por Fernando G. Toledo
Omar Ochi es
el flamante ganador del Premio Vendimia de Poesía 2010. Y no sólo eso, el estudiante de Letras en la UNCuyo, nacido en Maipú, es también, con sus 21 años, el más joven ganador de este certamen hasta ahora.
Libro del desierto, el libro con el que obtuvo este galardón, es un viaje hacia la búsqueda de la palabra y, mientras esa cacería silenciosa se produce, el también autor del inédito
Edel, se propone responder estas tres preguntas.
1. En este momento
–¿Qué podés decirnos de Libro del desierto, que acaba de ser premiado en el Certamen Vendimia de Poesía 2010?
–Primero que nada, confieso que fue una linda experiencia y un gran privilegio escribir este libro: acá he dejado mi sangre, mi llanto, mis gritos; y antes de construir los escenarios de la obra, he tenido que conocer mis propios desiertos. Ahora paso a decir que el
Libro del desierto está basado en la aventura de un poeta que viaja al desierto para encontrar la palabra. En un principio, se habla de la «Separación» tanto física como abstracta de este hombre que se aleja de su amada, de su propio cuerpo y de su mundo espiritual para mirarse de cerca, aprender su nombre verdadero y así estar listo para el encuentro con la poesía. En la segunda etapa, tenemos los «Espejismos», que son poemas titulados con números romanos, y sin comas, ni puntos. Acá, se dan a conocer una serie de visiones y auténticos espejos que enriquecen la obra y traen a escena distintos criterios y distintas marcas de la tradición literaria. Después viene la «Poesía», donde el yo lírico destaca sus valores y se encuentra con ella, cara a cara, justo en el final del desierto. El libro consta de cincuenta poemas de contenido muy significante y métrica libre. En él se hallan inscriptos un conjunto de metáforas, alusiones bíblicas, alusiones al presente y cambios en la persona del yo lírico. Además, es importante añadir que este libro no se refiere a ningún desierto en particular (aunque tiene rasgos muy propios del Sahara y el desierto cuyano), sino que nos ofrece un mundo más completo, o mejor dicho; el desierto de las situaciones humano-literarias.
2. En este lugar
–¿Cómo ves la poesía actual en Mendoza y cuáles son los poetas, de cualquier geografía, que te interesan?
–A Mendoza no le falta letra, ni versos, ni talento. Al contrario. Creo que en este último tiempo se han enfatizado la lucha y la labor de aquellos poetas cuyanos que intentan gritar en voz alta. Es decir, se han multiplicado las posibilidades de sacar a la luz a aquellos genios escondidos (lo vemos en el surgimiento de los certámenes, blogs y grupos literarios). Pues de eso se trata nuestra nueva lucha por la palabra mendocina: incentivar al reconocimiento; sacar todo afuera. Con esto, estoy diciendo que los escritores de nuestra provincia son tan capaces de inventar una obra maestra como el resto de los argentinos que trascienden en el mundo de la literatura. ¿Por qué dudarlo? Hay una gran capacidad. Sólo insisto en que debemos ser perseverantes en la difusión de los poemas y hacerlos circular en todos los lugares posibles. Entonces, veremos qué tan capaces somos aún. Aunque, a decir verdad, paso a paso lo vamos logrando. Hay una evolución. Mendoza tiene su verbo y su caudal. Con respecto a los poetas que me interesan, te puedo nombrar un Juan Gelman. Luego: Neruda, Benedetti, Borges, Pizarnik, Aleixandre y García Lorca. Aunque estos últimos son autores difuntos, sus poemas hablan solos, y la palabra perdura en el tiempo.
3. Una reflexión
–¿Creés que las nuevas tecnologías, como internet y especialmente los blogs y las redes sociales, pueden influir para hacer que la poesía sea un género más leído de lo que es en la actualidad? ¿Te interesa que así sea?
