso de El agua, los elementos comunes son el pescador y esa mirada extasiada sobre el río. Salvo que en el poema de Juanele el protagonista es el pescador, en cambio en mi poema es el yo lírico el que se confunde con el pescador.



RÍO

Leve viento sopla en la superficie
ámbar de una última paleta de luz.
Trae olor de espinillos florecidos
del monte cerca de la orilla.
En su canoa un pescador tironea
lentamente el largo espinel:
llega casi a costa uruguaya.

Con ojos virados como mosca
recorre los saltos de agua y el vuelo
rasante de gaviotas hambrientas.
Las horas parecen no transcurrir.

El curso del río cambia.
El viento sopla fuerte.
Viene tormenta parece.

El bote sigue anclado y estable,
no conviene remar contra corriente.
Mejor me hago el distraído.
No presto atención al cimbronazo
de la correntada contra el bote.
Entreveo las colinas lejanas
y los sauces en las barrancas,
con el corazón al aire.
El aguardiente quema la garganta
y reconforta.
Ya no espero el pique
los peces, la pesca.
Espero que el clima
se ponga de mi lado.
El viento amainará
y el río volverá a su cauce.
Sólo hay que dejarse llevar
por el flujo de las cosas.
Y esperar pacientemente.

Ya no quedan pájaros y la noche
que se avecina es una metáfora
de la soledad más absoluta.
Las señales son múltiples
y el aparejo vacío abre
todavía más sus sentidos.
Los truenos se van apagando.
Las nubes se disuelven.
La atmósfera está en calma.
El río es un largo espejo plateado.

Te quedás inmóvil
con la mirada perdida sobre las lomas
más allá de la línea del horizonte,
donde el agua se junta con la luna
durante un tiempo inconmensurable.

Después volvemos a la costa.
Podemos regresar a casa.


Marcelo Leites, de Resonancia de las cosas, Ediciones en Danza, 2009.

*

EL AGUA

Veis la de pies ligeros, mis amigos?
Quién vio una gracia, así,
con esas manos de luz
en pétalos
para los ojos
y más pétalos
para una melancolía
de orilla?

Quién vio, decid, quién vio?

Oh, no es la danza, sólo ella.
Es una alegría de cabellos, más allá de ella misma,
en un ir de destino
hacia el escalofrío del principio…
La alegría, mis amigos, la alegría destrenzada
Para un amor que se va, ay,
en las velas del día…
O la alegría pura
que muestra hasta las alas de la luz
sin requerir mostrarse ella,
en una idea ya de la alegría…

Y no es con ella nada, nada,
el pescador
que sale de la noche
con su palidez
más íntima,
en los iris más fugados,
para el gusto de arriba,
y continúa en el vacío,
sólo asido,
cuando se queda totalmente sin hora,
a la liana del vino…

Nada?
Y ese cielo ahora a sus pies,
desde sus pies hasta las islas,
en una brisa de países
de un más allá hundidos?
Nada?
No es también él
una sombra
muelle
y fluida
en la destilación imposible
de los follajes
y de las colinas
y de las nubes
y de las líneas de los vuelos,
de ese abismo a sus pies?

No se pierde asimismo, él, sin saberlo,
sauce sin saberlo
o cinta de paso sin saberlo,
en un infinito que mira y mira
del otro lado de la vida
en una ausencia
celeste?


Juan L. Ortiz

martes, 30 de abril de 2013

Toledo: invitado al Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, y con nuevo libro

 
Fernando G. Toledo (foto de Camila Toledo).

