martes, 30 de abril de 2013

Toledo: invitado al Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, y con nuevo libro

 
Fernando G. Toledo (foto de Camila Toledo).

El poeta, periodista y editor mendocino Fernando G. Toledo (Mendoza, 1974) ha sido invitado a participar del VIII Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, que se desarrollará entre el 3 y el 8 de mayo. Esta edición del encuentro ha convocado a 29 autores de distintos países e incluye una nutrida agenda de lecturas dentro de la 39ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y fuera de la misma.
El Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires es, junto con el análogo de Rosario, el más importante del país, y sigue la estela de otros relevantes festivales poéticos de otras latitudes, sobre todo de habla hispana, y muy especialmente el de Medellín (Colombia). Está dirigido por la poeta Graciela Aráoz y cuenta entre sus asesores con la mendocina residente en Buenos Aires Marta Miranda.
En esta edición, el listado de escritores invitados incluye, entre otros, a nombres como Cees Nooteboom (Holanda), Nora Gomringer (Suiza), Raymond Bozier (Francia), Haydar Ergülen (Turquía), Pooja Garg Sinsh (India), Jean-Paul Daoust (Canadá), Mohamed Zakaria (Palestina), Pia Tafdrup (Dinamarca), Miguel Barnet (Cuba), María Ángeles Pérez López (España) y los argentinos Mirta Rosenberg, Mercedes Roffé, Leandro Calle, María Teresa Andruetto, Maritza Kusanovic y el propio Toledo.

El afiche del festival.


El poeta (autor de cinco libros de poesía y también creador del sello Libros de Piedra Infinita y de la revista El Desaguadero), es el único representante mendocino en este encuentro, del que en ediciones anteriores han participado también los locales Patricia Rodón y Juan López.
Fernando G. Toledo también tendrá la oportunidad de presentar su reciente libro de poemas, Mortal en la noche (Alción Editora, 2013) en el stand de Mendoza en la Feria Internacional del Libro. Será el viernes 3 de mayo a las 20, y las palabras de presentación estarán a cargo del prestigioso poeta porteño Luis Benítez.


Dos poemas de 
Mortal en la noche
de Fernando G. Toledo


Gesto en el universo

La abundancia sideral del mundo allá afuera
No parece bastarme por sí misma: busco
Entre toda esa madeja algo que volcar
En un poema. Pero un perro se hace oír a lo lejos
Resolviendo antes que yo sus asuntos,
Y pienso en esto que ahora
Voy a poner por escrito:
Un ladrido como un acto reflejo
Contra algo que se mueve en la noche.


Codo a codo

El médico es ecuánime: concede
La heroica salvación de su paciente
A la pericia de los cirujanos
Y a que la bala «sólo por milagro»
(Ya que no de otro modo ha de llamarse)
Arrancó apenas parte del cerebro,
Dejando en manos de la medicina
El tramo sangriento del salvataje.

Digamos que fue un trabajo en equipo.
Los doctores removieron pedazos,
Soldaron el cráneo, hicieron suturas,
Y Dios consintió un disparo preciso,
Suficiente para una hemiplejía,
Pero no para matar, por ahora,
Al hombre del que va a encargarse luego.

domingo, 21 de abril de 2013

La historia de un poema de Fabián O. Iriarte


por Fabián O. Iriarte
(especial para El Desaguadero)


«Leyendo entre líneas» es el poema de apertura de mi libro La Caja P (Buenos Aires: Ediciones del Dock, 2012).

Pienso en la estructura de mi libro a la vez como una caja y como una narración. Como caja, el lector va abriéndola y descubriendo cada poema, de a poco. Como narración, el libro sigue (de manera imperfecta, a propósito) el hilo de la historia de Pandora y la caja que le dieron los dioses. Ella no soportó el misterio, abrió la caja y dejó salir, para su sorpresa, todos los males y las enfermedades que antes los mortales no conocían, causando devastación en el mundo. Sin embargo, en el fondo de la caja latía, pequeña, el ave verde de la esperanza, que también salió volando.

El epígrafe del poema es una cita de un artículo de Diane Rayor («Translator / Reader»), que fue publicado en Translation Review 23 (1987): «Este material requiere la lectura de los puntos, los paréntesis, las letras de incierta lectura, los espacios en blanco, las correcciones.» Rayor se refiere a las dificultades inherentes a la edición de algunos textos antiguos, de la antigüedad clásica, debido al estado de los manuscritos. Sin embargo, las dificultades son inherentes a todo texto, por completo que esté. Toda lectura es incierta. Nuestra interpretación nunca coincide un 100% con lo que idealmente propone el texto, y quizás no sea siquiera deseable que coincida. Quizás en el porcentaje de lo no-entendido resida la supervivencia del poema, su fascinación, la persistencia de su magia.