–Muy buena pregunta. Y sí, influye bastante. No hay que olvidar que en estos tiempos la poesía es origen y esencia. Por lo tanto, es necesario que abarque la mayoría de las cosas y sea difundida mediante cualquier sistema global y cualquier método. Y fijate que esto nos facilita el acceso directo a los autores desconocidos, ya que uno tiene el deseo de conocer a un artista, pone su nombre en el buscador, y al instante, encuentra una o varias páginas referidas a tal sujeto. Y lo de los blogs es un gran avance y, a su vez, un incentivo. Ahí establecés un contacto virtual (no deja de ser literario) con otros vecinos de la literatura, y empezás a creer que la poesía no puede ser derrotada por el paso de las distintas edades y no duerme en viejos trapos. Es un tema que me interesa bastante. Pues me preocupa esto de que la poesía, en la actualidad, es un género de pocos lectores si lo comparamos con el impacto de la narrativa. No obstante, me gustan los desafíos, y viendo que los blogs y las redes sociales influyen en la lectura de las obras poéticas, estoy a favor del progreso. Pero tampoco descartemos los tesoros de papel.
Poemas del
Libro del desiertoOmar Ochi
Uno
Estemos juntos, pero separados.
En otros besos; en distintos asuntos.
Vos por tu cuenta,
y yo con el sol en la nuca,
caminando hacia adentro,
errando los lenguajes.
Sangrando esto que es mío y tuyo:
la viajada, el sentirnos, el fuego sobre lo callado.
Uno.
Esto que no pudo ser
y al fin de cuentas,
somos.
V
la historia pone sus manos y su cabeza
en un cadalso
sus faraones o reyes muertos
no saben que saben lo de los párpados
que el ocaso nos sueña
como un pretérito como este ocaso
en que el camello de la memoria
te persigue y es castigado
con los otros
con el filósofo decapitado
con la boca sin guerras
con el amor huérfano de espadas
y la vida sin música y el poeta sin canción
el cadalso se llena del vacío
y no sabemos
pero oímos
que la muerte es la primera nota del silencio
Shida
Un momento de sequía.
No hay frutos, ni riegos, ni palabras.
Nada. Solo el hastío y la sed
de las grandes cosas.
Secos, las rosas, los labrados,
los caudales, las cisternas y la tierra.
Los ganados y las canciones.
El olvido, el buitre, mis ideas.
Secas, las gargantas.
Del día se descuelga una gota de fuego.
Nada llueve. Nadie siembra
las primeras semillas de la esperanza.
Pero sigo esperando…
Una, dos, tres horas de fragua.
La hora del canto.
Suelto la lluvia.
Elogio al barro
Sucede que tengo envidia del barro:
en él veo la carne de mis leones,
los muros del tamaño de la nobleza
y el grano más miserable.
Es todos y uno solo: hombre,
creación, poema del hombre.
Es hijo de sus manos,
y aunque nadie reconoce
sus preludios de agua y polvo,
habla con el gesto de una cara insaciable.
¿Y quién le pone fin a sus apariencias?
¿Quién es quien para despreciar
su pobreza soberana?
El barro es materia poética,
destruye, edifica
y canta antes de nacer;
canta con el beso de una lluvia,
con otra cítara,
con otra boca y otras manos.
El barro (mientras sigue siendo barro)
no tiene voz, ni forma, ni lengua,
pero canta.
La vida de un escritor
No se habla de tus laureles,
ni de los montes que tiemblan
ante el poder del poeta.
No se trata de verdades
la pluma que piensa y juzga
el valor estético de tus venas.
No hablo de tu antigua vida,
sino del rostro que veo
en el fondo del espejo:
espejo de tu voz en la nada,
escribiendo a oscuras,
hombre abandonado.
Hombre y dos veces dolor;
gritando sin ser oído,
llorando lágrimas que lloran.
Puedo imaginarte caminando
entre gentes y ciudades,
pero siempre caminando solo.
Puedo vestirte
con la desnudez de mis canciones,
porque ya conozco este asunto:
Escribir es volver
a la semilla y la tierra,
aprender las virtudes de las piedras
y entregarse al vuelo.
Es esto que sufrís
en la cruz de las palabras
poniendo clavos en el alma
y sangrando luz en cada verso.