El poeta, periodista y editor mendocino Fernando G. Toledo (Mendoza, 1974) ha sido invitado a participar del VIII Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, que se desarrollará entre el 3 y el 8 de mayo. Esta edición del encuentro ha convocado a 29 autores de distintos países e incluye una nutrida agenda de lecturas dentro de la 39ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y fuera de la misma.
El Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires es, junto con el análogo de Rosario, el más importante del país, y sigue la estela de otros relevantes festivales poéticos de otras latitudes, sobre todo de habla hispana, y muy especialmente el de Medellín (Colombia). Está dirigido por la poeta Graciela Aráoz y cuenta entre sus asesores con la mendocina residente en Buenos Aires Marta Miranda.
En esta edición, el listado de escritores invitados incluye, entre otros, a nombres como Cees Nooteboom (Holanda), Nora Gomringer (Suiza), Raymond Bozier (Francia), Haydar Ergülen (Turquía), Pooja Garg Sinsh (India), Jean-Paul Daoust (Canadá), Mohamed Zakaria (Palestina), Pia Tafdrup (Dinamarca), Miguel Barnet (Cuba), María Ángeles Pérez López (España) y los argentinos Mirta Rosenberg, Mercedes Roffé, Leandro Calle, María Teresa Andruetto, Maritza Kusanovic y el propio Toledo.

El afiche del festival.


El poeta (autor de cinco libros de poesía y también creador del sello Libros de Piedra Infinita y de la revista El Desaguadero), es el único representante mendocino en este encuentro, del que en ediciones anteriores han participado también los locales Patricia Rodón y Juan López.
Fernando G. Toledo también tendrá la oportunidad de presentar su reciente libro de poemas, Mortal en la noche (Alción Editora, 2013) en el stand de Mendoza en la Feria Internacional del Libro. Será el viernes 3 de mayo a las 20, y las palabras de presentación estarán a cargo del prestigioso poeta porteño Luis Benítez.


Dos poemas de 
Mortal en la noche
de Fernando G. Toledo


Gesto en el universo

La abundancia sideral del mundo allá afuera
No parece bastarme por sí misma: busco
Entre toda esa madeja algo que volcar
En un poema. Pero un perro se hace oír a lo lejos
Resolviendo antes que yo sus asuntos,
Y pienso en esto que ahora
Voy a poner por escrito:
Un ladrido como un acto reflejo
Contra algo que se mueve en la noche.


Codo a codo

El médico es ecuánime: concede
La heroica salvación de su paciente
A la pericia de los cirujanos
Y a que la bala «sólo por milagro»
(Ya que no de otro modo ha de llamarse)
Arrancó apenas parte del cerebro,
Dejando en manos de la medicina
El tramo sangriento del salvataje.

Digamos que fue un trabajo en equipo.
Los doctores removieron pedazos,
Soldaron el cráneo, hicieron suturas,
Y Dios consintió un disparo preciso,
Suficiente para una hemiplejía,
Pero no para matar, por ahora,
Al hombre del que va a encargarse luego.

domingo, 21 de abril de 2013

La historia de un poema de Fabián O. Iriarte


por Fabián O. Iriarte
(especial para El Desaguadero)


«Leyendo entre líneas» es el poema de apertura de mi libro La Caja P (Buenos Aires: Ediciones del Dock, 2012).

Pienso en la estructura de mi libro a la vez como una caja y como una narración. Como caja, el lector va abriéndola y descubriendo cada poema, de a poco. Como narración, el libro sigue (de manera imperfecta, a propósito) el hilo de la historia de Pandora y la caja que le dieron los dioses. Ella no soportó el misterio, abrió la caja y dejó salir, para su sorpresa, todos los males y las enfermedades que antes los mortales no conocían, causando devastación en el mundo. Sin embargo, en el fondo de la caja latía, pequeña, el ave verde de la esperanza, que también salió volando.

El epígrafe del poema es una cita de un artículo de Diane Rayor («Translator / Reader»), que fue publicado en Translation Review 23 (1987): «Este material requiere la lectura de los puntos, los paréntesis, las letras de incierta lectura, los espacios en blanco, las correcciones.» Rayor se refiere a las dificultades inherentes a la edición de algunos textos antiguos, de la antigüedad clásica, debido al estado de los manuscritos. Sin embargo, las dificultades son inherentes a todo texto, por completo que esté. Toda lectura es incierta. Nuestra interpretación nunca coincide un 100% con lo que idealmente propone el texto, y quizás no sea siquiera deseable que coincida. Quizás en el porcentaje de lo no-entendido resida la supervivencia del poema, su fascinación, la persistencia de su magia.