Este ensayo era parte de un seminario sobre la traducción que dicté en la Universidad CAECE, como parte de la carrera de Traductorado Público, en el segundo cuatrimestre de 2010. Un día, mientras estaba leyendo y analizando las ideas de Rayor con mis alumnas, se me ocurrió que esta afirmación era precisamente lo que me faltaba para completar (irónicamente, ya que se trata de un poema sobre lo incompleto, lo no dicho) el poema que había empezado hacía bastante tiempo atrás.

En la segunda estrofa, «espíritu suave» alude tanto al soplo de la respiración, al espíritu santo que infunde aliento de vida, como al signo que solía ponerse en algunas palabras griegas sobre las vocales iniciales aspiradas.

La cita entre comillas es un fragmento del poema de Safo acerca de los efectos del amor en una persona. La poeta los enumera como si se tratara de los síntomas de una enfermedad, de una condición patética, que hay que «interpretar» como lo haría un médico. También en medicina, como la práctica diaria lo demuestra, la «lectura» sintomática tiene varias interpretaciones.

La cuarta estrofa cita en los paréntesis unos versos del poema de Ezra Pound, «Papyrus»: «Spring… / Too long… / Gongula…» Dos o tres veces he usado ese poema en mi clase inicial de Literatura Comparada. Al principio, mis alumnos me miran como si estuviera demente, como diciendo: «¡Pero eso no es un poema!» Los invito a considerar cada «verso» por separado, a rellenar los espacios en blanco con lo que cada palabra sugiere. «Primavera»: amor, vida que vuelve a surgir, florecimiento. «Demasiado tiempo»: separación, nueva reunión, la última vez. «Gongula»: perplejidad; no están seguros. ¿Un lugar, el nombre de una mujer amada, una joven?

Mis alumnos terminan comprendiendo, asombrados, que han leído lo que al principio no creían que fuera un poema. Que las asociaciones que han hecho les permiten armar el rompecabezas del poema, a pesar de (como dice Rayor) «las letras de incierta lectura» y los «espacios en blanco» del texto. Que cada uno va a crearse un poema diferente, y que sus lecturas son igualmente válidas, siempre y cuando se apoyen en las palabras del poema, que son las únicas claves que poseemos. Ese es el momento de la revelación, de la epifanía de los propios mecanismos que ponemos en marcha para andar en la realidad. Es el momento que yo espero cada vez.

Este primer poema es, entonces, una invitación a imitar a Pandora, a abrir la caja P (de poemas llenos de dolores y de alegrías) y tratar de comprender, aun cuando «falten» algunas cosas, haya espacios vacíos, se detecten errores de interpretación. Siempre hay claves para entender la realidad y las personas, que nos sirven (aunque más no sea provisoriamente) de guía en el laberinto del mundo.


 








Leyendo entre líneas


This material requires reading dots,
brackets, uncertain letters, gaps, and emendations.

—Diane Rayor



Como un poema lírico griego arcaico,
hay personas fragmentarias.

Se las lee entre líneas, despacio, con cuidado
de no pasar por alto
un espíritu suave que sople al principio.

“Me parece igual a los dioses
aquel que se ha sentado frente a ti”.

Una coma inexistente, una modulación
temporal (primavera tan lejos)
(hace tanto tiempo)…

La persona está fragmentada, hecha astillas
o hecha estrellas, como la noche,
como un espejo roto. Y quién es el experto
que pueda leer el texto.

Quién puede leerte.

martes, 16 de abril de 2013

Entrevista a Pedro Luis Barcia

Jardinero del lenguaje

Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.



En tiempos de depredación verbal, de catástrofe léxica, de caos idiomático, los guardianes del lenguaje parecen personajes descastados. Son vistos como aureolados por la petulancia, y sin embargo, parece, buscan todo lo contrario: buscan cuidar la lengua como una planta débil, pero también preservar sus mejores brotes.
Algo de esa tarea, la de un jardinero del idioma, es la que lleva a cabo Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras y miembro de la Real Academia Española. El académico, nacido en Entre Ríos en 1939, pasó por Mendoza durante la última feria del libro provincial para dar dos charlas que tuvieron a la poesía como eje. La primera, trató de las miradas que sobre el Martín Fierro propusieron Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges. La segunda, presentada por la SADE local, trató sobre «El valor de la lectura».
Antes de su visita, Barcia se prestó a un diálogo que recorrió no sólo los temas de sus conferencias, sino cuestiones como la evolución del lenguaje español, la deficiente cultura lectora de los argentinos y hasta cierta chusmería literaria surgida recientemente.

–Comencemos por la primera de las charlas que ofreció en Mendoza. ¿Cuál es la imagen que ofrecen, por un lado Lugones y por otro Borges, de la obra de Hernández, y qué aspectos revelan de la misma con sus propios textos?
El Payador, de Lugones.
–Lugones, con El Payador (1916), editado con motivo del centenario de nuestra independencia, propone la promoción del libro de Hernández a nivel de poema épico nacional, y a sus dos partes las avecina a Ilíada y Odisea. Es un esfuerzo por prestigiarlo y, al tiempo, darnos un fundamento cultural nacional en un libro paradigmático. El intento del cordobés es excesivo, aunque noble. Borges, en cambio, dice que si hubiéramos elegido Facundo como texto canónico, otro sería nuestro destino. Para Borges, Fierro es una individualidad, un gaucho malo, que no encarna dimensiones nacionales. No ve la obra como un poema épico sino como una novela en verso. Borges desajusta su visión del personaje a partir de prejuicios que dejan de lado la letra del texto. Pero ve con claridad la distinción entre poesía gauchesca y poesía folclórica, que otros no vieron.

–La otra charla habló sobre «El valor de la lectura». ¿Está, como parece, olvidado ese valor en la actualidad?
–El eje de mi charla es el conjunto de aptitudes, destrezas y valores que comporta el hecho de leer. Existen formas del analfabetismo curiosas como: las de leer sólo textos que consuenen con nuestra ideología, pues mata la motivación de la tolerancia y el diálogo, que es base de la democracia, y leer es dialogar; la de leer sólo un género de literatura, lo que lo priva a usted del resto de manifestaciones que hacen a la riqueza de la cultura humana; el leer sólo los contemporáneos, le borra el sentido de continuidad de lo humano y del legado y herencia. En fin, son formas de estrechamiento espiritual en lugar de liberación (liber, libro y libre) y amplitud. Cuando presenté los tres tomos de las Obras completas de Borges, anotadas por Costa Picazo, dije que debían llevar una faja que dijera: «Evite el Alzhéimer: lea a Borges». Sus paradojas, ironías, falacias, ambigüedades, plurisentidos, silencios, estimulan la actividad del cerebro y lo mantienen en vilo y dinámico. Ese es otro valor de la lectura. Las estadísticas señalan que en nuestro país se lee medio libro por habitante y por año… es penoso.

–¿Cree que la escuela argentina, en sus diversos niveles, estimula debidamente la lectura en los niños?
–Las estadísticas de nuestro Ministerio de Educación han señalado que algo más de la mitad de los egresados del secundario no tienen lectura comprensiva, hecho gravísimo para la inserción social y la vida democrática: un pibe pierde un empleo porque no entiende las consignas para llenar la solicitud, y no digamos si debe presentar una nota solicitándolo. La escuela ha dejado de lado varias cosas, tal vez porque debió atender a otras que no le eran propias, debido a las necesidades sociales.

–¿Qué cosas específicas ha dejado de lado la escuela?
–Hay varias realidades: a) no se organizan programas de lecturas graduadas y en totalidad, a lo largo de primaria y secundaria: el caudal de lecturas ha descendido en los últimos diez años en un 70%; b) no se desarrolla la oralidad de los chicos, que ocupa el 85% de la realidad comunicativa cotidiana, el resto es gesticular y escribir; c) se ha reducido, por disminución de lecturas y exigencias, el caudal léxico del muchacho. Hace una década, manejaba unas 2.000 voces en la práctica oral, hoy está en los 700 vocablos. El empobrecimiento verbal afecta al pensamiento: el pensar se estrecha con la reducción de palabras que se manejan. Si el joven no puede expresar («soltar lo preso») por la palabra, lo hace por el sopapo, la piedra o la violencia varia. Esa pobreza lingüística lo hace un ciudadano de segunda, un disminuido para la defensa de sus derechos.