Este ensayo era parte de un seminario sobre la traducción que dicté en la Universidad CAECE, como parte de la carrera de Traductorado Público, en el segundo cuatrimestre de 2010. Un día, mientras estaba leyendo y analizando las ideas de Rayor con mis alumnas, se me ocurrió que esta afirmación era precisamente lo que me faltaba para completar (irónicamente, ya que se trata de un poema sobre lo incompleto, lo no dicho) el poema que había empezado hacía bastante tiempo atrás.

En la segunda estrofa, «espíritu suave» alude tanto al soplo de la respiración, al espíritu santo que infunde aliento de vida, como al signo que solía ponerse en algunas palabras griegas sobre las vocales iniciales aspiradas.

La cita entre comillas es un fragmento del poema de Safo acerca de los efectos del amor en una persona. La poeta los enumera como si se tratara de los síntomas de una enfermedad, de una condición patética, que hay que «interpretar» como lo haría un médico. También en medicina, como la práctica diaria lo demuestra, la «lectura» sintomática tiene varias interpretaciones.

La cuarta estrofa cita en los paréntesis unos versos del poema de Ezra Pound, «Papyrus»: «Spring… / Too long… / Gongula…» Dos o tres veces he usado ese poema en mi clase inicial de Literatura Comparada. Al principio, mis alumnos me miran como si estuviera demente, como diciendo: «¡Pero eso no es un poema!» Los invito a considerar cada «verso» por separado, a rellenar los espacios en blanco con lo que cada palabra sugiere. «Primavera»: amor, vida que vuelve a surgir, florecimiento. «Demasiado tiempo»: separación, nueva reunión, la última vez. «Gongula»: perplejidad; no están seguros. ¿Un lugar, el nombre de una mujer amada, una joven?

Mis alumnos terminan comprendiendo, asombrados, que han leído lo que al principio no creían que fuera un poema. Que las asociaciones que han hecho les permiten armar el rompecabezas del poema, a pesar de (como dice Rayor) «las letras de incierta lectura» y los «espacios en blanco» del texto. Que cada uno va a crearse un poema diferente, y que sus lecturas son igualmente válidas, siempre y cuando se apoyen en las palabras del poema, que son las únicas claves que poseemos. Ese es el momento de la revelación, de la epifanía de los propios mecanismos que ponemos en marcha para andar en la realidad. Es el momento que yo espero cada vez.

Este primer poema es, entonces, una invitación a imitar a Pandora, a abrir la caja P (de poemas llenos de dolores y de alegrías) y tratar de comprender, aun cuando «falten» algunas cosas, haya espacios vacíos, se detecten errores de interpretación. Siempre hay claves para entender la realidad y las personas, que nos sirven (aunque más no sea provisoriamente) de guía en el laberinto del mundo.


 








Leyendo entre líneas


This material requires reading dots,
brackets, uncertain letters, gaps, and emendations.

—Diane Rayor



Como un poema lírico griego arcaico,
hay personas fragmentarias.

Se las lee entre líneas, despacio, con cuidado
de no pasar por alto
un espíritu suave que sople al principio.

“Me parece igual a los dioses
aquel que se ha sentado frente a ti”.

Una coma inexistente, una modulación
temporal (primavera tan lejos)
(hace tanto tiempo)…

La persona está fragmentada, hecha astillas
o hecha estrellas, como la noche,
como un espejo roto. Y quién es el experto
que pueda leer el texto.

Quién puede leerte.

martes, 16 de abril de 2013

Entrevista a Pedro Luis Barcia

Jardinero del lenguaje

Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.