–La Real Academia Española publicó a fines de 2010 una nueva Ortografía, que incluyó cambios no exentos de polémica. Si bien los cambios, en este sentido, suelen tener resistencias, hubo algún caso criticado muy seriamente y que, de hecho, ni siquiera la RAE se atrevió a considerar como obligatorio (lo dejó en la categoría de las sugerencias): es el de la supresión de la tilde en el adverbio «sólo». Ciertamente, los casos de ambigüedad parecen multiplicarse con su eliminación, muy especialmente en la poesía. ¿Qué nos puede comentar al respecto?
–A esta obra de la Asociación de Academias le faltó tiempo de discusión y elaboración. Para a la Gramática  le destinamos 15 sesiones; al DPD, 10 reuniones, y a la Ortografía: dos. Cuando presenté en la AAL la Ortografía, comencé con una frase definitoria: «La opcionalidad es el cáncer de la ortografía». Antes de que se editara nos hicimos oír por los medios, con nuestras disidencias. Es el código del idioma que debe ser más firme y general, con la menor cantidad de excepciones posibles. No es así, lamentablemente: hay tantas opcionalidades que no tiene fuerza de ley, lo que despista y apampa al usuario. Una vez que aprendimos a decir «licua» y no «licúa», nos dan la opción. Es el código más descalificador socialmente hablando. La gente no advierte las faltas sintácticas, pero la mala ortografía lo pone a uno en el banquillo. Los casos de confusión para el «solo» intildado (que no es lo mismo que inacentuado) son escasísimos y casi siempre la ambigüedad se disuelve por el contexto. La próxima edición debería ser muy castigada en pro de la unidad. Cabe decir, también, que ha habido muchas reacciones adversas a las propuestas porque no se conocen los fundamentos, que el texto académico da.

Borges y Bioy.
–Recientemente asistimos a una polémica sobre ciertos dichos de la señora María Kodama sobre Borges y Bioy Casares. ¿Qué opinión le merecen? ¿Cuán importante, según su opinión, fue la amistad literaria y personal entre estos dos autores para las letras argentinas?
–La amistad literaria entre ambos fue asimétrica, pues quien aprendió de su amigo mucho del arte de escribir, fue Bioy. No son comparables ni en la calidad (el talento creativo de Borges y su dominio de la lengua es impar), ni en la coherencia (en cuanto a mantener un alto nivel creativo a lo largo de su obra, Bioy es desparejo); ni en la influencia en la literatura nacional y mundial: Borges es el mayor de los nuestros en este ámbito. Lo segundo, creo que la publicación del Borges, póstumo, de Bioy no fue feliz. Lo que alimenta es la chismografía literaria. María Kodama es centro de vapuleo porque boga o porque no boga. Pero lo esencial es que a todos nos gustaría tener los derechos de «Georgie», y cuando ella marca territorio, genera molestias. Si hay abusos, lo dirimirá la justicia. En esta polémica ambas partes se han ido de boca. Pero estas disputas son ajenas a la axiología literaria.

El habla de los argentinos
–La Academia Argentina de Letras investiga, entre tantas otras cuestiones, acerca del habla de los argentinos. ¿Qué particularidades puede compartir con nosotros sobre algunos «argentinismos» que la Academia haya aprobado recientemente?
–Le paso algunos de los que acabamos de aprobar, y aún tienen calorcito de horno: abrochar (embromar, perjudicar), bacha (de baño), sacabollos (chapista especializado), bolonqui (quilombo), boludez (hecho torpe, tontería; cosa fácil de hacer; cosa ni importancia, nimiedad: como se ve nuestra «boludez» es rica semánticamente); combi, conchero (el de las bailarinas), estrolar (chocar o golpear contra algo), fragote (rebelión militar, de Fraga: y situación complicada, armada intencionalmente), legislatura (en tres sentidos que no usa España), peludo (difícil, complicado), tunear: modificar el aspecto del auto según el gusto personal del dueño: producirse mucho una persona), yeite (habilidad o pericia especial, viene del latín y de allí al portugués y a nuestra lengua). Si esto no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?

–Un aspecto que siempre resulta llamativo a la hora de analizar la lengua española es el caso de los insultos. ¿Son de insultar los miembros de la Academia? ¿Se cuida la corrección también en las puteadas, o es, digamos, un terreno liberado para la experimentación idiomática?
–Hasta ahora no he oído en las sesiones esa presencia. Quiero señalarle que yo no me rasgo las vestiduras frente a esa materia: la estudiamos, la definimos, la codificamos. Le damos trato profesional. Suelo ser quien propone estos elementos en la Comisión del Habla de los Argentinos: los diez sinónimos de «pene» o las treinta expresiones para el verbo «copular», en mi Diccionario fraseológico. Pero, como el que estudia un virus, no lo anda uno desparramando en la plaza: es en la plaza donde se cultiva y recoge, y en la AAL se lo estudia. La puteada es munición de alto calibre que hay que preservar para las ocasiones oportunas donde ella resulta funcional y no cabe otra cosa que darle salida a esta explosión categórica del idioma. La radio argentina, sobre todo la vespertina, avanzó últimamente con retahílas de puteadas y groserías en cadena. Eso perjudica a la funcionalidad del insulto y de la palabra gruesa, porque la reiteración los hace banales, insignificantes, vacíos de carga semántica contundente. Nuestro país es el único en Hispanoamérica que ha generado dos diccionarios de insultos: Puto el que lee, de Editorial Barcelona, que es de una notable exactitud asistida por el humor, y Diccionario de injurias, Editorial Losada. Esa presencia revela la asiduidad de uso. Así como en nuestro Léxico del dinero, registramos doce acepciones del verbo «coimear» (aceitar, embadurnar, facilitar, etc) lo que revela que está institucionalizada la actividad.

Clásicos y contemporáneos
Rubén Darío.
–Usted es un especialista en Rubén Darío. ¿Vislumbra entre nuestros poetas a un autor contemporáneo que esté a la altura literaria del guatemalteco? ¿Le interesa la poesía o los poetas argentinos contemporáneos?
–No veo a nadie en el horizonte que pueda cumplir en nuestros días la doble función de Darío: la renovación total de la lengua literaria y, con ella, las formas de la prosa (cuento, crónica, novela, periodismo, etc), más pesantes , y las del verso en el Modernismo. En su momento, Huidobro «mató la lengua materna», como él decía, y dio un vuelco notable con su creacionismo; luego, Neruda, con su poderosa creatividad; en nuestros días, Juan Gelman, y su poder sincrético del verbo, pero ellos han sido los revolucionarios en el verso. Darío fue «el último libertador de América», como lo llamó Lugones, en prosa y verso. Y por ello, le valió la imagen de Max Henríquez Ureña: él generó la inversión del camino del oro: la vuelta de los galeones. Por otra parte, la  nueva narrativa hispanoamericana, cumplió la liberación en la prosa y el retorno de estos otros los galeones. Fui, desde muchacho, un devorador de poesía, y gracias a mi buena memoria, generé una rica antología portátil, de la que conservo dos terceras partes. Hasta que el señor alemán haga estragos en mí.  Hoy, releo  a mis preferidos (Marechal, Borges, Machado). Pero leo poco a los nuevos poetas, y lo siento. Pero tengo una sola vida y dos academias ad honorem, es decir, de concepción argentina: la cultura es impagable.

domingo, 17 de marzo de 2013

La poesía militante de Ernesto Cardenal, de pie



Antología poética. Lectura: Ernesto Cardenal. Lugar: teatro Plaza de Godoy Cruz.
 Día: 15/03/2013. Público: 750 personas.


por Hernán Schillagi


El pájaro de la poesía latinoamericana pasó con vuelo rasante por Mendoza la noche del pasado viernes y despeinó, con el filo de sus palabras, a más de 700 personas. El nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 1925), último ganador del prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía, llegó al teatro Plaza de Godoy Cruz con un espectáculo sobrio, en apariencia, llamado Antología poética, en el que proponía hacer un repaso personal por el camino de su producción lírica.

Cardenal, con sus 88 años recién cumplidos y enfundado en una camperón de gabardina verde, entró lentamente al escenario de la mano de un acompañante. Atrás, un enorme lienzo fijaba imágenes pictóricas en el estilo de Oswaldo Guayasamín, sobre las luchas y penurias de esta parte del continente. Una mesa pequeña, con una silla y un vaso de agua lo estaban esperando. Sin embargo, la primera felicidad de la noche se produjo: el autor de El Evangelio en Solentiname rodeó la mesa, se acercó al micrófono y, de pie, dio las buenas noches. Los aplausos estallaron y uno por uno de los concurrentes comenzaron a levantarse de las butacas para recibir a esta leyenda viva de las letras en español. 


El nicaragüense fue claro en su primer anuncio: hacer una lectura cronológica de sus poemas más representativos. Comenzó con tres textos de su juventud. Poemas de amor que le pertenecen más a la lengua que a Cardenal, ya que cuando sus labios soltaron «Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido…», también los labios del público iban acompañando a coro cada uno de sus versos. Así le siguieron un par de sus Epigramas («Te doy, Claudia, estos versos» y «Recibe estas rosas costarricenses, Myriam»), mientras comentaba anécdotas divertidas que iban hilvanando algo revelador: el poder encantatorio y profano de la poesía. El viejo poeta se presentaba con la voz quebradiza, ahogada por momentos. Su mano derecha buscaba el agua y también el apoyo de la mesa. No obstante, como un «proto-performer» utilizó estos ambages para crear una complicidad con el auditorio. Después de la primera tanda, todos pensaron «Ya se va a sentar». Pero Ernesto Cardenal siguió erguido sobre sus sandalias —y sobre sus palabras— toda la lectura.