En tiempos de depredación verbal, de catástrofe léxica, de caos idiomático, los guardianes del lenguaje parecen personajes descastados. Son vistos como aureolados por la petulancia, y sin embargo, parece, buscan todo lo contrario: buscan cuidar la lengua como una planta débil, pero también preservar sus mejores brotes.
Algo de esa tarea, la de un jardinero del idioma, es la que lleva a cabo Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras y miembro de la Real Academia Española. El académico, nacido en Entre Ríos en 1939, pasó por Mendoza durante la última feria del libro provincial para dar dos charlas que tuvieron a la poesía como eje. La primera, trató de las miradas que sobre el Martín Fierro propusieron Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges. La segunda, presentada por la SADE local, trató sobre «El valor de la lectura».
Antes de su visita, Barcia se prestó a un diálogo que recorrió no sólo los temas de sus conferencias, sino cuestiones como la evolución del lenguaje español, la deficiente cultura lectora de los argentinos y hasta cierta chusmería literaria surgida recientemente.

–Comencemos por la primera de las charlas que ofreció en Mendoza. ¿Cuál es la imagen que ofrecen, por un lado Lugones y por otro Borges, de la obra de Hernández, y qué aspectos revelan de la misma con sus propios textos?
El Payador, de Lugones.
–Lugones, con El Payador (1916), editado con motivo del centenario de nuestra independencia, propone la promoción del libro de Hernández a nivel de poema épico nacional, y a sus dos partes las avecina a Ilíada y Odisea. Es un esfuerzo por prestigiarlo y, al tiempo, darnos un fundamento cultural nacional en un libro paradigmático. El intento del cordobés es excesivo, aunque noble. Borges, en cambio, dice que si hubiéramos elegido Facundo como texto canónico, otro sería nuestro destino. Para Borges, Fierro es una individualidad, un gaucho malo, que no encarna dimensiones nacionales. No ve la obra como un poema épico sino como una novela en verso. Borges desajusta su visión del personaje a partir de prejuicios que dejan de lado la letra del texto. Pero ve con claridad la distinción entre poesía gauchesca y poesía folclórica, que otros no vieron.

–La otra charla habló sobre «El valor de la lectura». ¿Está, como parece, olvidado ese valor en la actualidad?
–El eje de mi charla es el conjunto de aptitudes, destrezas y valores que comporta el hecho de leer. Existen formas del analfabetismo curiosas como: las de leer sólo textos que consuenen con nuestra ideología, pues mata la motivación de la tolerancia y el diálogo, que es base de la democracia, y leer es dialogar; la de leer sólo un género de literatura, lo que lo priva a usted del resto de manifestaciones que hacen a la riqueza de la cultura humana; el leer sólo los contemporáneos, le borra el sentido de continuidad de lo humano y del legado y herencia. En fin, son formas de estrechamiento espiritual en lugar de liberación (liber, libro y libre) y amplitud. Cuando presenté los tres tomos de las Obras completas de Borges, anotadas por Costa Picazo, dije que debían llevar una faja que dijera: «Evite el Alzhéimer: lea a Borges». Sus paradojas, ironías, falacias, ambigüedades, plurisentidos, silencios, estimulan la actividad del cerebro y lo mantienen en vilo y dinámico. Ese es otro valor de la lectura. Las estadísticas señalan que en nuestro país se lee medio libro por habitante y por año… es penoso.

–¿Cree que la escuela argentina, en sus diversos niveles, estimula debidamente la lectura en los niños?
–Las estadísticas de nuestro Ministerio de Educación han señalado que algo más de la mitad de los egresados del secundario no tienen lectura comprensiva, hecho gravísimo para la inserción social y la vida democrática: un pibe pierde un empleo porque no entiende las consignas para llenar la solicitud, y no digamos si debe presentar una nota solicitándolo. La escuela ha dejado de lado varias cosas, tal vez porque debió atender a otras que no le eran propias, debido a las necesidades sociales.

–¿Qué cosas específicas ha dejado de lado la escuela?
–Hay varias realidades: a) no se organizan programas de lecturas graduadas y en totalidad, a lo largo de primaria y secundaria: el caudal de lecturas ha descendido en los últimos diez años en un 70%; b) no se desarrolla la oralidad de los chicos, que ocupa el 85% de la realidad comunicativa cotidiana, el resto es gesticular y escribir; c) se ha reducido, por disminución de lecturas y exigencias, el caudal léxico del muchacho. Hace una década, manejaba unas 2.000 voces en la práctica oral, hoy está en los 700 vocablos. El empobrecimiento verbal afecta al pensamiento: el pensar se estrecha con la reducción de palabras que se manejan. Si el joven no puede expresar («soltar lo preso») por la palabra, lo hace por el sopapo, la piedra o la violencia varia. Esa pobreza lingüística lo hace un ciudadano de segunda, un disminuido para la defensa de sus derechos.

–La Real Academia Española publicó a fines de 2010 una nueva Ortografía, que incluyó cambios no exentos de polémica. Si bien los cambios, en este sentido, suelen tener resistencias, hubo algún caso criticado muy seriamente y que, de hecho, ni siquiera la RAE se atrevió a considerar como obligatorio (lo dejó en la categoría de las sugerencias): es el de la supresión de la tilde en el adverbio «sólo». Ciertamente, los casos de ambigüedad parecen multiplicarse con su eliminación, muy especialmente en la poesía. ¿Qué nos puede comentar al respecto?
–A esta obra de la Asociación de Academias le faltó tiempo de discusión y elaboración. Para a la Gramática  le destinamos 15 sesiones; al DPD, 10 reuniones, y a la Ortografía: dos. Cuando presenté en la AAL la Ortografía, comencé con una frase definitoria: «La opcionalidad es el cáncer de la ortografía». Antes de que se editara nos hicimos oír por los medios, con nuestras disidencias. Es el código del idioma que debe ser más firme y general, con la menor cantidad de excepciones posibles. No es así, lamentablemente: hay tantas opcionalidades que no tiene fuerza de ley, lo que despista y apampa al usuario. Una vez que aprendimos a decir «licua» y no «licúa», nos dan la opción. Es el código más descalificador socialmente hablando. La gente no advierte las faltas sintácticas, pero la mala ortografía lo pone a uno en el banquillo. Los casos de confusión para el «solo» intildado (que no es lo mismo que inacentuado) son escasísimos y casi siempre la ambigüedad se disuelve por el contexto. La próxima edición debería ser muy castigada en pro de la unidad. Cabe decir, también, que ha habido muchas reacciones adversas a las propuestas porque no se conocen los fundamentos, que el texto académico da.

Borges y Bioy.
–Recientemente asistimos a una polémica sobre ciertos dichos de la señora María Kodama sobre Borges y Bioy Casares. ¿Qué opinión le merecen? ¿Cuán importante, según su opinión, fue la amistad literaria y personal entre estos dos autores para las letras argentinas?
–La amistad literaria entre ambos fue asimétrica, pues quien aprendió de su amigo mucho del arte de escribir, fue Bioy. No son comparables ni en la calidad (el talento creativo de Borges y su dominio de la lengua es impar), ni en la coherencia (en cuanto a mantener un alto nivel creativo a lo largo de su obra, Bioy es desparejo); ni en la influencia en la literatura nacional y mundial: Borges es el mayor de los nuestros en este ámbito. Lo segundo, creo que la publicación del Borges, póstumo, de Bioy no fue feliz. Lo que alimenta es la chismografía literaria. María Kodama es centro de vapuleo porque boga o porque no boga. Pero lo esencial es que a todos nos gustaría tener los derechos de «Georgie», y cuando ella marca territorio, genera molestias. Si hay abusos, lo dirimirá la justicia. En esta polémica ambas partes se han ido de boca. Pero estas disputas son ajenas a la axiología literaria.