De pronto, la sala se llenó de pájaros. Cantos y colores salían de la garganta del poeta cuando entonó el poema Amanecer. Aquí, Cardenal presentó cada texto como un testimonio en primera persona de la Revolución Sandinista. Su voz, entonces, iba ganando en fuerza, en arengas y matices caribeños. Su boina negra se inclinó para decir la Oración por Marylin Monroe que, junto con El Oficio Nocturno, fueron los puntos más altos de la noche. Hasta que, hacia el final, una «contra-elegía» despidió a un hijo de la Revolución, Laureano Mairena, con más humor que lágrimas; aunque, en todos, el dique de la emoción ya estaba roto.

Cardenal, el sacerdote militante. Cardenal, el poeta de los pájaros liberados. Cardenal, además, el que golpea con la palabra y deja un hematoma que crece de adentro hacia afuera en el cuerpo de los espectadores. Cardenal, de pie. En nada más que media de hora de lectura intensa dio el presente. Ahora y siempre.


 

*Publicado también en el suplemento Escenario de Diario Uno de Mendoza el 17/03/2013.
Algunos de los poemas de Antología poética



Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.



*


Recibe estas rosas costarricenses,
Myriam, con estos versos de amor:
mis versos te recordarán que los rostros
de las rosas se parecen al tuyo; las rosas
te recordarán que hay que cortar el amor,
y que tu rostro pasará como Grecia y Roma.
Cuando no haya más amor ni rosas de Costa Rica
recordarás, Myriam, esta triste canción.



*


Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti ) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.


*


ORACIÓN POR MARILYN MONROE


Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de
Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...

Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo -de mármol y oro- es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!



viernes, 8 de febrero de 2013

Biblioteca El Desaguadero: Grietas para huir, de Rubén Valle



Luis Alberto Spinetta (1950-2012)


   Hoy hace un año ya. Una medida absurda que intenta medir una ausencia: la de Luis Alberto Spinetta. Hace un año este músico-poeta, un artista que, como un marcapiel, dejó una cicatriz gozosa en la historia de la música, moría para, a su vez, dejar subrayada la potencia de su obra. Luego de los homenajes y análisis de su influencia que ofrecimos en esta misma revista, ahora proponemos a nuestros lectores la primera edición de un libro que lo homenajea desde la poesía. Se trata de Grietas para huir, del poeta y periodista mendocino Rubén Valle, un poemario escrito en el duelo por la muerte del Flaco, y que la Colección El Desaguadero (Libros de Piedra Infinita), presenta para descarga directa.



Rubén Valle.





ACTUALIZACIÓN (mayo de 2020)

Ante un nuevo aniversario de la muerte de Luis Alberto Spinetta, Rubén Valle realizó una versión corregida y aumentada de Grietas para huir, que se publica ahora (en edición definitiva) por la Colección El Desaguadero de Libros de Piedra Infinita.









sábado, 12 de enero de 2013

El Desaguadero / N°12



Donde confluyen la poesía y la reflexión



ÍNDICE

«Poesía incandescente»
por Fernando G. Toledo


«La imagen y la metáfora son mi intemperie»
por Hernán Schillagi



«Los poemas están sobre la mesa, mostrándonos los dientes»
por Paula Seufferheld




por Fernando G. Toledo



NOTAS Y ENSAYOS
Herencia poética
por Hernán Schillagi

Aquel poeta que ardió en la plaza 
por Fernando G. Toledo



LA HISTORIA DE UN POEMA
La reina tuerta
por Griselda García

por Roberto D. Malatesta


por Hernán Schillagi



 


RESEÑAS CRÍTICAS
El libro del duelo
por Sergio Pereyra


El abandono salvaje
por Hernán Schillagi


TRADUCCIONES

Ozymandias, una obra maestra de Shelley
por Fernando G. Toledo

 

miércoles, 2 de enero de 2013

Entrevista a Rodolfo Braceli

Poesía incandescente 


El poeta y periodista mendocino Rodolfo Braceli.



por Fernando G. Toledo

A veces la poesía es capaz de encender fuegos tan poderosos que su alcance se nos pierde de vista. A veces su quemadura es de 4º, 5º o 10º grado, y deja las fibras del cuerpo en plena incandescencia. Y a veces la poesía (otra, la misma) acaba en el fuego avergonzado de la intolerancia, en el fuego escandaloso de la censura.
En 2012 se cumplieron 50 años desde que un tal Rodolfo Eduardo Braceli, a la sazón poeta debutante y periodista declarado, se enfrentara a esos poderes ígneos de la poesía. La suya propia, por cierto. Con la euforia propia de un joven de 21 años que ha acunado durante largas noches su versos, dio en junio de 1962 a la imprenta su primer libro, Pautas eneras. No iba a tener la suerte, sin embargo, de que esa edición respirase con la voz baja de sus lectores: el gobierno de facto de entonces secuestró gran parte de la edición y la quemó en el playón de Casa de Gobierno.
Poco después, sin embargo, y haciendo caso omiso a tales fogosas advertencias, Braceli publicó una nueva edición. Pasado medio siglo, la editorial Capital Intelectual reedita ese libro, que resulta no sólo un documento de un poeta naciente, sino también una prueba de cuánto puede arder la poesía al tocar pieles sensibles.
El propio Braceli, quien decía por entonces que «para ser poeta / no se necesita ser poeta», rememora la andadura de fuego de su libro y habla de la presentación que poco después realizó en Mendoza de dicha reedición.

La primera edición de Pautas eneras.
–Hace medio siglo tenías 21 años y un libro bajo el brazo. Un libro de un poeta recién nacido y que de pronto era condenado a las llamas de la censura. Tu primera edición de tu primer libro fue quemada por el gobierno que intervenía Mendoza. Había sido derrocado Arturo Frondizi. La dictadura tenía un civil neutro. ¿Qué recordás de todos esos hechos?
–Mi Pautas eneras era un librito pequeño, abrochado, 300 ejemplares delgaditos editados por la Biblioteca San Martín. Yo alcancé a sacar un paquete con 70 ejemplares. A los tres días de salir de la imprenta oficial fue prohibido, secuestrado y quemado en el playón de la Casa de Gobierno. Se armó un despelote enorme.... La directora de la biblioteca, Manuela Mur, presentó la renuncia. Después de varias semanas se la rechazaron. Yo, como todo autor que saca su primer libro, creí que iban a soltar las palomas y a declarar feriado provincial. Tuve sentimientos encontrados, furia, congoja. En principio la solidaridad me vino más de afuera que de adentro (Chile y Buenos Aires), de escritores mayúsculos como Leopoldo Marechal.

–¿Qué recordás del momento de la escritura de esos poemas? ¿Imaginabas que de algún modo algunos de ellos podían despertar escozores, incendiarios o no?
–No se me pasó por la cabeza que hubiera semejantes prohibidores y quemadores, esa clase de humanos que no es otra que la que hoy mismo extraña y clama por «mano dura» y justifica la tortura y la pena de muerte y la madre que los parió. Pero debo decir que nuestra soleada provincia tiene una larga tradición de censura con fuego. Por ejemplo, al poeta Víctor Hugo Cúneo le quemaron una y otra vez su quiosquito de libros viejos. Al hoy tan nombrado Julio Le Parc le pusieron fuego en una pequeña exposición que se hizo en las sala de Patiño Correa y Pampa Mercado. No es de extrañar la censura y el fuego en una provincia que es el emporio de las derechas. Yo no soy un héroe por haber sido quemado: cuando el fuego viene de estos tipos, es una condecoración.

–A pesar de todo, antes de terminar el año aquel de 1962, una segunda edición (impresa por el enorme Gildo D’Accurzio) ve la calle. ¿Previste que esa segunda edición podía seguir el mismo destino que la primera? Como autor: ¿no temías una hoguera para tu propia persona, sobre todo porque estaba precedido por un prólogo más encendido de furia y poesía que los ejemplares que quemaron?
–No, no imaginé que podía haber otra censura. Escribí el prólogo furioso dedicado a los «keroseneros intelectuales» sin calcular consecuencias. Escribí de cuajo. Escribí como escribo hoy, virginalmente, con un entusiasmo acaso candoroso, inefable, que me enciende una y otra vez, y me hace pensar y sentir que estoy escribiendo por primera y por última vez. En cuanto a D’Accurzio: él nos editó a todos, desde a Di Benedetto a Tejada Gómez, pasando por Lorenzo y Ramponi, y Crimi y Tudela y Vega. Hizo por Mendoza más que diez gobernadores juntos.

–¿Le pagaste la edición?
–Cuando imprimieron los 1.500 ejemplares de mi segunda edición de Pautas eneras, a fines de 1962, le pagué con un kilo y medio de pan de una panadería de la calle Buenos Aires, a la que me llevó para darme una preciosa lección. En esa panadería, en su interior, señalándome el horno, me mostró que hay fuegos y fuegos. Fuegos que queman libros y fuegos que le dan semblante al pan nuestro de cada día.