El habla de los argentinos
–La Academia Argentina de Letras investiga, entre tantas otras cuestiones, acerca del habla de los argentinos. ¿Qué particularidades puede compartir con nosotros sobre algunos «argentinismos» que la Academia haya aprobado recientemente?
–Le paso algunos de los que acabamos de aprobar, y aún tienen calorcito de horno: abrochar (embromar, perjudicar), bacha (de baño), sacabollos (chapista especializado), bolonqui (quilombo), boludez (hecho torpe, tontería; cosa fácil de hacer; cosa ni importancia, nimiedad: como se ve nuestra «boludez» es rica semánticamente); combi, conchero (el de las bailarinas), estrolar (chocar o golpear contra algo), fragote (rebelión militar, de Fraga: y situación complicada, armada intencionalmente), legislatura (en tres sentidos que no usa España), peludo (difícil, complicado), tunear: modificar el aspecto del auto según el gusto personal del dueño: producirse mucho una persona), yeite (habilidad o pericia especial, viene del latín y de allí al portugués y a nuestra lengua). Si esto no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?

–Un aspecto que siempre resulta llamativo a la hora de analizar la lengua española es el caso de los insultos. ¿Son de insultar los miembros de la Academia? ¿Se cuida la corrección también en las puteadas, o es, digamos, un terreno liberado para la experimentación idiomática?
–Hasta ahora no he oído en las sesiones esa presencia. Quiero señalarle que yo no me rasgo las vestiduras frente a esa materia: la estudiamos, la definimos, la codificamos. Le damos trato profesional. Suelo ser quien propone estos elementos en la Comisión del Habla de los Argentinos: los diez sinónimos de «pene» o las treinta expresiones para el verbo «copular», en mi Diccionario fraseológico. Pero, como el que estudia un virus, no lo anda uno desparramando en la plaza: es en la plaza donde se cultiva y recoge, y en la AAL se lo estudia. La puteada es munición de alto calibre que hay que preservar para las ocasiones oportunas donde ella resulta funcional y no cabe otra cosa que darle salida a esta explosión categórica del idioma. La radio argentina, sobre todo la vespertina, avanzó últimamente con retahílas de puteadas y groserías en cadena. Eso perjudica a la funcionalidad del insulto y de la palabra gruesa, porque la reiteración los hace banales, insignificantes, vacíos de carga semántica contundente. Nuestro país es el único en Hispanoamérica que ha generado dos diccionarios de insultos: Puto el que lee, de Editorial Barcelona, que es de una notable exactitud asistida por el humor, y Diccionario de injurias, Editorial Losada. Esa presencia revela la asiduidad de uso. Así como en nuestro Léxico del dinero, registramos doce acepciones del verbo «coimear» (aceitar, embadurnar, facilitar, etc) lo que revela que está institucionalizada la actividad.

Clásicos y contemporáneos
Rubén Darío.
–Usted es un especialista en Rubén Darío. ¿Vislumbra entre nuestros poetas a un autor contemporáneo que esté a la altura literaria del guatemalteco? ¿Le interesa la poesía o los poetas argentinos contemporáneos?
–No veo a nadie en el horizonte que pueda cumplir en nuestros días la doble función de Darío: la renovación total de la lengua literaria y, con ella, las formas de la prosa (cuento, crónica, novela, periodismo, etc), más pesantes , y las del verso en el Modernismo. En su momento, Huidobro «mató la lengua materna», como él decía, y dio un vuelco notable con su creacionismo; luego, Neruda, con su poderosa creatividad; en nuestros días, Juan Gelman, y su poder sincrético del verbo, pero ellos han sido los revolucionarios en el verso. Darío fue «el último libertador de América», como lo llamó Lugones, en prosa y verso. Y por ello, le valió la imagen de Max Henríquez Ureña: él generó la inversión del camino del oro: la vuelta de los galeones. Por otra parte, la  nueva narrativa hispanoamericana, cumplió la liberación en la prosa y el retorno de estos otros los galeones. Fui, desde muchacho, un devorador de poesía, y gracias a mi buena memoria, generé una rica antología portátil, de la que conservo dos terceras partes. Hasta que el señor alemán haga estragos en mí.  Hoy, releo  a mis preferidos (Marechal, Borges, Machado). Pero leo poco a los nuevos poetas, y lo siento. Pero tengo una sola vida y dos academias ad honorem, es decir, de concepción argentina: la cultura es impagable.