–A 50 años de Pautas eneras, ¿cómo ves al poeta que escribía por aquel entonces con el que contempla hoy ese libro? Un lector que te ha seguido tu escritura puede decir que ya tu «caligrafía lírica» está declarada allí...
–Así es.. En mis Pautas eneras están las semillas de mis libros siguientes: El último padre, La conversación de los cuerpos, Cuerpos abraSados… De mi primer libro rescato su austeridad: no caí en la tentación de fabricar metáforas «poeticudas».

–¿Cuáles eran tus lecturas o autores referenciales de por entonces?
–Mucho Whitman, mucho César Vallejo, algo de Girondo, más Pablo de Rokha que Neruda...

–Pautas eneras busca extraer la poesía de las cuestiones cotidianas, de la celebración del mundo. Hay un poema emblemático: «qué bello / es mear de noche...». ¿Fue esa una búsqueda estética o se impuso a tu pluma?
–En todo caso, si fue una búsqueda, fue una búsqueda no buscada, inconsciente. Para mí no vale aquello que se aproxima a la fabricación de temas, de imágenes o de lenguaje, como dije, poeticudo.

–Hay otro poema muy especial: Ventajas de la mala memoria. Suena... suena a una canción de Leonardo Favio. ¿Usó tus versos para escribir la canción Quiero aprender de memoria?
La reedición 2012, con dos textos nuevos.
–Bueno, me resulta difícil responder considerando que Favio hoy anda respirando de otra manera. Pero esto lo escribí y lo dije hace una punta de años. Sí, él uso como tema central de una canción mi poema, escrito comenzando la decada del ’60. Diez años después Leonardo salió con su Quiero aprender de memoria. Simplemente se olvidó de ponerme como coautor de la letra. Cosas que pasan. Nada del otro mundo. Pero esta desprolijidad no pudo enemistarnos.

–El joven Rodolfo Eduardo Braceli se mostraba ya bastante irreligioso por aquel entonces. ¿Dios está desde entonces en el «a-dios» para vos?
–Mi padre, un hombre que nunca fue a la escuela, un hombre que se paga lecciones clases particulares con un maestro, era una especie de socialista curioso: por ejemplo, les pagaba doble aguinaldo a sus empleados, cuando no existía la obligación del aguinaldo. Era un socialista tan raro que respetaba los caminos que hacía un director de Vialidad que se llama Francisco Gabrielli. Un socialista que nos mandó unos años a colegios de curas, a Don Bosco. Mi irreligiosidad corresponde a mi religiosidad. Los curas me quisieron enseñar que el único Dios verdadero era el católico, apostólico y romano. Yo al oír eso me di cuenta de que la religión institucionalizada era una reverenda güevada. Es inconcebible que el Dios de mi religión sea el verdadero. A partir de eso me volví alguien que oscila entre ser agnóstico, digamos, los días pares, y ser ateo los días impares. No creo en nada porque creo en todo.


Poemas de 
Pautas eneras
de Rodolfo Braceli


1



Heme aquí:

de pronto solo,

arrinconado
de cuclillas en mí mismo.

He comprobado de repente
que a pesar de sus inmensas orejas
los hombres son sordos.
Yo les grito,
les hago señas,
pero ellos siguen caminando.
Indiferentes, me dejan a la vera de la vida.

…estoy ausente hasta de mi rabia:
quieto,
con los brazos
largos
de tanto apuntar al suelo,
callada la boca
los ojos cansados de buscar
y de luego retornar desencantados,
el corazón disponible
los labios inéditos.

…Joven apenas
algo niño aún, heme aquí:
casi afónico de sentimientos
de tanto gritar callado,
cansado de estar cansado
y temo que hasta de respirar.

Agotada mi saliva,
seco de lágrimas

…en medio de una muchedumbre
hecha a mi imagen y semejanza…


59

Qué bello
es mear de noche
después de una larga jornada
hacia los cuatro puntos cardinales:

mear a la intemperie
bajo las estrellas
con las piedras por testigo.

Plegaria con arena

¡Dios o lo que fuera!
no nos condenes
a ser arena y nada más
arena larga y sucesivamente.

Danos, al menos,
la posibilidad de sufrir

y de no creer en Ti.



El hermano de Dios

Dios está viejo.
¡Que venga el hermano, entonces
 –el hermano menor, se entiende–
porque, definitivamente,
Él no está para los presentes trotes.
Por lo demás, Señor Juez,
América latina
reclama un Dios con paciencia,
y en lo posible
de su misma generación.

¡Pobre Dios!

¡Pobre Dios!
¡Pobrecito!
Yo no quisiera estar en su pellejo.

No me explico
cómo se las va a arreglar
para ser justo

con los muchachos de este siglo
y con las muchachas
y con los niños;

sobre todo con esos niños
a los cuales no sé
si aún les queda
la posibilidad

de un padre carpintero.